viernes, 1 de abril de 2016

PRIMERA PLANA

Memoria Costeña


T E T I T L Á N, tierra de Ensueño

 Raúl Román Román. El Indio de Iguala.- La población se halla ubicada sobre un ramal que se desprende de la carretera nacional entre San Jerónimo y Tecpan de Galeana, entre lomas, tierras de labor y huertas cocoteras, bajo un ambiente eminentemente costeño… la búsqueda fue exitosa, pues inicialmente se preguntó por el maestro Reynaldo Gervacio para que nos guiara en este propósito de investigación, pero nuestro gran amigo había salido muy temprano para El Ticuí, por lo que inmediatamente y tras el cuestionamiento a sus vecinos, nos indicaron quienes podían ser las personas que podían dar la versión más objetiva sobre el origen de la población, lógicamente con cierta desconfianza por los tiempos que se viven, y de parte del escribiente, para que no nos dieran una corretiza de pronósticos reservados…

Y aquí vamos sobre la versallesca historia de Tetitláaaaaannnnnnnnnnnnn.
“Yo nací en 1922 y el contacto con mis padres fue muy pálido, por lo que desde niño empecé a trabajar como mozo y luego en la agricultura. Yo vivía allá abajo, en el pueblito de San Miguel y ahí había unos ranchos que pertenecían a don Joaquín Berdeja y a Los Calala, siempre con los recuerdos de las pláticas de mi abuela y de mi madre que presenciaron y supieron de la lucha de don “Meregildo” Galeana, que me platicaron de sus andanzas, escaramuzas y tomas de los puertos de Manzanillo, Acapulco y Salina Cruz, a donde se escuchaba mentar, pues también mi primo fue clarín de la tropa de Galeana.
Ya un poco más sazoncito empecé a trabajar en el campo, sembrando maíz, ajonjolí, frijol, arroz y mucho algodón, además que el pescado aquí en Boca Chica no faltaba nunca, con birlices, robalos, lisas y roncos, todo bien sabroso, con chile cajeteado.
Ahí me juntaba con algunos amigos como José Medina, Abel Ortiz, Brito y Gumersindo Gómez.
Entonces se empezó a poblar aquí, que era puro monte, y se le decía El Barrio, adonde empezaron a llegar a la parte de arriba las familias de Amado Rumbo, Vicente Godoy, de Espiridión y el papá de Nacho Solís, que iniciaron este pueblo.
Ya después se le llamó Tetitlán, adonde llegaban familias de San Jerónimo y Tecpan, para buscarle a la vida… aquí se hacían fiestas humildes, pues daban pollo, marrano en relleno y hartas tortillas, con una musiquita de la banda de viento de los Hermanos Villegas de Tecpan… y ora sí, a bailar toda la noche.
Más adelante llegó un maestro que le decían “El Palillo”, era de fuera, pero tomaba mucho, hasta que un día lo encontraron muerto; después vino un profesor de Tecpan llamado Marcial Ríos Valencia, que le daba clases a todos los chamacos… eran muchísimos y en un solo salón; se iba y se venía a pie desde allá.
¡Y de repente, que se empieza a oír que venían los ejidos y empezó a haber dificultades con los finqueros, se empezaron a matar!
En ese entonces los políticos de aquí eran doña Tomasita Alejándrez, esposa de Tacho Rumbo y Juan Galeana, pero aun así estaba hundida la gente.
Aunque habíamos muchas personas que no sabíamos leer, siempre nos gustó el respeto, y en mi caso, siempre fui muy amistoso.
En una de ésas, que avisan que venía Lázaro Cárdenas a Atoyac, que hacen la invitación y nos fuimos como unas quince personas, sobre los caballos hasta allá.
Él venía a caballo, yo lo conocí como a dos pasos de ahí, sobre el puente de Atoyac… estaba toda la valla hasta el zócalo ¡iba en un caballón! Y pasó a saludar a todos.
Ya en la plaza, dijo el general Cárdenas:
-¡Vengo a repartir la tierra en ejidos y a dar garantías a los campesinos; todos los terrenos se van a expropiar, a algunos no les va a gustar, pero tenemos que hacerlo para que haya trabajo. Van a sembrar mucho maíz, frijol, ajonjolí y palma. Así los hombres del campo ya van a ser dueños de sus tierras, de sus ejidos y de sus parcelas!
Así que anuncia que se les iba a quitar los terrenos a los terratenientes para crear los ejidos. ¡Y sí lo cumplió!
Luego siguió diciendo:-¡Miren, vamos a hacer una cosa, les doy las garantías, ponen a un comandante y a un segundo y forman equipos de 11 o 12 personas, y por ahí les mando un material!… dinero no hay, pero les voy a mandar algunos materiales para que se ayuden y todos a trabajar.
Así fue como nos ayudó. En Tetitlán se nombró a Tacho Rumbo y a Juan Galeana, que ya venían reconocidos por Cárdenas, y así empezaron a llegar “cerrojitos”, riflitos del 30, también nos dieron arados, mulas, alambre… ¡y sí los mandó, poquito pero cumplió!
Pero empezó a haber problemas, porque los hacendados, que eran dueños de “La Finca” y de “Los 2 Potreros” empezaron a mandar a matar a la gente, que sólo traían el machetito y no querían pelear, pero llegaron los abogados y los ingenieros a poner orden o a mandar pues, que más… entonces se aplacaron.
Sólo don Concho Morales, él si era buena persona y mucho me quiso… ya platicó con el que mandaba y coordinaba.
-¡Don Concho, mire, la orden viene así y así, ahorita le van a explicar el licenciado y el ingeniero, para hacer el ejido!
-¡De acuerdo licenciado, ya no hay pa´trás! Sólo les voy a pedir una cosa de favor…sólo una cosa: lo que son mis terrenos… aquí les voy a dar para que hagan El Barrio… conmigo no va haber dificultad, no hay nada, lo único que les voy a pedir, que todo el corral que tengo allá arriba me lo dejen para que trabajen mis hijos… es lo único!
-¡Así va a ser don Concho, ya le queda harto terreno para sus hijos y de lo demás, todo va a ser para el pueblo, para sus paisanos!
-¡Sí, no quiero perjudicar a nadie, pero que me respeten los terrenos para los hijos, yo no quiero dificultades… quiero yo andar libre con mi carreta!
Y así fue…
En su mayoría, los terrenos adonde está Tetitlán eran de don Concho.
Yo soy ejidatario, no tenía la edad, pero como conmigo se completaba la lista, por eso me pusieron 18 años y si ¡estoy registrado en México!… y luego luego a sembrar…
Tuve mi carreta, mi ganadito, iba en la mañana y en la tarde a cuidarlo y a ordeñar, aunque estuviera lloviendo… llueve y llueve, por eso traía la mitad de leche y la mitad de agua. ¡Ja, jaa, jaaa!
En ese tiempo $20 pesos costaba una vaca escogida, hasta que mi esposa dijo que para que me mataba tanto y que me convence para vender las vacas, porque me iba a ser viejo pronto…
Ya después se hizo una capilla, se buscó el terreno a donde ahora está, venía el padre, creo que era Vivanco y la hicimos entre todo el pueblo, pero vino “El Tara” y que la hace pedazos…
 ¡Listo! (Desde el hermoso lugar de mujeres.(sintesisdeguerrero.com.mx). 

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