miércoles, 27 de septiembre de 2017

COLUMNA

COSMOS
Héctor CONTRERAS ORGANISTA
LA BELLEZA DE LOS COLMILLOS
EN ESTAS HORAS DE MÉXICO, muy dolorosas, tristes y hasta lúgubres, dijera el poeta Porfirio Barba Jacob, no estaría mal que en el entorno familiar y laboral se hicieran algunos análisis sobre este manto negro que la vida nos pone al frente como un telón de fondo proyectándonos un camino oscuro e incierto, lleno de dudas y más que eso, de duelo, de luto, de muerte, y donde, por lo que parece, ni Dios puede salvarnos.
La fe de otras edades, cuando la iglesia católica era respetada y respetable y tata Cura era el sol de sabiduría que alumbraba a la grey, también se ha oscurecido. Antes, en Chilpancingo, con el padre Agustín era suficiente. Hoy, contando en casa con obispo, nos falta todo. Lo mismo ocurre en el mundo del poder político. Rafael Catalán Calvo y Baltazar R. Leyva Mancilla, fueron gobernadores ejemplares. Guías y Líderes. La gente -no toda, pero sí la mayoría- les tuvo confianza. Fueron Hombre de Palabra… Hombres de Palabra… Hombres de Palabra…
Desde que el mundo es mundo, la violencia le ha asistido, le ha estado presente. La ambición provoca luchas fratricidas por el poder. La envidia, el celo y el odio han sido el nutriente productor de guerras y crímenes como aquel bíblico de Caín y Abel. Imperios han caído, reyes han sucumbido en cuanto son desmantelados por sus propios súbditos y consejeros que los mantuvieron en el trono: Los ejércitos y los brujos que al paso de los siglos se convirtieron en sacerdotes.
Y es inacabable la lista de los poderosos que bajo pretextos han atravesado continentes para imponer su dominio a otros. Grecia, con la excelsa narrativa de Homero donde surge el Aquiles controversial por la muerte de su efebo, aquel valiente del talón endeble que participa heroico en el engaño de Troya y su descomunal caballo de ficción. Y antes Atila, llamado El Azote de Dios, Nerón, Judas, y muchos más hasta llegar a Hitler, uno de los criminales más terribles de este mundo.
Entonces, si acudimos a la historia de las calamidades que han azotado y transformado al mundo, no solamente hallaremos la tragedia dibujada con claridad meridiana. Habremos de tener frente a nosotros, con el auxilio de la misma intensidad de luz generosa, la oportunidad de observar cómo cada pueblo, en diferentes épocas, encontró solución a sus problemas. Pero también, queramos o no, tendremos que ser justos con la herencia humana: No siempre fueron los gobernantes los autores del cambio y la transformación. Se necesitó un Cristo, dicho así para dar el ejemplo más sólido, o lo sucedido en México, donde urge que se repita un Juárez.
Es vieja e infalible la frase de “no todo está podrido en Dinamarca”, y en otro contexto pero con el mismo propósito podemos ahora recordar al Predicador de cuando estaba frente a la multitud. Repentinamente murió el perro que estaba a sus pies. El animal comenzó a heder. La turba comenzó a alejarse. En ese momento el hombre se agachó; abrió el hocico al perro y dijo a la multitud: “¡Ey, regresen… Vean que hermosos colmillos tiene!”.
Moraleja: Hasta en la putrefacción puede, si se quiere, encontrarse la belleza que produce la blancura de unos colmillos… y en México lo que sobran son soluciones; lo que falta es quién las asuma, no con palabras o promesas sino con acciones alejadas de la hipocresía.

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