lunes, 22 de agosto de 2016

COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista
 Dr. Raymundo Abarca Alarcón
Médico Militar y gobernador
 El doctor Raymundo Abarca Alarcón nació en Chilpancingo donde
estudió la Escuela Primaria. Debido a que no había Escuela Preparatoria y quería hacer una carrera, se trasladó a la ciudad de México. Después de esos estudios en el DF hizo examen para ingresar a la Escuela Médico Militar y ahí estudió la carrera de Medicina.
 Nació un 18 de febrero. Sus padres fueron don Antonio Abarca Memije y la señora Genoveva Alarcón Leyva. Casó con doña Jovita Delgado Rueda, originaria de la ciudad de Iguala, quien nació un 15 de febrero y con quien procreó varios hijos: Yolanda, Silvia, Antonio y Raymundo. 

Al egresar de la Escuela Médico Militar fue enviado a Lerma, en el Estado de México, ahí se reencontró con su señor padre, don Antonio Abarca Memije quien se había ido con los revolucionarios y no regresó a Chilpancingo. Don Antonio tenía el grado de Capitán Segundo en tanto que su hijo tenía el grado de Teniente Coronel. De Lerma cambiaron al 6° Regimiento de Caballería a la ciudad de Iguala, Guerrero. El doctor Abarca fue enviado para desempeñar su profesión en la región de la Tierra Caliente, la que recorrió a caballo porque no había carreteras.
 Fue en la calle de Obregón, de Iguala, donde estableció su hogar y consultorio. Su actividad profesional la desplegó hasta la población de Mezcala donde era médico de los mineros. Viendo la situación de la niñez enfermiza, planeó, junto con otros médicos, que los sábados darían consulta sin cobrar nada y así se hizo por mucho tiempo en beneficio de los hijos de los mineros y campesinos de la región.
Doña Jovita Delgado desempeñaba su carrera de Educadora en los jardines de niños. Fue hija de doña Petrita Rueda y de don Gustavo Delgado, originario de Teloloapan. Doña Jovita tuvo un hermano, Gustavo quien falleció antes que ella. Los hermanos del Doctor Raymundo Abarca Alarcón fueron Enrique, Matilde, Ángela y Teresa.
Cierta ocasión llegó al sanatorio un pedido de medicina, doña Jovita y su hija Yolanda lo estaban sacando cuando repentinamente sonó el teléfono. Fue Yolanda quien contestó y le dijeron que hablaban de la Presidencia de la República. “Papá te hablan de la Presidencia”. El doctor contestó: “Sí, ¿a qué horas? ¿Mañana a las once en Palacio? ¿Por la puerta de en medio? ¡Ahí estaré!”
“Mi papá solamente nos dijo: me llamaron de la presidencia, y se fue al otro día a la ciudad de México. Era el presidente López Mateo quien le hablaba. La tarde del sábado llegó a Iguala. En México se encontró a mi hermano quien estaba estudiando allá, pero no le dijo nada. Sólo a mi mamá. 
“Mi papá citó a mi tío Bulmaro Tapia y llegó con él el licenciado Alberto Díaz Rodríguez. Mi mamá tenía su farmacia y nos fuimos a cuidarla con mi mamá. Ya cuando íbamos a llegar al Salón Bugambilias, a mi hermana y a mi nos dijo: Les voy a decir una cosa, creo que a tu papá le ofrecieron el puesto de gobernador. A nosotros nos alegró. Le digo, ¡ah, qué bien!, pero nos tenemos que ir a vivir a Chilpancingo, pero ni modo.
“Mi papá les dijo que iba a ser el candidato. Eso fue como por febrero o marzo de 1962. Para nosotros fue lo máximo porque cambiaron todas nuestras actividades. Yo tuve a una niña, a Leti, el 31 de marzo de 1962. El día que tomó posesión vino el presidente Adolfo López Mateos y le dijo: Tengo mucha fe en usted, y mi papá cumplió con todo”.
“Mi mamá hizo un grupo de señoras para organizar lo del Instituto de Protección a la Infancia. Mi papá fue muy trabajador porque estaba Chilpancingo muy mal, no había calles, casi. Mi papá no era nada chocante, él manejaba su carro, montaba a caballo, iba al cine solo, iba a asearse el calzado al zócalo, solo. Se venía al Palacio de gobierno también, solo, caminando. Tenía ayudantes pero siempre andaba solo. 
“Chilpancingo ha sido una población que recibió mucho de mi papá y yo vi que no le agradecieron a mi papá, y digo: Bueno, mi papá tanto que hizo por Chilpancingo, porque a Iguala casi no le hizo nada, solamente una fábrica de aceite y a ferrocarriles, porque ahí trabajaba mi papá como médico. Aquí hizo muchísimas obras.
“Juan Ruiz de Alarcón era una calle de terracería, no había banquetas, el drenaje tampoco, si querías entrar a tu casa tenías que poner una madera o una piedra. No había la calle de Álvarez, toda la hizo en cinco meses; e hizo la plaza cívica con un monumento a los héroes. Mi papá entró en abril y en septiembre vino el presidente a inaugurar obras, entre ellos el Seguro Social. Hizo el edificio del CREA, fue la última obra de ese tipo, esa obra era para Acapulco.
“Hizo varias escuelas primarias, entre ellas la Escuela José María Morelos y Pavón de Chilpancingo, también la Escuela Secundaria y él no supo que iba a llevar su nombre, porque hasta después que murió se lo pusieron. Cerró la barranca e hizo calles a la altura del cine Colonial. En casa se recibió al presidente de la república y a todos sus secretarios, a Benito Coquet, a Luis Echeverría, a Miranda Fonseca, a todos los secretarios. López Mateos inauguró la avenida Álvarez.
El doctor Abarca Alarcón falleció un nueve de febrero. “Ya estaba preparándose para su fiesta de cumpleaños que sería el 15. Murió un lunes, a los 64 años de edad. Falleció del corazón. Salí a comprar pintura porque era Martes de Carnaval al día siguiente. Yo estaba pintando mis cascarones para el jardín de niños y cuando entré vi a los periodistas Armenta, Nava Landa y otro que andaba mucho con ellos, Eulalio Espinosa. Mi papá tenía su despacho aquí en la entrada de la casa de Juan Ruiz de Alarcón, yo estaba solita; mi mamá estaba arriba haciendo unos manteles.
“Y me dice mi papá: Mira, me dicen que yo soy culpable de la muerte del rey Lopitos, que yo, que Urbano Luna, todos, el procurador. No papá, no les hagas caso. Y entonces caminó él, y atravesando la sala fue cuando se cayó, se quiso agarrar del sillón y se cayó, eso fue en la calle de Ignacio Ramírez 35 el 9 de febrero como a las ocho de la noche. 
“Se fue cayendo porque le dio el infarto. Yo corrí: Papá, papá y lo quise levantar, y, ¿cuándo me lo aguantaba? Le grité a mi mamá: Mamá, mamá y salí. Mis manos se llenaron de sangre porque mi papá se golpeó en la mejilla al caer. Ya no me respondió. Iba pasando por la calle un señor con su esposa, y le hablé. Venga a ayudarnos, y salí con la vecina, la Chacha para usar el teléfono, porque dejas de ser algo y te cancelan hasta el teléfono. 
“Me fui en mi carro a traer al doctor Rojo, estaba dando consulta. Le dije: venga, no sé qué le pasó a mi papá. Sacó su maletín y ya no me dejó manejar. Ya cuando llegamos a casa a mi papá lo habían puesto en un sillón. Yo no reconocí a nadie. Mi mamá le decía: doctor, póngale esto. Y ya después que le hicieron tanto y todo, dijo el doctor: Ya está muerto. Fue donde le dije a mi mamá, mi papá ya está muerto. Hablamos a Iguala para que trajeran la caja.
El doctor Raymundo Abarca Alarcón y doña Jovita, su esposa, están sepultados en Chilpancingo, “pero yo me los quiero llevar a Iguala. Mi papá es el mejor hombre que he conocido, y mi mamá también, muy trabajadora. El papá de mi papá tuvo familia, se fue a la revolución, tuvo hijos, una hija que fue enfermera y dos hijas más. 
“La que se llama Cuquita es la esposa de Vicente Fernández, así que Alejandro Fernández y su hermano son hermanos de mi papá, son medios hermanos. Nosotros somos primos de Alejandro Fernández. Mi hija, Norma Leticia Méndez Abarca, ahora de Trujillo, está de juez. Tengo un libro que hizo mi nieto, quien acaba de terminar la carrera de medicina. Y acaba de hacer un libro donde habla de un médico que es mi papá”.

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