lunes, 10 de octubre de 2016

PRINCIPAL DE PRIMERA PLANA

Asesinato de normalistas, 
estrategia de “exterminio”


Ezequiel Flores Contreras.--El lunes 3, el gobernador de Guerrero, el priista Héctor Antonio Astudillo Flores, difundió la buena noticia de que en septiembre pasado el índice de homicidios dolosos en el estado disminuyó 35 por ciento en comparación con agosto.

Al día siguiente, martes 4, se dio a conocer que los estudiantes de cuarto año de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa Jonathan Hernández Morales y Filemón Tacuba Castro, así como el profesor Juventino Carranza Tejacal, fueron asesinados durante un asalto a una camioneta del transporte público en la carretera federal que conecta la región Centro con La Montaña.
En una conferencia de prensa realizada el miércoles 5 en el casco de la normal, donde se realizó el funeral de los jóvenes, Ernesto Guerrero, presidente del Comité Estudiantil Ricardo Flores Magón de la Normal Rural, señaló que el ataque forma parte de una “estrategia de exterminio” contra Ayotzinapa y recordó que de 1988 a 2016 han sido asesinados ocho normalistas y 43 siguen desaparecidos.
También exigió el esclarecimiento del crimen y reprochó la pasividad gubernamental frente a la violencia, además de la complicidad de autoridades de los tres niveles y del Ejército con los grupos delictivos.
Jonathan Hernández y Filemón Tacuba estaban cerca de egresar y realizaban sus prácticas profesionales. El primero es originario de la comunidad Los Saucitos, municipio de Tecoanapa, y el segundo de Apantla, Ayutla de los Libres, ambos en la Costa Chica.
La versión oficial indica que se trató de “un asalto realizado por delincuencia común” y que los estudiantes fueron asesinados porque “opusieron resistencia”. Para sustentarlo, el fiscal del estado, Xavier Olea Peláez, informó que los asaltantes utilizaron armas de bajo calibre.
No obstante, reportes oficiales incluidos en la investigación ministerial señalan que junto a los casquillos de calibre pequeño (.22 milímetros) también se recogieron en la escena del crimen casquillos .9, considerado grueso calibre, que es de uso exclusivo de las Fuerzas Armadas y corporaciones policiacas.
VERSIÓN DE UN TESTIGO
Un sobreviviente del asalto entrevistado por Proceso afirmó que los primeros baleados fueron los dos normalistas, quienes nunca opusieron resistencia. Añadió que los criminales huyeron en un auto azul y una camioneta roja, y no corriendo, como afirmó el gobierno estatal.
El pasajero entrevistado por este semanario señala que la vagoneta Urvan de la ruta Chilpancingo-Tixtla, marcada con el número 40, salió pasadas las 17:00 horas de la base Vicente Guerrero, ubicada en las inmediaciones del mercado central de la capital guerrerense. Ahí la abordaron los dos normalistas, un profesor y otras cinco personas.
Todo iba bien. A decir del testigo, una persona compartió sus alimentos con los estudiantes, quienes se mostraban alegres porque habían obtenido buenas calificaciones en las prácticas que realizaban en el internado Adolfo Cienfuegos y Camus, en Tixtla. Uno de ellos expresó que al llegar a la normal le iba a hablar por teléfono a su mamá para agradecerle el envío de dinero.
Kilómetros más adelante, en las inmediaciones de la colonia Indeco, en la zona oriente de Chilpancingo, abordaron la unidad 40 al menos cinco hombres que olían a alcohol y ocuparon dos hileras de asientos en la parte trasera.
Tras pasar un retén de la policía estatal en la salida oriente, ya alejados unos cinco kilómetros de la mancha urbana, uno de los sujetos le dio un cachazo en la cabeza al chofer y lo obligó a detener la vagoneta en una zona de curvas de la vía federal, sobre el carril que lleva a Tixtla.
“¡Esto es un asalto! ¡Entreguen todo lo que traigan, hijos de su puta madre! ¡Bájalos a todos, ya se los cargó la verga a estos pendejos!”, dijo un hombre empistolado que disparó dentro de la unidad. 
El entrevistado recuerda que los delincuentes obligaron a bajar primero a Jonathan y Filemón, quienes dijeron que no tenían nada más que cuadernos en sus mochilas porque eran estudiantes. Sin decir nada, los sujetos les dispararon a corta distancia en la cabeza y el pecho. Este dato coincide con el dictamen de la necropsia consultado por Proceso.
Los demás pasajeros se asustaron y gritaron. En la confusión, al menos dos jóvenes que viajaban en el frente de la unidad 40 se escaparon corriendo por el monte. Los restantes fueron obligados a colocarse en fila sobre la cuneta y con la vista hacia abajo.
Enseguida le dispararon al profesor Carranza, originario de la comunidad de Acatempa, municipio de Tixtla, y trabajador del Instituto Estatal para la Educación de Jóvenes y Adultos. “Lo mataron de un tiro en la cabeza porque no podía sacar la cartera de su pantalón”, narró el sobreviviente.
Otro joven imploró a los pistoleros que no le quitaran su dinero porque era para pagar las medicinas de su madre, pero le asestaron un tiro en el hombro. Y una mujer que se puso nerviosa y no podía quitarse una bolsa que llevaba terciada recibió un balazo en el pecho. Al caer le manaba sangre de la boca. “Creí que estaba muerta”, dice el testigo.
A diferencia de los dos normalistas y el profesor, quienes recibieron disparos en la cabeza, las otras víctimas sólo fueron heridas y su estado de salud se reportó estable.
El resto de los pasajeros y el chofer ya no fueron agredidos ni despojados de sus pertenencias porque los automovilistas que pasaban por ahí hacían sonar el claxon para alertar del crimen. Los delincuentes dispararon contra los autos que circulaban en el carril que lleva a Chilpancingo.
En ese momento el testigo se tiró al piso. Dice que había otras personas tiradas en la carretera. Vio que los tripulantes de una camioneta roja levantaron algunos cuerpos, los arrojaron en la caja del vehículo y se dirigieron hacia la capital.
A su vez, los asaltantes escaparon en un automóvil azul, que el entrevistado no recuerda en qué momento llegó o si ya se encontraba en el lugar del crimen.
LA VIOLENCIA ORGANIZADA
Un informe de la Secretaría de Seguridad Pública estatal (SSP), que data de septiembre de 2015 (Proceso 2048), indica que se tiene identificados a 16 líderes de grupos criminales con presencia en cinco de las siete regiones de la entidad, algunos entrenados en las Fuerzas Armadas y corporaciones policiacas.
Dichas bandas sostienen una brutal disputa por el control de las plazas del estado, pero todas han creado redes de complicidad con políticos y empresarios que ya han sido ampliamente documentadas, incluso en investigaciones oficiales.
A los cabecillas de esas organizaciones, que en el mencionado reporte de la SSP se denominan “objetivos criminales relevantes”, el gobierno de la entidad los acusa de “propiciar” la violencia e incidencia delictiva de alto impacto.
En la región Centro, el gobierno estatal ubica a dos delincuentes como responsables de la violencia en Chilpancingo, Tixtla y Chilapa: Zenén Nava Sánchez, El Chaparro, jefe de una célula de la banda de Los Rojos, y Antonio Ortega Jiménez, líder de Los Ardillos, afincado en el municipio de Quechultenango y hermano del expresidente del Congreso local y actual dirigente del PRD Bernardo Ortega.
A pesar de ello, tanto Astudillo Flores como el fiscal Olea han respaldado públicamente a los políticos mencionados.( proceso.com.mx). 

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