martes, 25 de octubre de 2016

COLUMNA

 El gobernador espantapájaros


Apolinar Castrejón Marino
Debes de estar cansado de permanecer inmóvil en este campo solitario -dije un día al espantapájaros-.
La dicha de asustar es profunda y duradera; nunca me cansa -me contestó-.
Reflexioné un instante, y luego le dije:Es verdad; yo también he conocido esa dicha.
Su respuesta me dejó perplejo.
Sólo quienes están rellenos de paja pueden conocerla.
Entonces, me alejé del espantapájaros, sin saber si me había elogiado o insultado.

Transcurrió un año, durante el cual el espantapájaros se convirtió en filósofo. Y cuando volví a pasar junto a él, vi que dos cuervos habían hecho un nido bajo su sombrero.
De manera vil e impune, el gobernador Héctor Astudillo aparece diariamente en mensajes públicos auto elogiándose por el buen rumbo que conserva el Estado de Guerrero, lo cual atribuye desde luego a su talento y capacidad.
Ridículamente, utiliza las redes tecnológicas para saludar, felicitar, y elogiar a su esposa. Como si no se vieran en su casa, para decirle todo lo que quiera….en persona.
Pero todos esos “guayabasos” con que se regodea, caen estrepitosamente ante los resultados de los estudios que realizó recientemente el Gabinete de Comunicación Estratégica, en los cuales se rebela que Chilpancingo, la capital del Estado, es la peor ciudad de la república para vivir.
Del 30 de junio al 19 de julio del  presente año,  el Gabinete de Comunicación Estratégica, realizó 30 mil 400 entrevistas telefónicas, en las ciudades con mayor población del país, utilizando tres tipos de mediciones: Índice de calidad de vida, Índice de satisfacción de los servicios públicos, e Índice de satisfacción del desempeño de las autoridades.
Ciertamente, la encuestadora denominada Gabinete de Comunicación Estratégica, es una empresa privada que ha tenido sonados fracasos, especialmente en lo que hace a los resultados electorales en diversos comicios estatales. Y además, hay que tomar en cuenta que su director general es el político priista Liévano Sáenz.
Pero los únicos que no mienten, son los ciudadanos, y por ello, decidimos salir a la calle, a preguntar a la gente su satisfacción de los servicios públicos: recolección de basura, alumbrado público, y vialidades. Desde luego, la calificación fue completamente negativa.
Lo mismo sucedió con el mantenimiento de parques y jardines, atención a fugas de agua potable y pavimentación y bacheo. La sociedad también reclama falta de desazolve de drenaje y coladeras, control de comercio irregular y ambulantaje, mala atención en centros de salud y clínicas públicas.
Entonces ¿Si es cierto que los habitantes de la Ciudad de Chilpancingo tienen la peor calidad de vida? Basta observar la vida cotidiana de los chilpancingueños, y efectivamente, atestiguamos que el servicio de transporte colectivo es de lo peor, los mercados son un asco, y los policías son tan siniestros como los delincuentes.
La gente protege sus casas con rejas y alambradas, deja sueltos a sus perros y coloca cámaras de vigilancia, y a pesar de todo, al menor descuido les roban sus pertenencias: tanques de gas, herramientas, y tuberías de cobre. El colmo es que los ladrones se llevan hasta la ropa de los tendederos, y en un tris los ciudadanos pierden lo poco que tienen.
Otras ciudades con muy mala calidad de vida son: Acapulco, Tuxtla,  Gutiérrez, y Ecatepec. Y en el lado contrario, las ciudades en que se vive mejor son: Mérida, Saltillo, Aguascalientes, Colima y Campeche.
Ciertamente, la calidad de vida es un concepto complejo que requiere para su entendimiento métricas objetivas, y mediciones sobre lo que los ciudadanos sienten y perciben: buen ambiente de convivencia ciudadana, limpieza atmosférica, centros de esparcimiento y diversión. Pero lo más importante es la valoración que hacen los ciudadanos de su realidad.



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