viernes, 8 de septiembre de 2017

COLUMNA

DESCUBRIENDO...
Bersabeth Azabay Ortíz
EL BAILE Y LOS GRITOS
En el año 2000, habitando en Cuernavaca al apreciar los bailables folclóricos de varios estados de nuestro querido México, sentí la euforia de gritar, silbar y decir piropos que animaran a zapatear con más gusto.
Posteriormente en país extranjero, disfrutando del folclor de Corea del Sur, aprecie que los aplausos eran signo de ánimo a los artistas sin interrumpir el acto con otras expresiones mientras daban su espectáculo. Si acaso los asombraba más el público se ponía en pie aplaudiendo efusivo
al término del evento.
Ya en Guerrero, México volví a disfrutar de un espectáculo de danza en el centro de la ciudad, los vestidos coloridos, los muchachos entusiastas y muy profesionales ejecutaban a la perfección sus movimientos dancísticos y la gente los veía complacidos.
Sin embargo, ellos mismos, los bailarines entre sus participaciones emitían sonidos guturales, gritos y silbidos como yo lo hice hace tiempo estando en Cuernavaca.
Pero era tal la frecuencia de esos sonidos, pues todos los emitían que en lugar de disfrutar la bella ejecución de su acto, resulto distracción total de los presentes, ya que en lugar de admíralos, nos preocupaba quien decía esto o aquello.
Hace apenas un par de días escuche el tema de “La Negra” canción bailable, representativa de Jalisco, donde un  ballet lo bailo, por estar trabajando no lo pude ver del todo pero lo seguí escuchando, y noté nuevamente los sonidos guturales, gritos y demás sonidos que no me permitieron escuchar la letra de la canción.
Será que la efusión excesiva nos hace ya no disfrutar el arte que es para apreciar, ver  y nos hemos acostumbrado o hecho a la idea que al emitir gritos y silbidos tendrán el efecto de inyectar en los artistas el ánimo, el gusto que me inspiran?
Quiero dejar estas líneas a su criterio

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