jueves, 4 de octubre de 2018

ARTÍCULO

Mitote y Huacash
Edilberto Nava García
En Apango, región central de Guerrero, cuenta décadas a que se le hace encuentro a las reses que han de sacrificarse para que la gente que concurre a la fiesta patronal coma chilate con sabrosos tamales tololoches. No es lo único, pues este día 2 de octubre, conforme se quita la vida a cinco o seis reses inmediatamente de que se les ha hecho encuentro por la conocida Calle Real, preparan la sangre y con guisos la cuecen. Normalmente esa sangre la comen con tortillas. No se requiere más, pu
es es muy sabrosa.
Sin embargo, tal vez valga la pena decir la causa por la que llaman huacash a las reses. En el náhuatl no hay palabras que se escriban con b ni con v, los originarios, los conquistados no pudieron, de pronto decir vaca, vaho, ni burro ni bolas, pero gracias a la flexibilidad del fino idioma, para decir vaca, acomodaron, anteponiendo el prefijo hua. Así comenzaron a pronunciar huacash. Siendo macho el animal, pues le pusieron huacashtoro y así llamaron a un caldo que preparaban con carne de res enchilada y sal, debidamente asoleada que hervían para ser degustado. Quienes hablan el idioma náhuatl dicen por ejemplo, niconanaz nohuacashte’. Es decir, iré a buscar mis reses, mi ganado vacuno.
De hace tres cuatro décadas a esta fecha, los participantes en el Encuentro del Huacash se han triplicado. A las reses donadas para que la gente coma durante la festividad, se les muestra, se les exhibe, les colocan en el pescuezo lo mismo cadenas o collares de cenpazúchitl que ajos, chiles y cebollas, ingredientes con lo que se les guisará en pocas horas. Cuestión de fe o de compromisos. Apangueños que han cruzado el Río Bravo suelen donar esas reses como una promesa, como una manda a San Francisco de Asís y, por ello, aunque no estén presentes, sus familiares adquieren la res y la entregan previamente a la mayordomía o directamente a la mayordoma, a efecto de que se sacrifique, previa su exhibición. Sin embargo ahora, tras ese encuentro del huacash, se agrupa mucha gente que con retazos de collares de tapayola en lo alto, bailan al son que las distintas bandas de música tocan durante el recorrido que acostumbradamente pasa a setenta metros, frente al portal del atrio del templo parroquial y dirigiéndose al domicilio del mayordomo. Este año es mayordoma Praxedis Mendoza García, tan involucrada, por activa, en actos de religiosidad.
Ese mitote o bailongo ininterrumpido por la Calle Real dura casi tres horas. Los grupos pasan y pasan mientras los integrantes de las bandas de música tocan y tocan a todo cuanto dan sus pulmones. Casi todos llevan ya entre pecho y espalda algunos tragos de buen mezcal o cerveza de bote, líquido que riegan sobre las cabezas de los participantes, incluso niños. No van borrachos aún, sino alegres. Quienes continúan empinando el codo, se les mira borrachos ya después de la siete de la noche, aún con claridad.
El domingo, último de septiembre, creyeron muchos que no habría gente, porque este año la festividad al Serafín Llagado es entre semana, sin embargo en el Encuentro de Huacash hubo fácilmente dos mil participantes. Como dijo mi tío: así fueran buenos para concurrir a misa, no que son buenos para maltratar a los toros que al rato matarán y luego se los comerán. Quizá tenga razón, pero sin duda es uno de los aspectos del catolicismo, muy dado al mitote, al baile suave y sobrado de fe, dicen. ¡Salud!

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