martes, 21 de noviembre de 2017

ARTÍCULO

Los Mantras Mexicanos
Apolinar Castrejón Marino
“El filo de esta arma que empuñaremos contra las tinieblas de la ignorancia, es tan fino que algunos podrían salir lastimados. Otros podrían tener dificultad para comprender la esencia”.
“De ser así, mejor dejen la lectura un rato, y cuando se sientan listos, tomen la lección otra vez. Y si en el segundo intento aun no comprenden, busquen otra cosa en que entretenerse”.
¿Quién es Dios? Esta pregunta ha determinado los problemas más graves de la humanidad, y ha retrasado el desarrollo de la civilización. La idea de buscar a Dios provoca la impresión irónica, de que tenemos que encontrar algo, que no sabemos que es.
Pero descansamos en la esperanza de que un día encontremos a alguien que nos diga: “Aquí estoy. Yo soy a quien andabas buscando”. No sabemos si sucederá cuando estemos despiertos o dormidos, en nuestro juicio
o drogados. Sabemos que está “en todo lugar”, pero no se nos ocurre que esté en nuestro interior; o ser parte de nosotros mismos. Y entonces, Dios puede ser como queramos.
Un compañero de viaje me contó esta historia: Buda iba a la casa de unos familiares que vivían en una granja. Con la luz del día, apreciaba su reloj, que un amigo le había regalado en su cumpleaños. Le pareció que era bonito.
En el mismo camino, en sentido contrario, venía un leñador que alguna vez había escuchado sus enseñanzas…y no le habían gustado. El leñador pensó que el diablo lo ponía en ocasión de reclamarle sus embustes, su intolerancia, y sus malas ideas.
Así que aprovechó la circunstancia, para hacerle toda clase de reclamos, lo llenó de insultos, y hasta parecía un animal rabioso al que le escurría la baba por el hocico.
Ahí estaba escuchando las ofensas e injurias, como lo que era: Siddhartha Gautama, el Buda. 10 minutos, 30 minutos, una hora. El leñador ya parecía cansado, y su voz se había vuelto ronca, lo cual aprovechó Buda para mirar su reloj nuevo, y decirle al leñador.
Disculpe por interrumpir, pero hay gente que me está esperando, y no quisiera retrasarme demasiado. Si no le importa mucho, le propongo que nos tomemos un descanso, y le prometo que regresaré más tarde para que usted pueda continuar insultándome. También usted puede aprovechar el descanso para preparar nuevas formas de ofenderme.
¡Ese es un hombre! ¡Le valía madres como les caía a los demás! Si no era su pedo, no se enfadaba.
Cuando dices que eres el ingeniero González, el licenciado Ramírez, o que eres católico o musulmán, o que eres republicano, o demócrata, tratas de dar una definición de ti. Pero eso no explica quién eres, solo pone en evidencia que eres víctima de la sociedad, vas anunciando que ella te ha convertido en cómo te vemos.
Tú eres algo que Dios ha creado, y la sociedad se ha encargado de hacer que seas licenciado Ramírez, o Ingeniero Godínez. Y vives de acuerdo a estas identificaciones arbitrarias que te ha impuesto. Si vivieras de acuerdo a la naturaleza, serías lo que eres.
Tenemos otra historia para ti: Un individuo tuvo un altercado con otro, porque lo empujó al pasar. Le reclamó de mala manera, y el otro ni siquiera se detuvo a analizar quién tuvo la culpa, y también le dijo groserías y palabras pesadas.
Cuando las palabras ya no fueron suficientes, pasaron a los golpes. Se dieron con todo, hasta que llegó la policía, y los llevó a la delegación. Dado su estado lamentable, el que inició el reclamo,  tuvo que ser hospitalizado.
Al rato llegó la esposa, y al verlo le preguntó muy indignada:
¿Cómo te pasó esto?
Ese wey me atropelló, y cuando le reclamé se me puso bronco, y me insultó.
¿Te insultó?
Sí. Me mentó la madre….varias veces.
¿Y te dijo pendejo?
Pues sí, varias veces.
Mira nada más ¿Tu lo conoces, y él te conoce?
En su perra vida lo había visto.
Entonces ¿Cómo sabe el de ti y tu familia? Yo soy tu esposa y llevamos muchos años viviendo juntos. Sé muy bien que eres un pendejo, y que vienes de una familia de pendejos. Pero él no te conoce, solo te hablaba a lo pendejo. Y acertó, y hasta te mandó al hospital.
Pregunta: ¿Por qué vivimos colgados de falsedades que nos inflan de orgullo, como nuestro nombre y apellido, y la familia, y la bandera, y la religión?
Porque vivimos en un mundo mediocre, y nuestro comportamiento es infantil e inmaduro. Y cuando queremos comportarnos como hombres y como mujeres, nuestros modelos son estúpidos y vulgares.
Estamos hablando de Prem Dayal. Es un terapeuta especializado en Respiración, Meditación y Tantra. Estudió en la Universidad de Osho en India, y en otras instituciones europeas se convirtió en humanista, luego en artista, y hasta en maestro de teatro.
Se vino a vivir a México, y aquí se enteró de lo más profundo de nuestra cultura los preciosos mantras: “Me vale madres”, “A la chingada” y “¡No es mi pedo!”. Quedó tan impresionado, que según él, podrían salvar el mundo. Y le extraña que se pronuncien como en secreto; y lo divertido del caso es que hasta los niños los saben.
Entonces. Ha hecho más de 20 libros, de los cuales obtuvimos el material con que confeccionamos este artículo. Y cada mantra que mencionamos, sirve como título para sus libros. Mil disculpas, si lastimamos sus castos oídos. Prem Dayal es el culpable.

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