lunes, 4 de junio de 2018

ARTÍCULO

Construcción del
Estado y educación
Efraín Flores Maldonado*
Francis Fukuyama, de origen japonés, nació en Chicago Illinois en 1925. Doctor en Ciencias políticas por la universidad de Harvard y profesor de Economía Política Internacional en la Universidad Johns Hopkins de Washington. Es uno de los académicos más prestigiados de la Fundación RAND (investigación y desarrollo), fundada en Estados unidos de Norteamérica, el 14 de mayo de 1948, para la formación de las fuerzas armadas. Los cerebros selectos que la conforman y por los productos que genera, han llevado a la opinión pública a considerarla como un tanque de gue
rra del pensamiento (think tank). Fukuyama en 1989, publicó un artículo titulado ¿el fin de la historia?, que lo ubicó repentinamente en una inusitada fama como académico y politólogo. En 1992 desarrolló ampliamente dicho artículo en un libro al que tituló “El fin de la Historia y el Ultimo Hombre” en el que sostiene que, “tras el fracaso del comunismo como proyecto social en la Unión Soviética y en general en los diversos países del mundo donde se ha intentado, la democracia liberal y el modelo de economía de mercado han quedado prácticamente sin rival”. En el año 2004, un nuevo texto de su autoría al que tituló “La Construcción del Estado”, lo ubica nuevamente en la agenda académica internacional de la Ciencia Política, en la que aborda el tema del Estado y en sus contenidos también se refiere muy destacadamente al tema de la educación. Dice Fukuyama que la institución del Estado en su versión primigenia “se remonta a unos 10,000 años, cuando surgen las primeras sociedades agrícolas en Mesopotamia” y que en Europa tiene un nacimiento mas reciente, hace unos 500 años “cuando se consolidaron la monarquía francesa, española y sueca”. Asegura el autor que, tanto en su Genesis lejana como en los primeros rasgos en su existencia moderna, el Estado ha desarrollado funciones como su poder coactivo básico y fundamental para “defender los derechos de propiedad, procurar seguridad pública, confiscar bienes… y en sus extremos, vulnerar los derechos de sus ciudadanos”. De esta manera, una versión actualizada implica que todo Estado debe desempeñar funciones mínimas, intermedias y dinámicas; entre las primeras esta la defensa, la ley y el orden, derechos de propiedad y protección a los débiles; entre las intermedias, otorgar seguridad social, proteger el medio ambiente y proporcionar educación; y en sus funciones dinámicas, establecer y desarrollar una política industrial que le permita generar riqueza publica y privada. En el tema focal de la educación, Fukuyama dice que esta función intermedia del Estado, de proporcionar educación eficiente y de calidad, debe ser diseñada de tal manera, que sea posible de manera permanente “medir su rendimiento” y luchar desde su génesis, para propiciar que los maestros “rindan cuentas de su trabajo” lo cual es posible principalmente en las grandes ciudades y que normalmente permanece “totalmente oculto en las zonas rurales”, por cuestiones geográficas y de histórica incomunicación humana. En este sentido, el autor reconoce como un avance, el que los padres de familia, estén organizados en asociaciones y tengan información sobre el desarrollo escolar y el aprendizaje, pero ubicados en un círculo vicioso de falta “del poder político necesario para sancionar a los maestros o directores que no desempeñan correctamente su labor… y para recompensar a los que si lo hacen”. En materia educativa dice Fukuyama, es posible detectar los casos de incompetencia graves y de fraude, pero se carece de la autoridad para juzgar y sancionar. Para el autor, los Estados pobres tienen en la educación de calidad “un valioso capital social”, porque en términos generales, los maestros son responsables y procuran saber mas para enseñar mejor, pero que la educación normalmente solo es un derivado de calidad en aquellos estados nacionales o locales, cuyos gobernantes y dirigentes educativos, tienen competencia, legitimidad, cultura general y especifica cultura política; en contrario, en los Estados débiles o fracasados, los problemas fundamentales, entre ellos el educativo, permanecen insolubles… y se agravan. Por ello, el autor se pronuncia por Estados fuertes en los que es necesario “la creación de nuevas instituciones gubernamentales… y el fortalecimiento de las ya existentes”. Eso y más dice Fukuyama. *Doctor en Investigación en Ciencia Política.

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