lunes, 26 de febrero de 2018

PRINCIPAL DE PRIMERA PLANA

Sorda guerra en El Ocotito
por control de ruta del opio
Alejandro Ortiz.- En el Valle del Ocotito se vive una guerra sorda por el control de las rutas del tráfico de la goma de opio que baja de la sierra de Chilpancingo y Heliodoro Castillo, así como de la zona limítrofe de Mochitlán, hasta llegar a la zona rural de Acapulco y la región Centro de Guerrero para su venta.
“Si cae Buenavista, cae todo el valle del Ocotito”, son las palabras con las que el comandante Jerónimo de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG), engloba la férrea lucha que desde el pasado 26 de noviembre del 2017
mantienen con un grupo delictivo, presuntamente “Los Ardillos”.
En el poblado de Buenavista de la Salud se ubica la comandancia principal de los pueblos de El Ocotito, municipio de Chilpancingo, y desde ahí los policías comunitarios de la UPOEG defienden parte del corredor de drogas que conecta hasta Xaltianguis, Acapulco, este es el motivo del interés de grupos criminales por controlar esa zona.
Luego de un recorrido por los lugares en los cuales se han enfrentado en tres ocasiones, el comandante Jerónimo, quien por su antigua profesión conoce ampliamente los pueblos de Guerrero, reconoce que; “no conozco ningún pueblo rural que no siembre amapola”.
Las comunidades de Ocotito y principalmente Buenavista de la Salud, tienen entradas hacia las partes serranas de los municipios de Chilpancingo, Mochitlán y Heliodoro Castillo, así como de la Costa Chica y Grande, es decir, son una amplia puerta a las zonas de producción de droga, informa.
BUENAVISTA, GANADEROS Y DROGA
De manera histórica, la comunidad de Buenavista de la Salud había sido controlada por una de las familias del lugar, que disfrazados de “ganaderos” mantuvieron el control de la venta y proceso de la goma de opio que bajaba de la sierra.
n 2013, luego del primer ingreso de la UPOEG al valle de El Ocotito, se alertó sobre un par de narcolaboratorios propiedad de una familia en el poblado de Buenavista, sin embargo, nunca fueron descubiertos.
Durante el año 2015, un joven perdió la vida luego de que uno de los narcolaboratorios explotó; la familia de la víctima disfrazó el hecho con el argumento que la muerte fue producto de un choque.
De acuerdo con la información recabada por este medio, se conoció que la goma de opio que bajaba de la sierra de Chilpancingo y Heliodoro Castillo, así como de la zona limítrofe de Mochitlán, era llevada a los laboratorios de Buenavista y de ahí distribuida hacia la zona rural de Acapulco y la región Centro de Guerrero para su venta.
DESCOMPOSICIÓN DE LA UPOEG
Intereses personales, sobre todo monetarios, causaron que personas dentro de la UPOEG pactaran con grupos de la delincuencia organizada en la zona del valle y comenzaron de nuevo los secuestros, extorsiones y hechos de violencia.
El punto clave de esta situación, desembocó el año pasado cuando la base de la UPOEG desconoció a un grupo de armados que “impuso la comisaría de Buenavista”. Dicho grupo se enfrentó el 26 de noviembre con policías estatales y policías ciudadanos, dejando como saldo un presunto sicario abatido.
“Yo ya había dado la orden de tomar posición a los policías del pueblo pues sabíamos que adentro ya estaban las personas en apoyo a Los Ardillos y venían a enfrentarse. Casi en el centro, las ocho camionetas en las que viajaban los sicarios, se encontraron con fuerzas estatales e inició un enfrentamiento”, relata el comandante comunitario.
“Le dije a los comunitarios que no dispararan porque los policías los iban a confundir y a disparar, pero uno de los comandantes de la policía nos pidió que apoyáramos”, narra Jerónimo sobre el primer enfrentamiento.
Este primer ataque dejó como saldo un presunto sicario abatido y un agente estatal herido, a partir de ahí comenzó una serie de confrontaciones armadas contra la policía ciudadana de la UPOEG.
VIOLENCIA Y CRÍMENES
Luego del primer ataque en Buenavista de la Salud, se registraron otros dos enfrentamientos en lo que va del año: el 8 y el 21 de febrero. Además de un embate a la comunidad de Rincón de la Vía, el pasado 29 de enero, en donde fueron asesinados y quemados cuatro policías de la UPOEG.
Desde noviembre del año pasado hasta la fecha, los pueblos del llamado corredor del valle de El Ocotito han tenido que suspender las actividades escolares en cuatro ocasiones, dejando sin clases a casi 2 mil estudiantes de más de 20 escuelas de todos los niveles educativos.
COALICIÓN GOBIERNO-ARDILLOS
Según declaraciones del comandante de la UPOEG, las acciones en contra de la policía ciudadana, las cuales tienen el fin de obtener el control de la producción y trasiego de droga, son auspiciadas por el gobierno.
Durante el último ataque del 21 de febrero, cuatro grupos de la policía estatal, que refuerzan el valle, se quedaron apostadas en la textilera de El Ocotito y a pesar del llamado de auxilio llegaron tres horas después de los hechos.
El comunitario refiere que por esta razón, “uno de los acuerdos con el gobierno durante una reunión en Xaltianguis, fue que se cambiara al comandante de la policía estatal por su evidente colusión con el grupo que nos atacó”.
Otro de los hechos por los cuales confirman la certeza de ese nexo, es el intento de detención del comandante general de la UPOEG, Ernesto Gallardo Grande, en el poblado de Xaltianguis.
“Si es detenido el comandante Neto, los pueblos se debilitan y sólo les quedaría Ocotito, si Buenavista cae, todo el valle de El Ocotito va a caer y el grupo delictivo se apoderará del trasiego de enervantes”, alerta Jerónimo.
Bajo Palabra recorrió este domingo las zonas de enfrentamientos en el Ocotito, entre ellos Cajeles que “ya no es un pueblo seguro” y Rincón de la Vía, subiendo a Zintlanapa, lugar donde fueron quemados los cuatro policías de la UPOEG.
En ese punto, fuimos interceptados por cuatro motociclistas con máquinas BMW de motores 800 y mayores. Al verlos, el comandante Jerónimo los reconoció como parte de un grupo criminal y manifestó; “son esos cabrones”, dijo, luego dio la orden al chofer: “písale y si se atraviesan, llévatelos”, orden que logró empujar al grupo de motociclistas hasta la carretera federal México-Acapulco.
Así es como diariamente la UPOEG enfrenta una guerra sorda por defender el último territorio que evita el avance de un grupo criminal para apoderarse del trasiego de enervantes desde la comunidad de Petaquillas, Chilpancingo, hasta Xaltianguis, en la zona rural de Acapulco. (bajopalabra.com.mx).

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