martes, 15 de diciembre de 2015

COLABORACIÓN

Los villancicos


Apolinar Castrejón Marin
Cuando escuchamos las tonadas de la Marimorena, El Burrito de Belén, o Adeste Fideles, inevitablemente nos sentimos embargados de un sentimiento agridulce, mitad alegría, mitad nostalgia.
Esto se debe a que la publicidad, la propaganda y la mercadotecnia, ha asociado estos cánticos con el fin de año, el nacimiento de Jesús y la esperanza de un mejor año. La parafernalia se completó con el árbol de navidad, los regalos familiares, y la figura de Santa Claus, herencias sajonas.

Localmente se incrementaron las posadas, las misas y las kermeses, que también son de origen español. Pero bien merecemos un poco de alegría para finalizar el año, tomando en cuenta que el cristianismo es una religión de esclavos, y que las sagradas escrituras obligan a conformarse con todas las penurias de este mundo terrenal, esperando que en el otro mundo todo sea mejor.
Pensemos por un momento que hace tiempo, no existían las comunicaciones como las que tenemos ahora, no había teléfonos, ni internet, ni Facebook. Era muy difícil que la gente se comunicara de una población a otra, de una región a otra. La gente tampoco sabía leer ni escribir. Entonces ¿Cómo?
Bueno, había gente que sabía componer canciones y cantarlas, así que aprovecharon para hacer circular por el mundo rural, los acontecimientos de las villas, y sus pobladores: amores y desamores, nacimientos y fallecimientos, y todo aquello que fuera de interés del pueblo. 
La estructura de los villancicos era muy sencilla, solamente un estribillo y las coplas, eran muy fáciles de entender y memorizar. Y luego la gente las cantaba en las reuniones familiares, después de la cena, o después de la jornada de trabajo, en el patio de la casa, o en torno de una fogata.
Esas cancioncillas se referían a creencias, pastores, burritos y renos, y en sus versos había referencias al clima, a las cosechas y a la familia, y luego vinieron algunos compositores con más formación,  que les hicieron mejoras notables. 
Luego, por encargo de la Iglesia, músicos y compositores profesionales como Juan de Enzina, Pedro de Escobar, Francisco Guerrero, Gaspar Fernández, y Juan Gutiérrez de Padilla, adaptaron referencias religiosas a la Virgen María, al Niño Dios y a los pastores.
Desde entonces, año tras año cuando se acerca la Navidad, el ambiente se llena de luces y árboles navideños, figuras de Santa Claus, rosas de adviento y paisajes nevados. Y en el fondo de toda esta decoración, por los altavoces de los centros comerciales, y en las calles céntricas, se escucha la variada colección de villancicos.
El 24 de Diciembre de 1818, se realizó la primera interpretación del villancico Noche de Paz en el pueblo de Oberndorf, en Salzburgo. Nos cuentan que en muchos pueblos europeos, los niños pasaban por las calles cantando villancicos, y de las casas salía la gente para ofrecerles aguinaldos e incluso los invitaban a los banquetes navideños para que entonaran sus cantos junto a la familia y amigos.
Tomemos en cuenta que estos cantos son verdaderas obras acompañadas por coros bien ensayados por sacerdotal versados en la música, y acompañados por pequeñas orquestas con instrumentos regionales como la vihuela, el arpa, los tambores y los violines.
Así que cuando escuche “Campana sobre campana”, “Los peces en el Río”, y “Blanca Navidad”, únase a cantarlos, y verá cómo se experimenta una sensación de paz y alegría, ayuda a sentir amor por el prójimo y se regocija uno de vivir estas fechas.

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