viernes, 1 de abril de 2016

COLUMNA

Las maestras

Apolinar Castrejón Marino
 Empecemos con un chiste: Estaba Adán en el paraíso, sólo y aburrido. Se le ocurrió buscar a Dios para decirle que le hiciera una compañera. Dios le respondió:
“Hijo ¿Estás seguro de lo que quieres? porque te va a costar un ojo, una pierna, un pulmón y una mano”. 
Al escuchar tan elevado precio, Adán se quedó pensativo y luego respondió: 
“¿...y por una costilla, que me darías?”.

 Este mal chiste y además misógino, es con motivo de que como usted sabe, algunos años atrás, los maestros eran admirados respetados y queridos, pero ahora son aborrecidos, insultados y vilipendiados. Se les considera flojos, incompetentes y corruptos.
Por tal motivo, fuimos investigar las situaciones con que se enfrentan los profesores y profesoras. En opinión de Analuci Ayora Vázquez “Los supervisores nos acosan, y buscan la manera  de comisionarnos de cualquier cosa,  para hacer que los acompañemos. Y luego hay que aguantar sus miradas lascivas, y los rumores de los compañeros que cuestionan los cargos que nos dan”.
“Las docentes en la educación básica somos mayoría. En la zona escolar donde me desenvuelvo actualmente, el 81.1% son mujeres. Sin embargo, a pesar de la feminización de la docencia, las actitudes discriminatorias por razones de género siguen siendo muy parecidas ya que las mismas compañeras se unen a las críticas”.
Recordamos con añoranza las épocas en que el maestro o maestra rurales, vivían en las comunidades, y se integraban para cambiar las condiciones de vida de los hogares. Los normalistas aprendían una clase que se llamaba “Desarrollo de la comunidad”. Pero ellas opinan: “Evitamos quedarnos en las localidades por la inseguridad, ya que el alcoholismo y el machismo provocan situaciones de intentos de violación, robos e insultos”.
“Otra cosa a la que nos enfrentamos las mujeres es el acoso de los maestros que no dejan de hacer su lucha por conquistarnos y ser reconocidos como el galán, ¡qué desagradable!. Los tipos de acoso sexual más frecuentes en el trabajo son: Chistes, conversaciones de tipo sexual, silbidos o piropos ofensivos, miradas lascivas, gestos obscenos, y guiños de ojos”.
El sexismo al que estamos acostumbradas nos hace en ocasiones responsabilizarnos, al preocuparnos en cómo nos vestimos o cómo nos comportamos: “A veces me siento intimidada por los maestros, con sus miradas y algunas veces sus piropos, a pesar de que trato de cuidar mi vestimenta para no llamar la atención”.
Las relaciones con las familias también son despectivas, pues consideran la figura femenina como menor e inútil. Platicando con una madre, sobre el avance de su hija, asegura que “…el año pasado le dio clases a su hija un maestro y con él la niña tenía más interés. Como era hombre le hablaba más fuerte. Prefiero maestro y no maestra, los niños necesitan autoridad”.
Las estadísticas señalan que en la mayor parte de las escuelas, los grados superiores se encargan preferentemente a los maestros, y los primeros grados (1° y 2°) a las mujeres, bajo el argumento de que “son maternales”. 
De acuerdo con la encuesta sobre igualdad entre mujeres y hombres en el ámbito educativo realizada por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), el 73% de las y los maestros encuestados considera que las autoridades educativas discriminan por razones de sexo al profesorado. 
Actualmente contamos con leyes, y programas orientados a eliminar la discriminación y proteger y garantizar los derechos humanos de las mujeres. Sin embargo, la legislación vigente no se ha traducido a realidades en la vida de las mujeres, los temas de violencia de género siguen presentes.

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