miércoles, 10 de enero de 2018

ARTÍCULO

La Reyna Coja 
Apolinar Castrejón Marino
Francisco de Quevedo fue un escritor muy inspirado, y además un pícaro “de siete suelas”. Así lo indica la anécdota de que un día que se encontraba con sus amigos, y cada uno presumía sus habilidades….buenas o malas.
Francisco alardeaba que él no era sumiso ante nadie, ni siquiera ante los reyes. Sus amigos se rieron de tal desplante, y le aseguraron que no podría demostrar tal alarde.
En ese tiempo, gobernaba Felipe IV de España con su esposa, Doña Isabel de Borbón. Esa noble señora tenía una pierna más corta que otra, y le molestaba mucho que la gente se refiriera a su discapacidad, y que le llamaran coja.
Conociendo tal situación, Francisco retó a sus amigos a que le llamaría coja en su misma cara, sin temor a represalias. Ellos aceptaron el reto y cruzaron apuestas. Ellos creían que Francisco sería duramente reprendido, y probablemente azotado en la plaza pública por tamaño insulto.
Pero Francisco se dirigió al palacio seguido por sus amigos, y antes pasó por una florería, donde compró un clavel blanco y una rosa roja. Luego entró al palacio, y de
inmediato se percató que la Reyna paseaba por un corredor, rodeada de mucha gente de la nobleza. 
Pidió autorización a sus guardias, y se acercó discretamente. Al estar frente a la Reyna hizo una profunda reverencia hasta quedar hincado con una rodilla al piso, y agachó la cabeza para no mirarla a los ojos. Con una mano se quitó el sombrero, y con la otra le ofreció las flores, al mismo tiempo que decía: “Entre el clavel y la rosa, su majestad escoja”.
Aunque la dama estaba acostumbrada a todo tipo de zalamerías, le pareció muy galante el detalle, y se lo agradeció a nuestro personaje diciéndole que tomaría las dos flores porque eran muy hermosas. Y no se dio cuenta de que le estaba llamando coja. “Entre el clavel y la rosa, su majestad es coja”.
Este retruécano de palabras se llama calambur, que se basa en la homonimia, la paronimia y la polisemia –que otro día les explicaremos– y consiste en modificar el significado de una palabra o frase, agrupando de distinta forma sus sílabas. Por ejemplo: “plata no es” y “plátano es”.
Según los registros históricos, Georges de Bièvre se encargó de recopilar los equívocos que de continuo cometía el conde de Kalemburg, embajador de Westfalia en la corte de Luis XVI, que resultaban muy cómicos, debido a su pobre dominio de la lengua francesa.
Algo parecido a los equívocos que de continuo protagoniza el aún Presidente de México –debido a su pobre dominio de otra cosa– o los disparates que pronuncia de continuo otra “retardadita”, Ninel Conde.
Y ya que hablamos de personajes de nuestro tiempo, aprovechamos la ocasión para denunciar que subrepticiamente, en el mes de diciembre, en la Cámara de Diputados se avaló una reforma al artículo 1916 del Código Federal,  que ampara la libertad de expresión, para acotar tal libertad, y para que se ponga un límite, en el derecho al honor y a la imagen (¿?).
Muy delicaditos los políticos y personajes públicos, a últimas fechas se han sentido muy molestos porque “les digan su precio”, y que los señalen de “vendidos”, parásitos y “mantenidos”.
Y están proponiendo que se castigue a quien “comunique, a través de cualquier medio tradicional o electrónico, un hecho cierto o falso, determinado o indeterminado, que pueda causar deshonra, descrédito, perjuicio, o exponer al desprecio de alguien”.
El dictamen de esta reforma se envió al Senado de la República, y su análisis se llevará a cabo en el próximo periodo ordinario que inicia en febrero, para su eventual aprobación.
El mencionado artículo “reformado” señala que si una persona es expuesta, por ejemplo en redes sociales, aunque la información que se divulgue fuese cierta, dicha persona podría presentar una demanda civil, y exigir la reparación el daño.
Los políticos buscan que por grandes que sean los escándalos que protagonicen, nadie pueda decir nada. Que los ciudadanos únicamente nos enteremos de noticias en que ellos se luzcan como magnánimos y generosos. Y que nada se sepa de sus hechos de corrupción, sus trinquetes y sus rapacerías. 
Ante esta “Ley Mordaza” los periodistas, comunicadores y blogueros, tendrán que recurrir a todo su talento para continuar denunciando a los políticos, sin exponer la salea.
Cada quien encontrará el medio, o podrá recurrir a la amplia colección de  calambures, eufemismos y malabarismos semánticos, para que los lectores se mantengan al día. Aquí les dejamos algunos, muy mexicanos.
Mi Comandante / Mico mandante (usado para burlarse de los militares).
Perón incrementa la producción y evita la prostitución / Perón incrementa la producción y Evita la prostitución (pancarta colocada por los contrarios al presidente de Argentina Juan Domingo Perón y su esposa “Evita”).
El pan está hablando / El pan está blando (Muy bueno para referirse al Partido Acción Nacional)
Yo loco, loco, y ella loquita / Yo lo coloco y ella lo quita (No coments).

Los calambures son tan prácticos que sirven además para la construcción de acertijos, a los que se les da categoría de adivinanzas:
Te la digo, te la digo, te la vuelvo a repetir; te la digo veinte veces y no la sabes decir (la tela)
Blanca por dentro, verde por fuera, si quieres que te lo diga, espera (la pera).
Este banco está ocupado por un padre y por un hijo. El padre se llama Juan, el hijo ya te lo he dicho (Esteban).
Dicen que son de dos, pero sólo son de una (los dedos).

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