lunes, 28 de marzo de 2016

COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista


FEDERICO QUIRÓZ SUÁREZ
En Acapulco, desde 1955 que llegó proveniente de la ciudad de México se le conoció con el mote de “El Gitano”. Se vino de aventura con otros cinco amigos y él se quedó a vivir en el puerto. “Los Cinco Guapachosos” fue el grupo de música tropical donde comenzó a tocar las percusiones, las canciones todas eran las que hacían famosas “Lobo y Melón” y el Conjunto “Batachá”.
Federico Quiróz Suárez, desde donde actuaba veía cuando llegaban a los bares los periodistas del puerto y cómo eran atendidos, con diligencia. Bebían los mejores vinos y eran los topoderosos rodeados por políticos y por chicas bellas y muy atractivas que proliferaban en esos lugares de la vida porteña nonc santa.

“La Bola” y otro club muy afamado abrían sus puertas a las 3 de la mañana y las cerraban a la una de la tarde. Ahí iban a parar todos los músicos que salían de la chamba y de esa manera continuaban en la bohemia. 
Se improvisaban grupos por pura diversión, y el que nunca faltaba era el gran pianista Oscar Alpuin quien aún es recordado con cariño por los sobrevivientes de aquellas generaciones, ¡Ah!, y el gran Macario Luviano, músico guerrerense que no ha habido otro como él, era de Técpan y tocaba todos los instrumentos. Macario no tocaba si antes no se tomaba sus cuatro o cinco alcoholes.
En ese ambientazo, el principal foco de atención era “La Quinta Valverde”, por el rumbo de la calle de Aguas Blancas, hacia la parte baja. Era una huerta tan grande como del tamaño de la plaza cívica (actual) de Chilpancingo. Había diseminadas cabañas donde las mujeres más bellas que alguien pueda imaginar atendían a la clientela, allí, dice Federico Quiróz, iban puros ricos y los guías llevaban a grupos de turistas que arribaban al puerto guerrerense a bordo de trasatlánticos o por vía aérea.
Era el Acapulco internacional, bohemio, atractivo, medio tranquilo (un puerto en ninguna parte del mundo jamás será tranquilo) y hospitalario, y ahí, en medio de esa atmósfera de vino, humo y música, mujeres, amistades y canciones que llegaban a lo más profundo del alma –como las de “El Jibarito” Rafael Hernández-, pasaban lista los grandes éxitos por medio de Celio González, Bienvenido Granda, Daniel Santos, Olimpo Cárdenas, Beny Moré, Alberto Beltrán, Tony Camargo y tantas luminarias que llegaban con el bagaje de boleros, rumbas, danzones, el chachachá o el mambo que estaban en boga. “Lobo y Melón” (¡Que se pare la bola, batiribá, tiribá) ya tenían sus sitio en la historia musical de América.
Cierta noche, Federico Quiróz Suárez quiso conocer el por qué eran tan importantes los periodistas. Se conocía con Víctor Manuel Mendoza Lizardo quien escribía una columna en el “El Gráfico” y “Prensa Libre”, el primero matutino y el segundo vespertino, propiedad de José María y de Obdulio Severiano Gómez. 
Mendoza Lizardo escuchó al músico Fderico Quiróz Suárez cuando le dijo: “Oye, Drácula, consígueme una credencial de periodista”. Aquél le respondió que sí, pero Federico tendría que justificarla escribiendo una columna, y fue como comenzó a redactar “Antena Deportiva” que la llenaba “refritiándose” (copiando) las notas que publicaban los diarios de la ciudad de México, Ovaciones, Esto, por citar dos.
“Drácula” era el pseudónimo de Víctor Manuel Mendoza Lizardo para su columna “De Noche”, que fue muy famosa y muy leída en el puerto en esos años. Por ahí ya andaban la palomilla de “Los Canarios” y “Los Bellacos”, que colaboraban con Bella Hernández Felizardo, quien fue jefa de prensa en el gobierno de RFF, y entonces Quiróz, “El Gitano” conoció a Armando Caballero, reportero de deportes de varios medios y lo conectó con directivos y deportistas, y de ahí en adelante dejó de copiar y se dedicó a escribir lo suyo, habida cuenta de que Federico conoció algo de periodismo en su centro de estudios “Revolución”, en el DF, cuando se dedicó a las artes gráficas.
Nos relató de cómo funcionaba aquella “Quinta Valverde” que años después sería la famosa “Huerta” –“¡Barato, como en la Huerta!”-, sí, Chucha… “Baratísimo”. Pero supone que algunas de aquellas hermosas muñecas de tacón dorado se quedaron a vivir en el puerto, bien casadas, y años después llegaron a ser las domeñadoras de la alta sociedad acapulqueña. Y recordó, entre otras a “La Diosa Blanca para los Ritmos Negros”. Parece que ella sí llegó a ser primera dama, pero ha pasado tanto, tanto tiempo, que las anécdotas y los nombres se borran de la mente… Y un caballero no tiene memoria.
Nacido en el DF, Federico llegó a Acapulco en 1955. 40 días después de su nacimiento, el 22 de enero de 1936, su papá, don Federico Quiróz Olivera, originario de Puebla, perdió la vida, “fue asesinado en el cumplimiento de su deber, era soldado”. Doña Bertha Suárez, su mamá, originaria de Colima, después de haber procreado a Federico y a una hermana suya, volvió a casarse. Le nacieron 7 hijos en las nuevas nupcias.
Los hermanos Severiano Gómez llegaron a valorar y a apreciar las facultades periodísticas de Federico y le pidieron fuera su corresponsal en Chilpancingo. En 1963 llegó, alquiló local en Pedro Asencio Alquisiras y ahí tuvo como colaboradoras distribuidoras de los ejemplares a varias muchachas, entre ella a Bertha Rodríguez Castillo (años después editora de una revista). Continuó su redacción deportiva y al paso de los años ganó concursos, ha sido galardonado y ha trabajado duro. Ese quehacer, de una u otra manera le trajo la invidencia.
 Hoy padece esa minusvalía. Es atendido en la ciudad de México. Los médicos le dicen que debe someterse a una operación. A raíz de ello puede haber recuperación o invidencia total. Hay personas buenas que lo apoyan, pero no es suficiente. Es hora de que el deporte en Guerrero y los periodistas agradezcamos esa trayectoria. 
 Federico, tiene 80 años y vive solo, como siempre.
 Hicimos el sábado pasado un comentario en nuestro programa de Radio (106.3FM) y de inmediato obtuvimos respuesta del colega Noé Segura Salazar. Ojalá podamos unirnos más para apoyar a Federico quien necesita solidaridad como él lo hizo en su momento con otras personas.
 (En la gráfica aparece Federico Quiróz Suárez recibiendo un reconocimiento del gobierno del estado en la administración de René Juárez Cisneros).

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