lunes, 15 de octubre de 2018

ARTÍCULO

La regla de la mayoría
Apolinar Castrejón Marino
Simón Bolívar dijo de manera categórica: “Si mi muerte contribuye a que los partidos políticos cesen sus hostilidades, y la unión se consolide en beneficio del país, yo bajaré tranquilo al sepulcro”.
Pero, en una democracia, la unanimidad no es posible. ¡Bueno!, ni siquiera es deseable. ¿Entonces? La regla de la mayoría es utilizada por sistemas democráticos para tomar decisiones cruciales en beneficio de la colectividad, pero también los sistemas no democráticos utilizan una falsa mayoría, preparada con la complicidad de falsos líderes, y con procesos de participación ciudadana fraudulentos.
Desde la antigüedad, hubo procesos de toma de decisiones. Platón describe en su libro “Diálogos”, que cuando el estado va a comprar caballos, es necesario pedir la opinión del ganadero, o del montador; cuando se va a comprar una embarcación, se busca la opinión del constructor o del navegante; pero cuando se va a construir un puente o un palacio, o se va a iniciar una guerra, es necesario consultar a todos los grie
gos.
Así funcionó la democracia griega. Luego vino la alteración de la vida política, por quienes decidieron vivir a costa de los demás. Hasta llegar a nuestros días, en que cualquier mataperros habla de democracia. Resulta por demás curioso que los priistas, los perredistas, los “verdes”, los petistas y demás fauna politiquera, todos hablan de democracia.
En el fragor de las campañas por la presidencia de la república, el conductor de noticias en la televisión José Cárdenas, lanzó una crítica al candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador, diciendo que había hecho un partido político para su uso personal, y que estaba al borde de la locura por ser presidente de México. Pero que en caso de llegar a serlo, se convertiría en un dictador, porque no sabe escuchar a las personas, y que siempre quiere imponer su voluntad.
En un momento, preguntó a su interlocutor Jorge Castañeda, que si estaba de acuerdo en el juicio de valor que acababa de establecer, y como para inducir la respuesta, le endilgó la frase: “…lo cual es muy contrario para quienes somos demócratas ¿No?”
Subrayamos estas opiniones del conductor del programa de tele fórmula, porque en días pasados, contradijo flagrantemente el adjetivo de demócrata que se había aplicado. A razón de la llevada y traída construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México dijo que no debería hacerse una consulta para que la gente opinara acerca del tema.
De manera categórica, dijo: “Perdón, pero yo creo que la gente no tiene los conocimientos necesarios para opinar acerca de una obra arquitectónica de esas dimensiones”. Tenía en el estudio de televisión la presencia de 2 arquitectos, altamente calificados, que descurtirían los detalles del aeropuerto; uno a favor y otro en contra.
Para involucrar a los especialistas, repitió el planteamiento: “Ustedes son arquitectos que tienen conocimientos obtenidos en las mejores universidades, y representan organismos dedicados a la construcción de obras de grandes dimensiones. Sus opiniones son las más acreditadas ¿No?”
Y uno de los arquitectos le mató su gallo a la primera. Así le dijo: “…es cierto que un campesino carecerá de la preparación profesional para opinar acerca de las características técnicas de un aeropuerto, de la dimensión de las pistas de aterrizaje, de los requerimientos de las cabinas de control de tráfico aéreo, y de las dimensiones de las salas de espera. Pero eso no es necesario preguntarle”.
El otro arquitecto, se adelantó a decir: “Lo que se le debe preguntar a la población es, si considera construir una obra de grandes dimensiones, que solo va a beneficiar al 5 % de la población. Y también se le pude preguntar si es urgente construir esa gran obra, que solo moviliza el 2 % de las importaciones/exportaciones de productos de consumo familiar”. Y le mataron su gallo a Don Pepe Cárdenas.
Pero como son tan abundantes los opinadores de la agenda nacional, a todos les callaron la boca “Los Macheteros” de Atenco, que surgieron como invocados por el duende de la democracia que todo lo enreda y complica. Y ahora ¿Quién podrá defendernos?

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