martes, 19 de septiembre de 2017

ARTÍCULO

Mujeres de la Guerra
(Apolinar Castrejón Marino)
Pues como marchan las cosas, cualquier día, los “colectivos” de mujeres, nos dirán que las guerras que ha sufrido la humanidad, han sido en contra de ellas. Así que para estar preparados, hoy vamos a hablar de las mujeres de la guerra.
Por ejemplo, Eva Braun, que fue esposa de Adolfo Hitler, y estuvo con él hasta la derrota y caída del Tercer Reich. Acompañó a Hitler cuando se refugió en el búnker oculto bajo el piso de la Cancillería, mientras las tropas del Ejército Rojo, lo buscaban para asesinarlo.
El 30 de abril de 1945 al enterarse de la inminente derrota, Hitler prefirió suicidarse, antes de caer prisionero. Eva decidió secundar su decisión, y ambos ingirieron cápsulas de ácido prúsico.
Clara Petacci, es otra mujer atrapada en la segunda
guerra mundial. Amante de Benito Mussolini, primer ministro de la dictadura fascista italiana, y aliado de Adolfo Hitler en la conquista del mundo.
El 25 de abril de 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando los aliados invadieron Italia, Mussolini, y sus más allegados trataron de huir hacia Suiza. El 27 de abril fueron descubiertos por una patrulla de partisanos comunistas cerca del lago de Como.
Fueron llevados a Milán, pero en el trayecto, por órdenes del teniente Pier Luigi Bellini della Stelle se detuvieron en una curva de la carretera, para darle oportunidad a Clara de que huyera, abandonando a su amante. Ella se negó, y procedieron a ejecutar arbitrariamente al Duce (Duche).
El coronel Valerio procedió al asesinato, pero al momento de disparar al Duce, Clara Petacci se interpuso recibiendo la descarga mortal. Al verla caer muerta, Mosolina sintió un gran dolor, y a continuación abrió su pechera para que los comunistas le dispararan. Fue ametrallado y murió en el acto.
El coronel Valerio ordenó que los cadáveres de Benito y Clara junto a los 3 otros jefes fascistas fueran trasladados a la plaza de Loreto de Milán. La turba enardecida colgó los cuerpos inertes por los pies, y durante largo tiempo, se dedicaron a apedrearlos y golpearlos con palos.
Luego tumbaron las vigas en que se encontraban colgados, y ya en el piso, los mutilaron e incineraron.  ​
En México, también tenemos heroínas tan grandes como Josefa Ortiz de Domínguez, la Corregidora, quien contribuyó valientemente a la causa de la Independencia, a pesar de ser esposa del Corregidor de Querétaro.
María Gertrudis Armendáriz, quien fue esposa de Manuel Hidalgo y Costilla y lo alentó a la liberación de los indios. Sufrió la persecución del ejército realista, hasta que fue asesinada.
Rafaela López Aguado, fue esposa de Ignacio López Rayón. Sus cuatro hijos participaron en la lucha de independenciaː Francisco, Ramón, José María y Rafael. Cuando su hijo mayor Francisco fue capturado, le ofrecieron perdonarle la vida a cambio la rendición y ella dijo que prefería verlo muerto.
Antonia Nava de Catalán, fue esposa del militar insurgente Nicolás Catalán, quien participó en la guerra junto a José María Morelos. En febrero de 1817 el ejército realista Gabriel de Armijo persiguió a las tropas de Nicolás Bravo, el Cerro del Campo, en lo más intrincado de la Sierra Madre del Sur.
Ahí se refugiaron, sin esperanzas de escapar. Después de un sitio de 50 días en que tenían que pelear diariamente, se habían comido cuanto animal se encontraba en el lugar. El hambre era insoportable y no podían resistir más.
Al enterarse, se presentaron Antonia Nava, su cuñada María Catalán ​ y Catalina González de Bautista (esposa del sargento Nicolás Bautista), ​a ofrecer que fueran asesinadas, y los soldados se comieran sus cuerpos.
Durante la revolución, Carmen Serdán, Carmen Alatriste y Francisca del Valle (hermana, madre y esposa de Aquiles Serdán, respectivamente), fueron asesinadas por los solados de Porfirio Díaz, que buscaban a los hermanos Serdán, iniciadores de la revolución en Puebla.
No se trata de una guerra de las mujeres, ni mujeres de la guerra. Hombres y mujeres de todas las edades han estado expuestos a la violencia y la muerte. Los héroes y heroínas ofrendaron sus vidas en bien de los demás, o la perdieron en acciones premeditadas, y siempre, cada uno fue responsable de sus actos.

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