viernes, 9 de marzo de 2018

NOTA

Viaje a los campos de
amapola The Trade
Una nueva serie documental analiza la epidemia de opioides que está causando estragos en las ciudades de Estados Unidos y subraya el papel de los grupos del crimen organizado mexicano en la lucrativa industria, señalando cómo la creciente demanda promueve la producción, y la violencia, al sur de la frontera.
La serie, producida por Showtime bajo el título “The Trade”, hace un viaje desde el corazón de los campos de amapolas en el estado de Guerrero, ubicado en el suroeste de
México, hasta las ciudades pequeñas en la región central de Estados Unidos, para examinar los diferentes niveles de la epidemia de opiáceos en el país.
La serie gira en torno a tres argumentos centrales: los cultivadores de amapola y los traficantes de heroína en México, los consumidores de heroína y sus familias en Estados Unidos, y las autoridades estadounidenses y mexicanas que tratan de detener la creciente crisis.
La serie inicia con varios trabajadores que cultivan amapola en los ondulantes campos del denominado Triángulo Dorado de Guerrero, México, una importante región productora de la droga y epicentro de la producción de amapola en el país. El cultivo de amapola es la principal fuente de ingresos de los habitantes de esta región. Como señala uno de los cultivadores: “Uno podría cultivar maíz, pero apenas le alcanzaría para alimentarse”.
La serie se enfoca en un hombre apodado “Don Miguel”, líder de un grupo narcotraficante local. A la vez que trata de cultivar sus sembrados de amapola y transportar la heroína procesada hacia el norte, Don Miguel se enfrenta a constantes amenazas de un grupo rival, identificado como Los Rojos. Además de las periódicas ofensivas, Don Miguel debe también defenderse de los programas de erradicación de las fuerzas de seguridad mexicanas.
Más adelante en la serie, los traficantes alardean de que su heroína es “la mejor que existe” y de los “innumerables” modos que utilizan para traficar las drogas por la frontera —amarradas a sus cuerpos o en coches y motos, entre otras formas— para venderla en Estados Unidos a cuatro o cinco veces más de lo que costaría en México. Los agentes estadounidenses en la frontera de El Paso, Texas, aceptan que sólo pueden revisar entre el ocho y diez por ciento de los más de 30.000 vehículos que pasan por su puesto de control cada día.
La serie muestra cómo, una vez las drogas llegan a Estados Unidos, en algunos casos los ciudadanos mexicanos que viven en pequeñas ciudades de Ohio entran en contacto con los carteles de la droga de México, con el fin de liderar sus redes de distribución de heroína. Las pequeñas ciudades en los estados centrales de Estados Unidos, como Ohio, son puertas de entrada a ciudades más grandes ubicadas en la costa este.
La serie llega a una conclusión deprimente: el comandante de policía de la División de Lucha Contra las Drogas de México, Juan Carlos Silva, reconoce que, pese a los esfuerzos de los organismos de seguridad, continuará existiendo la producción de heroína.
Y como lo expresa un narcotraficante, “los federales mexicanos y la policía estadounidense están luchando contra un gran enemigo llamado dinero y a este nadie le puede ganar”.
El momento en el que sale al aire este documental es muy apropiado. El consumo de heroína ha alcanzado niveles epidémicos en Estados Unidos, y la violencia llegó a niveles récord en México en 2017.
Según Miles Estey, uno de los productores de la serie, si la “demanda de heroína sigue siendo insaciable”, los grupos criminales de México continuarán luchando por controlar el territorio necesario para satisfacer esa demanda.
“Según todas las personas con las que hablamos en México, todo apunta a que habrá un aumento en la producción para satisfacer esta insaciable demanda”, le escribió Estey a InSight Crime en un correo electrónico.
“Los grupos criminales mexicanos pueden controlar todos los pasos de la producción de heroína, desde la siembra de las semillas hasta el procesamiento de la goma de amapola y el envío de la heroína procesada hacia el norte [y] a través de la frontera”, dice. “Esto significa ganancias en toda la cadena de suministro, así como una competencia por cosechar más amapolas y controlar más territorios”.
Guerrero es actualmente el mayor proveedor de heroína de Estados Unidos, lo que en parte ha contribuido a los niveles extremadamente altos de violencia en el estado. A medida que la criminalidad de México se fragmenta cada vez más, los grupos criminales libran una sangrienta guerra entre sí para sacar provecho del lucrativo comercio. Los 3 mil 108 homicidios en Guerrero en el año 2017 lo convirtieron en el tercer estado más violento de México.
Por otra parte, Estey explica que las crecientes campañas de erradicación de amapola por parte de las fuerzas de seguridad mexicanas no parecen tener ningún “impacto real en la decisión de las comunidades, que crecen cada vez más”.
“En todo caso, las erradicaciones sólo generan más motivación para cultivar más plantas, con el fin de satisfacer la demanda”, le dijo Estey a InSight Crime. “Mientras existan compradores constantes, la gente tomará riesgos económicos y personales para cultivar, producir, traficar y distribuir heroína”.
Pero, según Estey, la demanda estadounidense no es lo único que lleva a los habitantes de Guerrero a participar en el rentable comercio de la heroína, y se requiere una estrategia multifacética por parte de las autoridades mexicanas para frenar la producción.
“Guerrero figura entre las entidades más pobres de los 31 estados mexicanos, y muchos de sus habitantes creen que el gobierno no genera oportunidades de empleo bien remunerado”, señala Estey en su correo. “Si no se trabaja para eliminar algunas de las causas de raíz, el estado seguirá siendo un caldo de cultivo para algunas de las más rentables actividades del narcotráfico en México y para la terrible violencia relacionada con dichas actividades”.

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