miércoles, 31 de enero de 2018

COLUMNA

COSMOS
Héctor CONTRERAS ORGANISTA
CON NUESTRA FRATERNAL SOLIDARIDAD
A LA RESPETABLE FAMILIA PORTILLO LÓPEZ
POR LA IRREPARABLE PÉRDIDA DEL QUERIDO
MAESTRO DON JULIO CÉSAR PORTILLO LÓPEZ

Embargados por la profunda tristeza de cuando desafortunadamente se pierde para siempre un amigo, un familiar, un maestro, el lunes 30 de enero de 2018, acompañamos a la muy respetable familia Portillo López, a darle el último adiós en el panteón municipal de Chilpancingo.
Era un atardecer tranquilo, tan apacible y silente que coincidimos los presentes en el panteón, ahí donde terminan las ambiciones humanas, en que se respiraba en el ambiente el dolor que hiere a la familia cuando uno de sus queridos miembros se va, y se va para siempre, pero a la vez, aparece el consuelo cuando el creyente sabe y acepta que el alma que nos deja va  habitar en “la Casa de mi
Padre, donde muchas moradas hay”.
El Señor Dios recibe a sus hijos en su mansión cuando ya los necesita a su lado. Lo sabemos. Pero aun así, la sombra de la ausencia invade con su nostalgia y simbra los espíritus de quienes se quedan y rememoran de repente los pasajes que desde la infancia se vivieron en la carnalidad de alegrías, de vivencias que jamás se olvidan, de pobreza que motivaron al esfuerzo en el trabajo o en el estudio,
sobre todo cuando se tuvo que comenzar, como dice la gente: desde abajo y conquistar a satisfacción la oportunidad de llegar a convertirse en profesionista, en buen hermano, buen hijo, o como en el caso del maestro Julio César, en buen nieto.
Ahí, frente al féretro, frente a la tumba abierta estuvo la familia. Reflejando el dolor de esta pérdida estuvo su querido hermano, el también muy atento y siempre cordial amigo, el licenciado Víctor Hugo Portillo López, esposa, hermanos, hijos, la familia y los amigos que en un momento dado personifican la fortaleza que tanto se necesita en momentos graves de la vida.
Con el maestro Julio César Portillo López, quien fue un apreciado y destacado profesor normalista egresado de Ayotzinapa y quien nació en Xochipala, municipio de “Eduardo Neri”, Guerrero, el  domingo 6 de junio de 1948, alguna mañana de hace muchos años, tuvimos la oportunidad de dialogar en un restaurante de Chilpancingo y conocerlo más de cerca cuando nos confió en plática, la parte medular de su vida.
 Su infancia transcurrió en la población donde nació, al lado de sus abuelitos, en el ámbito rural donde aprendió muchas cosas que le sirvieron para abrirse paso en la vida y sobre todo, explico, que esos años los vivió muy contento.
 “De repente en la Primaria encontré a un gran maestro que me ayudó para solicitar una beca en Ayotzinapa, y como en aquél tiempo se entraba a Ayotzinapa sólo teniendo la instrucción primaria, me contestaron de la escuela que podía ir al examen.
 “Fui, y me quedé. De mil aspirantes tengo el orgullo de decir que fui el número 7 en la lista de quienes salimos becados. Me quedé siete años. Entré niño, salí hombre, pero a trabajarle a mi patria, no al gobierno, que quede bien claro, siempre a mi patria, con mucha dedicación y con deseos de prepararme para enseñar y enseñar bien; a mí siempre me mortificó eso: saber qué iba a enseñar”.
Muchos “ires y venires” coronan la actividad magisterial del Maestro. Larga y plausible trayectoria que nos habla de un esfuerzo, y por ende, de un ejemplo a seguir. Físicamente se ha ido, pero nos deja el sello de su amistad, de lo que cultivó en su tenacidad cotidiana.
Descanse en paz el amigo Julio César Portillo López.

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