viernes, 25 de noviembre de 2016

COLUMNA



 La Filosofía ha muerto


Apolinar Castrejón Marino
Desde hace muchos años, la filosofía parece haber muerto. Sus hijas las ciencias, se dividieron su herencia, y luego la echaron a la calle. Ya nadie quiere estudiar la filosofía, ahora que tenemos un caudal de información a nuestro alcance, porque no es “rentable”.
Nos cuesta trabajo entender cómo, mucho tiempo antes, los hombres más insignes estuvieron dispuestos a morir por ella. Sócrates eligió ser un mártir en su honor, Giordano Bruno murió en la hoguera, por no ocultar la verdad, y Marco Aurelio dijo que la amaba más que a su propio trono.
Los reyes y los papas temían a la filosofía, porque su poder era más grande que sus feudos, y para su seguridad, se dedicaron a perseguir y eliminar a los filósofos, para evitar el fin de sus dinastías.

Alejandro Magno, adoptó a Aristóteles para patrocinar sus estudios e investigaciones, con lo cual se pudo convertir en el hombre más erudito de la antigüedad. Los 2 Dionisios admiraron al filósofo Platón, y le  ofrecieron como homenaje el gobierno de Siracusa…o de cualquier otro reino que quisiera.
Al final de cada jornada, Federico El Grande se reunía con sus generales para planear sus conquistas, y luego gozaba a media noche con las charlas de filósofos y poetas. Decía que disfrutaba admirando esos ilimitados reinos e imperios, más extensos que todos sus dominios.
Atenas tembló ante las revelaciones de Protágoras, y Alejandría se sobrecogió de miedo ante las enseñanzas de Hipatia; y optaron por desterrarlos. Los reyes de Francia expatriaron a Voltaire, y luego se avergonzaron de sus acciones, cuando vieron que el mundo entero se inclinaba reverente ante su pluma.
Anaxágoras convirtió a Pericles, de un político intrigante, en un estadista; y un papa muy poderoso solicitó tímidamente la amistad de Erasmo.
La filosofía fue inmensamente grande, cuando alentaba las ideas más atrevidas, aunque fueran contrarias: materiales y mentales, cerebrales e intelectuales, idealistas y materialistas. Y con el paso de los siglos, quedó solo la pelea, pero no la diversión. Luego, vino la moda de los epistemólogos que se entretuvieron muchos años alegando la capacidad de la mente para conocer el mundo.
Los obispos y pechoscolorados como George Berkeley se burlaban de la humanidad argumentando sabiamente que solo existía “…lo que era percibido por el hombre, o por Dios”. El verbo implacable de Bradley sentenció que la metafísica era solo una colección de razones retorcidas con las cuales nos solazamos, creyendo que somos superiores a nuestros instintos.
Los teólogos aprovecharon un descuido de los filósofos para introducirse al mundo del pensamiento, y argumentando que era imposible demostrar la irrealidad de la materia, convencieron a la humanidad de que la función de la filosofía era solamente de ser crítica del método científico.
Una mente filosófica debe ser sutilmente especulativa, tener gran amplitud de visión y además, unidad de pensamiento. Debe poder acumular y organizar su experiencia personal, con perspectiva de eternidad,  lo cual es prerrogativa de los Dioses, que quizá no existan.

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