jueves, 14 de diciembre de 2017

NOTA

Nagoro, mayoría de su
población son muñecos
Marlene Valero.—En un poblado de Japón hay 379 habitantes: 29 son humanos y 350 son muñecos. Se trata de Nagoro, una villa incrustada en la montaña.
La BBC documenta la historia de Ayano Tsukimi, de 67 años, la más joven de Nagoro, quien ha decidido dar más vida al pueblo elaborando muñecos para sustituir a los habitantes que han muerto o han emigrado.
Al darse cuenta que Nagoro se quedaba más solitario año con año,
decidió hacer algo para que se viera más vivo. Plantó semillas para que los campos reverdecieran y confeccionó un espantapájaros.
Con él, surgió la idea de hacer más muñecos y poco a poco los habitantes del pequeño pueblo fueron regresando, con piernas y brazos de trapo, ojos y boca elaborados con hilo y botones.
Para Ayano, los muñecos son como sus hijos. Hoy en día, por todo el pueblo se encuentran sus creaciones: en el muelle, en la escuela, en el campo, en el templo. Y en su casa hay decenas.
A todos los cuida por igual. Les da retoques si lo necesitan, los limpia y los acomoda.
“Los muñecos “son como mis hijos”, cuenta Ayano Tsukimi. Y se nota, porque los protege y los cuida. En su casa vive con decenas, ocupando todos los espacios posibles. En la sala de su casa tiene escenificado un matrimonio con todos sus participantes. Novios e invitados. Están por todos lados. Cada tanto se pasea por el pueblo revisándolos, atenta por si es necesaria una reparación o limpieza. Incluso los saluda, les da los buenos días y las buenas noches.”, escribe la BBC.
Los muñecos, que confecciona en su espacioso taller, a unos 100 metros de su casa, están hechos con palos de madera forrados con papel de diario, el pelo hecho con lana y los viste con la ropa que corresponda según su trabajo o ubicación en el entorno, muchas veces las prendas originales de las personas que representan.
Para la cara utiliza medias y botones. “La cara y las expresiones faciales son lo más difícil”, explica, y continúa “casi todos los muñecos los he hecho yo sola, pero un sábado al mes estoy dando clases de cómo hacer muñecos, entonces ahora algunas personas me ayudan”.
La escuela primaria de Nagoro, cerrada hace cinco años por falta de niños, volvió a llenarse de vida con estudiantes y maestros hechos de tela.
Este pequeño pueblo es de difícil acceso, perdido en medio de las montañas del valle de Iya, a solo 10 kilómetros del Montaña Tsurugi, de 1.954 metros de altura.
La historia cuenta que este escenario de bosques espesos y enormes acantilados sirvió hace 800 años como escondite de los samurái del clan Taiga, después del conflicto con el clan Minamoto.
“Yo vivo acá sola con mi padre, el resto de la gente está en Osaka”, dice Ayano. Y asegura que no le da miedo pasar largas temporadas en Nagoro, pese a que el hospital más cercano está a 90 minutos de distancia y sabe que de suceder algo grave, difícilmente llegaría a tiempo”, añade el medio británico.
Ayano Tsukimi está logrando su obetivo. Los muñecos han sido un imán para el turismo, quien pasa por la carretera se detiene a ver esta extrañeza y de nuevo, se puede sentir vida. (lasillarota.com).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por leer La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, Realice su comentario.