jueves, 18 de febrero de 2016

COLUMNA

Muerte de Cuauhtémoc 

Apolinar Castrejón Marino
Las tareas que les encargan los maestros de ahora a sus alumnos, son una composición de los migrantes, o el calendario de los juegos olímpicos. Hemos revisado a conciencia los libros y programas oficiales de educación básica, y con tristeza nos dimos cuenta que hoy en día la historia carece de importancia en la formación de los niños, y solo se las imparte en el 4º y 5º grados.
Cuando les preguntan quién fue Cuauhtémoc, de in mediato contestan que es un gran jugador de futbol. Si no nos cree, pregunte en su casa a algún niño o joven si saben quién fue el último emperador de los aztecas y seguramente le contestarán que no saben.

Bueno, pero nosotros sí creemos que es mejor que sepamos aunque sea algo de nuestros héroes históricos, y por tal motivo, les contaremos que Cuauhtémoc efectivamente fue el último emperador del pueblo azteca, que tomó el poder a los 18 años, precisamente cuando nuestra nación estaba siendo invadida violentamente por los españoles.
Los españoles habían logrado aliarse con los tlaxcaltecas, quienes eran enemigos de los aztecas, y con ello, su poder aumentó considerablemente. Solo tardaron 3 meses en vencer la resistencia de los aztecas, y el pueblo derrotado fue cruelmente torturado y asesinado, sus impresionantes templos y palacios fueron destruidos hasta los cimientos.
Cuauhtémoc se dio a la fuga, pero fue capturado cuando se iba escapando hacia Texcoco. Los 8 acompañantes de Cuauhtémoc fueron ahorcados de inmediato, y solo a él y a Tetlepanquétzatl, señor de Tlacopan, se los llevaron prisioneros. Los prisioneros estuvieron fue sometidos a humillaciones, pero Hernán Cortes no los mataba, porque escuchó rumores de que había un gran tesoro de oro y joyas, y Cuauhtémoc sabía en donde se encontraba.
Los tormentos eran muy crueles. En una ocasión les impregnaron los pies y manos con aceite, y luego les prendieron fuego. Pero aún en esos momentos de dolor extremo, Cuauhtémoc se negaba a hablar. La historia patria magnificó este trance con la leyenda de que el Señor Tetlepanquétzatl le dijo que el dolor era insoportable y le pidió que dijera donde estaba el tesoro.
Entonces nuestro héroe azteca se volvió a verlo con enojo y le dijo: “¿Acaso yo estoy en un lecho de rosas?” muchos años después, cuando los españoles fueron juzgados por la crueldad de sus acciones, Hernán Cortes declaró que la responsabilidad había sido de  Julián de Alderete, tesorero del rey.
En ese tiempo, Cortes fue informado que en la región más al sureste, llamado las Hibueras, actual Honduras, uno de sus capitanes llamado Cristóbal de Olid había iniciado una rebelión en su contra. Entonces tuvo que salir a confrontar, al rebelde. Y para asegurarse de que los prisioneros no fueran rescatados, se los llevó con su tropa.
La marcha era muy penosa y Cortes se cansó pronto de soportar la rebeldía de sus cautivos, y decidió deshacerse de ellos. El 15 de febrero de 1525 al margen del río La Candelaria, en la provincia de Acalán en el actual Estado de Campeche, les hizo un juicio sumario, y luego mandó a ahorcarlos.
Ernesto Vargas Pacheco, investigador del Instituto de Investigaciones Arqueológicas de la UNAM, en el  marco del IX Congreso Internacional de Mayistas, suponde que el cuerpo del último gran tlatoani pudo ser descolgado de la ceiba donde fue ejecutado para rendirle un culto especial. Y la arqueóloga Amalia Guzmán asegura que sus restos fueron trasladados a un lugar del actual Estado de Guerrero llamado Ixcateopan.

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