jueves, 14 de diciembre de 2017

ARTÍCULO

La Guadalupana
Edilberto Nava García
Difunden los  medios de comunicación cuanto  los peregrinos expresan acerca de la Virgen de Guadalupe, que este 12 de diciembre le festejó su feligresía. Estiman en más de siete millones los que de las más variadas formas se allegaron a la basílica, allá al pie del Tepeyac. La llaman la Patrona de América, según los pregoneros de la iglesia católica. La televisión contribuye enormemente, aunque se va quedando atrás, porque hoy cualquier hijo de vecina transmite en directo usando su celular gracias al internet.
Se organizan carreras, cumplimiento a las mandas o promesas e incluso a bailar música precuauhtémica si es necesario, si al fin y al cabo se le honra a
Tonantzin. Otros, sólo se suman a la algarabía. La labor educativa institucional se suspende. Empero las procesiones hacia La Villa en la capital del país no es algo nuevo; quizá sea más popular con algo de fe, sobre todo cuando la misma televisión difunde desgracias sufridas por los peregrinos guadalupanos. ¿Falta de fe o no cumplieron al pie de la letra con la promesa o la respuesta de la guadalupana al pedimento fue insuficiente? El caso es que no todos gozan de la protección de la morenita del Tepeyac, aparecida en tres ocasiones, según subterfugio de la jerarquía episcopal de l531, conforme a crónicas a modo.
Hay infinidad de referencias que versan respecto a la supuesta aparición de la imagen de Guadalupe, pese a que ha sido muy difícil erradicar definitivamente el término Tonantzin, que previo a la llegada de  los conquistadores españoles, en ese punto le honraban de distinta manera. Los indígenas decían Tonantzin, pero así designaban a la madre tierra, que da el sustento nochipan, es decir, siempre, todos los días. Los indígenas estaban muy reacios; se resistían a aceptar, a adoptar una religión con imágenes de bulto y en estampa con figuras humanas. La jerarquía de la iglesia hubo de ingeniárselas para evangelizar a los indígenas de largas cabelleras, de las cuales los sujetaron para bautizarlos a fuerza, con la presión de encomenderos y capitanes, quienes les arrebataron todas sus propiedades comunales.
El caso es que se fue dando el sincretismo no muy voluntario, sino mediante la imposición. Guadalupe, aunque los indígenas jamás han usado en su vocabulario palabra alguna que comience con G, se la impusieron en vez de Tonantzin. Guadalupe viene de España, donde hay Guadalajara, Guadalquívir. El náhuatl, en su carácter reverencial indica que el aglutinado término significa nuestra venerada madre. Pero definitivamente Guadalupe no es la Tonantzin, sino una imagen de María de Nazareth,  madre de Jesús el cristo y le asignaron la misión evangelizadora entre los grupos étnicos para lo cual se usó de la sagacidad pintándola morenita, pues moreno ha sido el color mayoritario de los originarios de este suelo.  La Virgen María, de la estirpe de David, como todo mundo debiera saber, fue blanca, de rasgos faciales finos y como se dice en los cánticos, la más hermosa rosa de Jericó. En su vientre encarnó el hijo de Dios para hacerse hombre con la misión divina que llevó a cabo hace dos mil años, a quien los dirigentes religiosos de Jerusalén clavaron en una cruz.
Empero, los fieles guadalupanos le cantaron a la imagen, le rezaron, le alabaron cual ser viviente. Mas es una imagen hecha por mano del hombre, con oídos que no oyen, con ojos que no miran, con una símil piel que no siente el frío que a todos  cala; se mantiene quieta, pues se mueve si hay manos que la trasladen, como a cualesquier otra imagen. Lo bueno es que en la nación mexicana hay libertad de creencias, por más que inquiete el decir de la iglesia: “En la iglesia católica, presidida por Pedro y sus sucesores, los papas, reside la plenitud de la verdad” aseveración acanónica ni evangélica que lleva a indagar, ¿quién se los dijo o les vendió tal? ¿Está acaso en alguno de los cuatro evangelios seleccionados, no “apócrifos”?
Desacato o violación preceptual a ciencia, paciencia y complacencia: aún más, la iglesia induce y conduce a contrariar lo asentado sacramente en éxodo . . . “No tendrás otros dioses delante de mí. No harás para ti imagen de escultura, ni figura alguna de las cosas que hay arriba en el cielo, ni abajo en la tierra,  ni de las que hay en las aguas debajo de la tierra; no las adorarás ni les rendirás culto. Yo soy el Señor Dios tuyo, el fuerte, el celoso, que castigo la maldad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación. . .  No os haréis dioses de  plata ni de oro. . .”

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