martes, 23 de octubre de 2018

ARTÍCULO

Don Juan Tenorio
Apolinar Castrejón Marino
¿Maestro, puedo pasar?
Claro Chilìn ¿Qué sucede?
¿No está muy ocupado?
Bueno, solo estoy preparando la próxima clase que voy a dar.
¿Y me puede decir de que se trata?
Pues voy a dar una clase de literatura, y trataremos de la obra de Don Juan Tenorio.
Uh. Pues yo no sé nada de eso.
Yo creo que sí, porque toda la gente sabe qué es un “Don Juan”.
Fíjese que no maestro, yo no sé nada, ni de Juan, ni de Pedro. A mí solo me dicen “Chilìn” porque me llamo Cirino.
Tienes razón, la gente se ha alejado de la literatura…. y todo lo que sea cultura.
Pero ¿Qué hay con Don Juan?
Ah, bueno decirle “Don Juan” a alguien era insinuar que le gustaba tener muchas novias y ser mentiroso con ellas.
Eso era para molestar, porque no puede uno ser mentiroso, ni “noviero”.
Pues fíjate que es tan extraña la mentalidad de los hombres, que muchos se sienten halaga
dos de que les atribuyan tales cualidades.
A mí no me causaría ningún orgullo.
Mira Chilìn. Hay etapas en la vida, en que nuestros valores son contradictorios e imprecisos. Juan Tenorio y Luis Mejía eran dos jóvenes españoles de familias adineradas, que no tienen mejor cosa que hacer, que andar de vagos, y viciosos.
¿Cómo los “Ninis”?
Mucho peor, no tenían respeto por nadie, y eran bribones y pendencieros. Y era un tiempo que, a los jóvenes se les llamaba “Don” y “Doña”. 
También sucedió así en nuestro país, cuando se llamaba “Nueva España” ¿Verdad?
Así es, entonces. En una taberna de Sevilla, llamada “El Laurel” se reunieron Don Juan Tenorio y Don Luis Mejía, y mientras se tomaban unos tragos de vino, se pusieron a charlar en donde había estado, y que habían hecho. Pero el tono de la plática era de presumir y alardear, exagerando hechos comunes, para hacerlos aparecer como hazañas.
Igual que hacen los jóvenes de ahora en su Facebook ¿No?
Exactamente. Eran tan grandes sus mentiras, que decidieron apostar por un reto en que demostrarían que efectivamente podían realizar las proezas que decían. Acordaron que en el transcurso de un año, cada quien por su lado realizaría actos llenos de valor e inteligencia, sin importar por qué medios. Eran realmente valerosos e inteligentes, pero por la veleidad de su edad, en lugar de realizar hazañas heroicas, se les hizo más fácil involucrarse en escándalos, traiciones y estafas.
¿Y eso les ocasionaba orgullo?
Así es. Después de un año de libertinaje, se volvieron a reunir, como dice el clásico “… en el mismo lugar, y con la misma gente”. Y mientras se metían una buena dosis de vino entre pecho y espalda, se pusieron a contar sus bribonerías.
¿Y quién ganó?
Pues ambos eran igual de canallas, así que quedó en empate. El público quería deshacer las “tablas”, pero como aún no se usaba “piedra, papel y tijera” ni el “disparejo”, optaron por subir la apuesta al siguiente nivel.
Don Juan amenazó a Don Luis de que le quitaría a su prometida, Doña Inés, que se encontraba resguardada en un convento, alejada de las tentaciones mundanas. Al enterarse de tales despropósitos, Don Gonzalo de Ulloa, padre de Doña Inés, deshizo el compromiso, para salvar del riesgo a su hija. Pero a través de su criada, Don Juan le hizo llegar una carta de amor a Doña Inés, que es una joya literaria: “Doña Inés del alma mía, luz de donde el sol la toma, hermosísima paloma deseosa de libertad…” Luego la raptó del convento, y se la llevó a su casa. Don Luis y Don Gonzalo llegaron a la casa de don Juan a rescatar a Doña Inés, y entonces se enfrentaron en un duelo, con Don Juan. Este mató a los dos, y huyó de Sevilla.
¿Y Doña Inés?
En los siguientes días, murió de la pena por la muerte de su padre y de su prometido.
¿Y luego?
Después de cinco años, Don Juan volvió a Sevilla y se le ocurrió ir a visitar el cementerio de San Fernando, donde estaban enterrados Don Luis y Don Gonzalo. No sabía que también había muerto Doña Inés, y al ver su estatua  de mármol, se acercó para tocarla. Y entonces, la estatua de piedra le habló para decirle que debía arrepentirse de toda su maldad para que pudiera ir al cielo con ella, donde se amarían de verdad.
¿Y no le dio miedo hablar con el fantasma de Doña Inés? Pues no, porque luego se le apareció el espíritu de Don Gonzalo con el cual discutió y lo retó a una pelea de espadas. En ese instante llegó el capitán de la guardia y atacó a Don Juan. Más al rato, cuando estaba en el cementerio hablando otra vez con Don Gonzalo, escuchó unas campanadas, y unos rezos de los que se pronuncian a los muertos. Y le preguntó a la estatua de Don Gonzalo que a quien iban a sepultar, y le dijo que a él, pues lo había matado el capitán….
Uh, maestro, es una historia muy triste, con tantos muertos.
Exacto, por eso se pone de moda durante la festividad de “Día de Muertos”.

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