viernes, 28 de septiembre de 2018

ARTÍCULO

Consideraciones al criticar
Edilberto Nava García
Me agrada el tema, dado a que ya es normal que critiquemos instintivamente, es decir, irreflexivamente; lo sé y por más que intento apartarme de esa práctica, de esa costumbre, me doy cuenta que sin pensar vuelvo, reincido en ello: criticar por criticar y, en el peor de los casos, sólo censurar, como si todo cuanto me rodea fuese malo y no merezca una buena palabra ni mía ni de nadie; que no hay motivo al elogio ni al término med
io ni justo.
Sin embargo, bueno es ir al pasado, quiero decir, a la lectura de hace años, quizá muchos ya, en una palabra, mirar retrospectivamente aquello que antaño vimos en las páginas y captamos en los diálogos personales. Recuerdo, pues, que criticar es valorar algo a la luz de la razón. Y ciertamente, la crítica ha de llevar censura de la parte mala, de la parte negativa de lo que criticamos, pero no olvidar que la crítica, siendo valoración, debe guardar equilibrio entre lo bueno y malo de lo que se analiza, de los que se valora o critica.
En la vida solemos criticar hechos de hoy y del pasado, de costumbres, la política, de la religión, deportes y especialmente de personas y personajes. El motivo de lo bueno o malo de lo que criticamos es muy importante, pues decir esto es bueno, sin conocer, sin decir sus cualidades, sus atributos, estaremos criticando sin sustento. En la crítica siempre debe considerarse la razón, el motivo, para decir u opinar que tal cosa o producto es buena o malo.
Para criticar ha de procurarse omitir opiniones muy personales soslayando la valoración. Así por ejemplo, si alguien en el mercado de pronto dice ‘no compro este frijol porque no me gusta’. No está criticando, sino dando un rechazo muy personal, sin decir el motivo. Algún otro, al mirar la cartelera cinematográfica comenta a sus amigos o amigas, que tal película ‘no le agrada’, con ello no está criticando, simplemente está emitiendo un parecer personalísimo. Los valores de la cosa, objeto o acción que criticamos valen igual que la razón o motivo que tenemos para decir esto es bueno o malo. Jamás olvidar que no somos omniscientes y por ello hasta la belleza carece de equidad en las opiniones personales, y habrá grados ya que en cada uno aflora su personal estimativa.
No sólo para el periodista, el escritor, el profesor, sino para toda persona, en realidad todos criticamos, debemos tener en cuenta algunas condiciones para criticar sin tanta censura, ni con el elogio fácil e interesado o tendencioso. Luego entonces, la crítica ha de ser ponderada y justa. Así, una crítica impresionista puede caer en la arbitrariedad o interpretación estrictamente personal, debido a las condiciones, al ambiente o al interés de quien emita una crítica. Cierto, ser ponderado y justo no es punto fácil de alcanzar, pues nos ganan nuestras visiones, nuestros impulsos y desde luego nuestros intereses. Quien critica ha de procurar evitar el elogio, pero también la dureza y ubicarse en el centro o en el término medio. La crítica tiene un carácter informativo, incuso aquella de carácter científico, pero ésta ha de ser demostrativa.
Quien critica ha de procurar ecuanimidad, para lo que exige el control de sus emociones, de su ímpetu, por urgente que sea la crítica, pero además, debe ser respetuoso en su dicho y en su hacer, en su conducta. También ha de ser la crítica lo más precisa posible, sin caer en lo escueto; y si se es ya perito en el arte de escribir, lo más ágil y claro, que no dé ocasión a la duda en su auditorio o los lectores.
En resumidas consideraciones, a los críticos se les exige madurez, espíritu reflexivo, especialización y serenidad de juicio, equivalente a la ecuanimidad. Todo lo anterior arrojará una crítica justa, analítica y sintética, dado que se han valorado cada uno de los elementos de aquello que se juzga desde una posición un tanto impersonal, por más que se signe.

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