miércoles, 15 de junio de 2016

ARTICULO

Un Ángel Junior
Juan López
 Cuando el presupuesto público es el único horizonte de un junior que se ha acostumbrado, desde la cuna a vivir de las bondades de la nómina, es muy difícil para los ciudadanos entender cuántas son las obligaciones de la sociedad para colmar de bienes y cargos a los que se aceptan como políticos, cuando a lo más que llegan es a ser eternos perseguidores del poder y sus enormes beneficios.

El día de Ayer hizo su aparición en Chilpancingo Ángel Aguirre Herrera, hijo de lo mismo. Aspirante a una sinecura: lucro, provecho, prebenda, ventaja, como son tantos los adjetivos que definen la transa desde el impune pódium del cacicazgo hereditario de una dinastía novata pero muy ansiosa por sostenerse en los márgenes de las decisiones autoritarias de un régimen que se asimila como la prolongación de la familia en un estilo rupestre del nepotismo.
El padre, que es un clásico ejemplo del trepadurismo, lo único que logró en toda una vida dedicada a la politiquería, fue enriquecerse. Acumular posiciones: secretario, jerarca del PRI, legislador federal, gobernador interino, senador de la república y otra vez gobernador en elección trucada al cambiarse de partido en el último momento.
O sea que la lealtad no es una de sus fortalezas. Sabe fingir bien y como los lirios que crecen en el capitel de un muro, suele inclinarse hacia donde el viento sopla. Ésta que es una debilidad heroica en el pusilánime, no lo es en el vicioso, en el esperpento, en el estadista fallido, en el déspota sin ilustración ni cultura.
Por eso retorna sin prejuicios ni disculpas. Vuelve como si su huida hubiese sido una honrosa escapatoria; Hacen una mancuerna como si no adoleciera el uno de lo mismo que el otro: pícaros ambos, los dos corrompidos de la más garrafal torcedura: la impunidad vil y el descaro insolente. No hay términos medios: el sinvergüenza lo es de tiempo completo y de moral anodina como el árbol sin sombra, como la luciérnaga apagada.
El pez no puede vivir fuera del agua. Igual ninguno de los Aguirre se siente seguro marginado de la francachela del poder. La política es para ellos el estruendo de la alharaca, la matraca que suena al ritmo de su movida. No piensan, no fabrican ideas ni ilusiones. Son estériles como la tierra sin el manto de la lluvia, como las piedras que no se ablandan ni con la inclemencia de la intemperie.
 Su traslado a la actualidad pasa por los 43 desaparecidos en Iguala. No fue una hazaña maldosa ni un recuerdo aleve. Se trató parece de un genocidio, de una infamia con la juventud y de una traición a la historia. El crimen de pandilleros, no vale una misa.
 Guerrero tiene memoria. No merecemos que estos Aguirres dejen a un lado el martirio juvenil de Ayotzinapa y lo olviden por el gusto y el prurito de volver a alcanzar las mieles de las canonjías que sólo el poder malhabido otorga a sus diabólicos feligreses.
Si deseamos un pueblo con anhelos superiores al espíritu de sus matarifes, empecemos por no admitir ni arrepentidos a quienes huyeron  por el delito de omisión-comisión en la masacre de Iguala de la Independencia.
PD: “Dios perdona; las leyes castigan”: Nicolás Maquiavelo.

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