viernes, 14 de septiembre de 2018

COLUMNA

COSMOS
Héctor CONTRERAS ORGANISTA
¡EN LOS PRÓXIMOS TRES AÑOS, CHILPANCINGO VA A SEGUIR CRECIENDO COMO LOS RÁBANOS: PARA ABAJO!
SE DESATÓ LA PELOTERA, porque comentamos en facebook que se quitaron las mesas y las sillas del café LA COVACHA -consideramos que por algunas horas solamente- para que no estorben cuando por la tarde del 13 de septiembre pasare por el andador Zapata, el señor gobernador acompañado de las personalidades que asisten a la celebración del Primer Congreso de Anáhuac, en la iglesia de la Asunción.
Valiosas y muy respetables todas las opiniones en pro y en contra de que ese espacio de calle, que desde hace años ocupa como lugar propio la citada cafetería para comodidad de sus clientes, pero que de una u otra manera pertenece a la vía pública y efectivamente toma un espacio considerable de calle para colocar sillas y mesas y es un espacio donde además “se puede fumar”... ¡Es la calle: Qué más da!
Las autoridades municipales de Chilpancingo son quienes deberían regular el buen uso de los espacios públicos, sobre todo en la plaza central de Chilpancingo desde que esta comenzó a funcionar como tal.
La idea del entonces gobernador del estado de Guerrero, don Alejandro Cervantes Delgado, -1981-1987-, de unir los dos jardines del centro, “El Bravo” y el “Cuéllar”, fue para que quedara una sola plataforma con espacio suficiente, sobre todo para que los niños y los ancianos, pudieran hacer libre uso de ese espacio sin estar amenazados de ser atropellados por algún vehículo que pas
ara, como antes se hacía, por enmedio de los dos jardines o por sus alrededores. Que no hubiera bicicletas, ni motocicletas transitando por ahí para que los niños jugaran a sus anchas y la gente caminara sin preocupación por la Plaza Centra “Primer Congreso de Anáhuac”.
Él fue quien a propósito de esa gran idea, ordenó la construcción de un PASO A DESNIVEL que con su tractor excavó don Panchito Leyva, un viejo operador de maquinaria pesada y vecino del barrio de San Francisco, obra que hoy es de enorme uso y utilidad (aunque sea para inundarse en la época de lluvias) que parte desde la calle de Colón, pasando hacia el norte por el frente de la catedral de la Asunción y concluye hasta la altura de la calle Galo Soberón y Parra que conecta con la calle Amado Nervo que va del centro al barrio de San Mateo.
En cuanto se iba concluyendo la titánica obra en favor de Chilpancingo, algunas amistades de don Alejandro, visionarios, le solicitaron les cediera algunos espacios para ampliar sus negocios y ofrecer un mejor servicio a la clientela. Fue así como le cedió buen espacio de los andadores de la plaza central a los propietarios de la cafetería “La Parroquia” y también al restaurante “La Tortuga”, es decir, a las familias Heredia y Morlet. En esa época de mediados de los años 80 no se tenía noticia de “La Covacha”, propiedad de la familia Carreto.
Generoso como fue y también visionario, don Alejandro Cervantes Delgado mandó construir el espacio que conocemos como “Los Portales”, con varios stands para favorecer a quienes se dedicaban a la venta de periódicos y revistas, dispuso el funcionamiento de un restaurante en la planta baja de ese espacio y dos restaurantes más en la parte superior de lo que fue el edificio municipal que en los años 50 construyó don Julio Calva Capetillo y, ADEMÁS, para favorecer a sus amigos aseadores de calzado, entre ellos don Francisco Arroyo Carbajal, el bolero más antiguo de Chilpancingo y muy amigo del gobernador, a cada uno de los aseadores de calzado les obsequió un stand para que hicieran uso de un lugar propio. Otro amigo suyo, un paisano muy querido, don Saulo Donjuan, también fue beneficiado con un stand.
Todos los chilpancingueños vimos lo que pasó después de recibir sendos obsequios: ¡Los vendieron!, terminó la idea sana de beneficiarlos cuando con algunos centavitos se fueron felices y algunos nuevos vendedores de periódicos y revistas les compraron sus espacios pero NO se conformaron con ello. De inmediato, frente a esos stands, colocaron bancos y tablas e hicieron uso indiscriminado del corredor que serviría para paseo de las familias y comodidad de los transeúntes. Obstaculizaron la vía para los visitantes de la plaza central, y ahí siguen.
Alguna vez publicamos un comentario similar a este y nuestros amigos vendedores de las publicaciones se molestaron con nosotros como si fuéramos sus enemigos. Como ciudadanos y conociendo la intención de don Alejandro reclamamos para Chilpancingo esos espacios, pero lejos de retirar sus tablas, se ampliaron más, al grado que ese espacio que es de la ciudadanía, ya no permite caminar libremente, ni a los compradores se les facilita un espacio adecuando para visitar esos comercios. Y no sólo eso. Frente a ellos, permitieron se establecieran otros comerciantes donde venden toda clase de mercancía. Y obvio, no estamos contra el comercio, porque es una forma ganarse de vida, pero aquí, quien agachó las orejas fue la autoridad municipal que jamás ha puesto orden en la plaza central.
De pronto, cuando surge un comentario como este, “aparecen” “periodistas” salvadores de la patria protestando por el espacio de la “Covacha”. Y la protesta es enérgica, de mala fe y colérica. Pero no actúan igual cuando la plaza central ha permanecido por años tomada, como sucedió con una sección de maestros hace años, ni tampoco protestan en contra de quienes ya tomaron la plaza central como mercado. No protestan ni pueden decir nada porque reciben de la lima un gajo. Entonces, no es extraño que de pronto se muestren muy enojados y al rato muy complacientes por el mal uso que se hace de la plaza central afectando a la ciudadanía de Chilpancingo. Pero, en fin: Ese es el “periodismo” leguleyo que padecemos.
Ese problema, por más que se le busque alguna posible solución, no va a terminar ya que entre gitanos nadie se lee la mano y cohetero con cohetero no se huelen.
Cada comerciante que hace y deshace con esos espacios de la plaza pública, es porque está “bien palanca” y es dueño de un influyentismo intocable. Los chilpancingueños comentan de vez en vez quién o quiénes son los dueños de la plaza pública y por qué se permite que la tranquilidad que don Alejandro Cervantes Delgado buscó como beneficio para la ciudadanía, haya sido violada, trastocada desde antes de inaugurarse.
Por eso, por el insultante influyentismo entre quienes dirigen o debieran dirigir el Bando de Policía y Buen Gobierno y hacerlo funcionar correcta y honestamente en favor de los ciudadanos y no ha sido así, es por lo que vivimos en el caos. Los vehículos siguen siendo estacionados en la plaza central, las motocicletas, hasta de los gendarmes pasan por ahí a toda velocidad. Las patinetas, los patines son de uso diario entre los jóvenes poniendo en riesgo la vida de los transeúntes y sobre todo de niños y ancianos.
Y si se trata de ser muy sinceros, con lo que viene, Chilpancingo va seguir en los próximo tres años creciendo como los rábanos: ¡Para abajo!
¡Tiempo al tiempo!

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