lunes, 8 de enero de 2018

COLUMNA

COSMOS
Héctor CONTRERAS ORGANISTA
Un Viacrucis llamado
Chilpancingo

Uno, que nació por estas tierras del Suroeste de México quisiera que su cuna fuera de lo mejor.
Región llena de historia, de cultura, de tradiciones y bellezas, cuna de héroes y personajes importantes.
Más o menos así como nos la han pintado quienes han estudiado el desarrollo histórico local.
Que porque Morelos la eligió sede del Primer Congreso de Anáhuac es la cuna de la Patria.
O porque desde 1591 comienza a correr su calendario oficial debe ser considerada dentro de la prosperidad.
Chilpancingo fue concesionada a cuatro familias españolas para su
explotación agrícola hace siglos.
Llegaron, trabajaron, hicieron trabajar a los naturales como peones, levantaron riquezas y se fueron.
Aquí dejaron enarbolando chirriones a la peonada y bailando como poseídos convertidos en tlacololeros.
La cocina por cercanía de quienes comen bien llegó del obispado de Chilapa: Fiambre, chiles rellenos y ya.
Lo del pozole, viene de más lejos, cuando se comía como platillo de lujo de carne humana, no de cuche.
Y la ubicación geográfica es un valle, entre cerros y barrancas y con gobernantes tumbados a cada rato.
Las únicas fábricas que ha habido por acá son las de mezcal pero su consumo es atraso no es progreso.
El toronjil y la semita, con todo lo sabroso que son en consumo combinado no son cajeta, ni camote, ni ates.
Lo belicoso de su gente en pleitos de barrio a barrio por intrascendencias ha impedido la unidad vecinal.
Cuando se debió luchar y protestar para evitar se robaran la madera de su sierra, nadie movió un dedo.
Nadie, hasta 1950 había construido un Palacio Municipal y su sede la han movido como quieren.
La estructura municipal no ha sido sólida ni su visión de alcance. Siendo endeble no tiene visión de ingreso.
El munícipe no es de oficio sino amigo del que lo impone y así, la capacidad de gobernar no existe.
La violencia y la anarquía hoy reinan en Chilpancingo. No asoma algún proyecto de solución, sólo lamentos.
No hay capacidad en quienes manejan la autoridad porque son entes improvisados, ajenos a las leyes.
La muestra de la indolencia y la aceptación de ella la da la misma ciudadanía habitando en un basurero.
El canto, es el mismo: Agua, no hay; luz, nada; callejones y borrachos y un viento de la fregada.
Ese es el “paraíso” en que vivimos. La tierra del “nunca jamás”, el Chilpancingo en que nacimos…
Y ahora, reaparece la imprudencia política: Marco Leyva, el que se fue y pretende el regreso al trono.
Tejeda, el impuesto como edil sustituto al que Marco intenta jugar como muñeco traído por los Reyes…
Este es nuestro Chilpancingo, tan lejos de Dios y tan próximo a lo perverso en que los políticos juegan…

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