jueves, 27 de octubre de 2016

COLUMNA

 Cosmos

Héctor Contreras Organista

 EL PADRE OSORIO Y EL TEOPANCALAQUIS
(Entrevista)
El 27 de octubre, el apreciado sacerdote don Humberto Osorio Refino, cumplía años-
-Cuando nos referimos a los festejos de diciembre en Chilpancingo, mencionamos con frecuencia, porque así nos lo indica la tradición, la existencia del Teopancalaquis que, según los enterados esa voz náhuatl quiere decir entrada al templo, o danzas frente al templo. Esto sucede la noche del 24 de diciembre en la iglesia de Santa María de la Asunción, durante la misa “de gallo”. Entran los danzantes al templo, llegan al altar mayor, se arrodillan, se persigan y salen y siguen danzando. En su opinión, ¿qué significa el Teopancalaquis en todo este universo de la tradición?

 “Entre las bellas tradiciones de nuestro pueblo, efectivamente existen algunas que yo llamaría liturgias, celebraciones de nuestros antepasados que tenían como centro el culto divino, alguna vez equivocado, lógicamente, pero muchas veces centrado en la religión cristiana que nos trajeron los misioneros. Los misioneros tuvieron, diríamos, como un signo, la inculturación. ¿Cómo pudiéramos definir la inculturación? Es decir, que sin perder la riqueza de las tradiciones, la belleza de las danzas, los ritos, se les pudiera poner un sentido religioso. Entonces, sin destruir, decía yo, el arte, la cultura, la civilización del pueblo antiguo se le pusiera esta inculturación, es decir, un traje cristiano. Esto lo encontramos, por ejemplo, en las danzas, en las piñatas, la danza de los diablos y entre esos ritos encontramos la adoración al verdadero Dios en las fiestas de mayor remembranza de nuestro pueblo, como es la Navidad. Entonces, a estos obedecía que efectivamente acudieran a un santuario, a un templo, en donde danzando entrababan a venerar a Dios, darle gracias, algunas veces por acontecimientos muy hermosos como son las cosechas, la vendimia, a recoger la cosecha de los campos y llegaban danzando. Los campesinos iban con sus milpas, pero siempre llegaban acompañándose de las danzas más tradicionales. Aquí, en nuestra región, lógicamente que los tlacololeros tuvieron un significado muy importante porque es una danza que nos habla precisamente de la vida del campesino, de cómo combatía las plagas, de cómo cuidaba sus siembras y de cómo cosechaba el fruto de su trabajo.
 El Teopancalaquis era una reunión del pueblo, reunido a través de sus danzas, de su música. Precisamente, para celebrar ese culto pudiéramos decir que su nombre exacto es un sincretismo, porque es una mezcla de ritos paganos, pero también una mezcla de ritos o de doctrinas ya cristianas.
 La última venida del Papa nos dio oportunidad en La Villa de Guadalupe de ver las danzas entrar a La Villa y ver danzar ahí, frente a la virgen de Guadalupe, la Tonantzin, y delante del Papa. Esto es muy rico y es algo que debemos aprovechar.
 Posteriormente, lógicamente se ha ido perdiendo esto, pero tendríamos que cuidarlo, porque es un signo, una señal de nuestras tradiciones, de nuestras creencias y de nuestra vivencia propiamente nacionalista. Así pudiera yo hacer una pequeña síntesis y posteriormente decirte algo acerca de la pieza musical que precisamente se llama Teopancalaquis. Fue compuesta por el maestro de Iguala, el director de la Banda de Música del Estado, José A. Ocampo. El hizo varios arreglos, creo que en esta pieza del Teopancalaquis hay una reunión de músicas de distintas regiones del estado y de algunas muy antiguas.
 Creo que ahí, si no me equivoco, hay una pequeña copla del Himno a Guerrero, remata con eso. De ese himno yo he buscado sus raíces. Hubo un maestro en Huamuxtitlán, el maestro Galindo, de una categoría muy grande, que desgraciadamente su música se la compraron o se la regaló a Estados Unidos, allá la explotaron más que en Guerrero.
 Yo pienso que él fue el autor del Himno Católico: “Venid, oh, cristianos, venid y adoremos, el gran sacramento que está en el altar”. Y alguien aprovechó esa música de este canto religioso para hacer el Himno a Guerrero, que ya es con sentido patriótico que es interesante, y otros arreglos entraron a esta melodía del maestro Ocampo que dejó una huella muy importante y que precisamente ayer platiqué con don Artemio que era el subdirector de la Banda en el tiempo del maestro Ocampo, y él con lágrimas en los ojos me platicaba con mucha tristeza cómo se opacó la personalidad de don José Ocampo, cuando en una fiesta que se celebró en el Palacio de Gobierno la autoridad pidió que le tocaran un rock and roll y dijo: mi banda no toca ese tipo de música y lo cesaron, es lo que me platicaba don Artemio con lágrimas en los ojos. Don Artemio vive, es un hombre de ochenta años y fue subdirector de la Banda del maestro José A. Ocampo. Es lo que pudiera decir del Teopancalaquis”.
 -¿De qué manera vivió usted cuando era niño, el Teopancalaquis?
 “El Teopancalaquis nos daba oportunidad a muchas gentes de Chilpancingo, a hacer un mitin. Se hacía un repique de campanas en lo que es la catedral de Santa María de la Asunción y la gente bajaba de San Mateo, de San Antonio, como que corríamos, sobre todo los niños, a hacer un gran círculo frente a la parroquia donde por una hora bailaban las danzas y después entraban.
 Recuerdo al padre Agustín que les recibía en la puerta y entraban danzando antes de despedirse del pueblo y con eso iniciaba propiamente la feria de la Navidad”.
 -Cuando estuvo usted a cargo de Santa María de la Asunción, ¿le tocó repetir esa liturgia?
 “Varias veces, y me daba gusto, aunque algunas gentes lo veían a mal porque como que no entendían porqué entraban las danzas, yo siempre les di explicación, y algunas veces cuando tengo oportunidad de estar celebrando, por ejemplo aquí en Santa Cruz, en la fiesta de la Cruz y llegan los tlacololeros, siempre los invito a que pasen. Pasan al altar, se persignan y se salen. A ellos les da gusto, les da alegría y a nosotros nos debe dar lo mismo”.
 -¿Cómo vivió Humberto Osorio Refino como sacerdote la feria de San Mateo? ¿le tocó vivirla allá?
 “Varios años. Precisamente me tocaron los años del cambio. Algunas veces hasta se me achacó que yo tenía culpa. Propiamente la iniciativa del cambio fue del señor presidente municipal Elías Naime Némer, tomando en cuenta que el terreno ya no se prestaba para eso, en contra posición a lo que era antes, porque antes, para que la Feria de San Mateo tuviera gente, fíjate qué curioso: obligaban a los mercaderes a subir, a hacer plaza allá. Como que no era lo mejor. Pero después creció, aumentaron los puestos, tuvo más fuerza la feria y se impidió que subieran los comerciantes, pero la plazoleta del barrio, el jardín ya no era lo mejor. Entonces, Elías Naime pensó en su cambio. Se hicieron algunos ensayos, una vez se hizo en la alameda, otra vez en otro lugar, pensando en eso. Todavía el corral de toros estaba en la calle 5 de mayo y el palenque de gallos se hacía en el atrio de la iglesia de San Mateo, ahí se prestaba el atrio y ahí se hacían los gallos y era un lugar demasiado menor. Después, por decreto de las autoridades se pensó en el lugar donde hoy se celebra que ya es muy grande, pero pienso que por las dimensiones de la feria, debe tener mejores características, debe mejorarse, porque viene gente de muchos estados, vienen con muchas ilusiones de disfrutar la feria y luego hay muchas incomodidades. Ahí se debería hacer un buen proyecto, ojalá que se haga, para que el pueblo disfrute de la feria de la Navidad y Año Nuevo”.
 -¿Qué sacerdotes fueron los que iniciaron este apoyo a la feria?
 “Tú sabes que yo conocí mucho al padre Agustín M. Díaz, que dirigió la parroquia, ya no me tocó conocer al padre Margarito, pero el padre Margarito Escobar es un historial, es un monumento. Yo he leído muchas de sus vivencias, su modo de predicar tan sencillo y cómo era un santo para el pueblo. Cómo peregrinaba por el pueblo montado en un burrito, así iba a ver a los enfermos. Un sacerdote muy santo, además que Dios le concedió muchas virtudes, fue un maravilloso pintor. En la parroquia de Zumpango se encuentran dos o tres pinturas del padre Margarito y que yo las considero muy valiosas. También fue dado a escribir sonetos y algunas coplas, también con mucho sentido. Y algo muy interesante de él, fabricaba vino con uva silvestre y era agradable que lo visitara la gente, sobre todo cuando eran gentes de importancia, porque siempre les invitaba un buen vino, y decía que frente a un buen amigo, un buen vino y que así se vivía más. Era un decir de él, un hombre muy humilde, muy sencillo que hizo historia, creo que estos dos sacerdotes debemos guardarlos en la memoria religiosa de nuestro Chilpancingo”.
 -Al hablar del padre Agustín y del padre Margarito estamos hablando de fomentar no solamente el espíritu religioso sino también de dar cabida a la participación de nuestras danzas, vivir la tradición de Chilpancingo...
 “Así fue en los barrios, en San Francisco, en San Antonio, en aquellos tiempos se fomentaban las fiestas religiosas. Si no ando mal informado, el padre Agustín regaló tanto a San Antonio como a San Mateo dos imágenes de la virgen de las Natividad, y se hacían esas fiestas con mucho refuego, con mucho ánimo, además de las fiestas tradicionales de San Francisco y San Antonio, San Mateo y Santa Cruz. El fue alma en esto y siempre lo veíamos muy activo. A esto agregaríamos la magnífica labor de construcción, tanto del padre Margarito que continúa los muros de Santa María de la Asunción como del Padre Agustín que logra colocar las naves que tienen unos arcos de acero que el padre trajo desde Monterrey, increíble, porque entonces la carretera era muy difícil, sin embargo la catedral de la Asunción tiene arcos para la bóveda muy fuertes, de acero, traídos de la fundidora Monterrey, y su trabajo por terminar el templo, las torres, el piso, la decoración y muchas cosas valiosas que el padre Agustín realizó aquí en Chilpancingo”.
 -De las campanas se habla inclusive de que una de ellas tiene una aleación de oro...
 “Bueno, hay tradiciones. Yo lo que sé de las campanas es que yo conocí la primera, y después conocí la segunda que estuvo buen tiempo ahí en el atrio y que fue donada por el señor León Calvo, el señor mayor. El obsequió esa campana grande. Recuerdo cuando la subieron con unas grúas con mucha gente y con muchos riesgos, es pesada, es grande, es lo que recuerdo, y de don Marianito que era el sacristán de la iglesia y que hacía repiques maravillosos porque movía las dos
 campanas, aparte las campanas chicas y era un repique además de alegre muy significativo”.
 -En relación al espíritu chilpancingueño diríamos que el chilpancingueño siente algo que le corre por las venas muy especial cuando oye el pito y el tambor en las calles, a lo lejos, y el estallido del chirrión tlacololero, ¿qué impresión le causaba a usted de niño y qué impresión le causa ahora?
 “Cuando yo era niño, como todos los niños, nos daba miedo enfrentarnos a un tlacololero por la fuerza que tenía, por la forma como iba vestido y además por los chirrionazos que daba. Después uno va entendiendo y nos dábamos cuenta que se golpeaban en la espalda o en la mano cubierta de costales y que no se lastimaban. Por otro lado, nos caía en gracia ver al tigre correr entre las banquetas, correteando a los niños, tratando de asustarlos y era algo muy simpático. Lo que sí es muy bueno, yo no tengo la capacidad de hacerlo, es valorar la música, porque la música no es un sonsonete, ni es una repetición de sonidos, sino que es una música armoniosa, muy
interesantes las coplas, dígase así, de los tlacololeros. Vale la pena. Además del romance o de las coplas que se recitaban, que no las conozco, las leí hace tiempo, creo que el doctor Vega escribió un libro donde están las coplas, que no conozco.”
-El reportero, ¡al fin tlacololero!, improvisó una de esas relaciones al padre Osorio y que dice así:
 Este es el tigre afamado, Maizo
que ha bajado de un velorio,
gran susto le vino a dar
al padre Humberto Osorio,
y este señor de asustado
ha venido a  predicar
que como al tigre lo agarremos, Maizo,
las limosnitas de Santa Cruz nos va a dar...
 -¿A usted alguna vez le dieron ganas de vestirse de tigre o de tlacololero?
 “No precisamente ganas de vestirme, pero sí de bailar y de seguir esas coplas porque son muy animosas y las remedábamos en la escuela o en  los juegos, remedábamos el ritmo del tlacololero que va alzando un pie, no precisamente pensé en vestirme de tigre o de tlacololero pero sí nos motiva mucho ese tipo de danzas. En muchas partes donde por primera vez llega la danza de los tlacololeros es una verdadera admiración sobre todo por la vestimenta. En Chichihualco se visten con un sombrero grande, con muchas cadenas de cempasúchil, yo no sé cómo aguanten ellos bailar con ese peso. Son cosas muy simpáticas, muy interesantes de nuestro estado de Guerrero”.
 -¿Qué significa para usted el tlacololero?
 “Es el folclor de nuestro pueblo, todos los pueblos tienen sus tradiciones, tienen su belleza, tienen su ideología, tienen su historia, pero en todos los pueblos debemos buscar el folclor. El folclor es el lenguaje nato, es el lenguaje que sin palabras, otras veces por ritmos o por sonidos o por danzas nos dicen muchas cosas, y nos habla ahí de un pueblo bullanguero, de un pueblo entusiasta, de un pueblo unido, de muchas cosas hermosas que debemos cuidar. La cultura de nuestro pueblo debemos rescatarla y animarnos a protegerla y fomentarla en la medida de nuestras posibilidades. Yo pienso que en las ferias, por ejemplo, la de Navidad, exprofeso tiene que haber alguien encargado, que no por fines de lucrar algún dinero, de cobrar o cosas por el estilo, sino el simple hecho como lo hacen en algunas partes, de fomentar esas danzas, es algo que debemos hacer. No precisamente yo voy a preparar la danza de los Moros y voy a cobrar tanto. No, sino como una expresión del amor a nuestro terruño: gratis y sobre todo reconociendo que nuestro pueblo puede sacar mucho provecho de ese tipo de danzas”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por leer La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, Realice su comentario.