viernes, 19 de octubre de 2018

ARTÍCULO

Mes de Octubre
no se olvida
Apolinar Castrejón Marino
Y así estamos llegando a fines del mes de octubre, que es el décimo mes del año en el calendario gregoriano, y tiene 31 días. Su nombre indica que es el octavo mes del año, pero eso era antes de que al emperador Julio Cesar se le antojara tener un mes, con su nombre. Y se agregó el mes de julio.
Pero luego vino César Augusto, que para no ser menos, mandó agregar otro mes al calendario, el mes de agosto y así, octubre pasó a ser el mes décimo. Otras versiones aseguran que es el octavo mes en el calendario romano, debido a que el año empezaba en el mes de marzo.
En nuestro país, el mes de octubre era muy esperado por nuestros ancestros, que eran campesinos. Para ellos el mes de octubre significaba el fin de la escasez de alimentos y el término de la temporada de lluvias, que siempre trae consigo el peligro de las inundaciones y las temibles tormentas eléctricas.
En este mes se obtienen las cosechas, producto de una larga temporada de trabajos y sacrificios, que incluye preparación de la tierra, siembra, limpia de maleza, fertilización y muchas labores, sin ten
er recompensa de fruto alguno. Tan bello es este mes que hasta tienen una luna especial, la luna de octubre.
Así que con los últimos días de lluvias, es cuando aparecen los primeros elotes, que luego se convierten en mazorcas, y los campesinos ya tienen que comer. Por cierto, comidas deliciosas como elopozole, tamales de elote, atole de elote, y algunos otros deleites para el paladar.
Otra cosecha muy esperada es el frijol, que forma parte esencial de la dieta de los campesinos –y de muchos mexicanos–que como es habitual se comen hervidos o fritos, y además se preparan tamales de frijol entero, y de frijol molido.
Cabe observar que estos productos de maíz nuevo, y frijol nuevo, tienen un sabor incomparable. Y si el cochinito del corral, ya está suficientemente gordo, o la gallina no está criando pollitos, pues se les sacrifica para hacer un delicioso adobo. Cuando los elotes se pasan de maduros, se llaman camaguas, las cuales de ninguna manera menguan sus propiedades, pues se prepara, pozole con frijol, esquites y memelitas dulces.
En la ciudad de Tixtla, cercana a Chilpancingo, la capital del Estado de Gurrero, hace como cincuenta años, la laguna que se encuentra al oriente del valle, iba poco a poco desecándose, y el terreno que quedaba ya sin agua, era plano y cubierto de pasto, cosa muy agradable para caminar, mientras los niños se divertían corriendo y jugando.
El libro “La Heroína Anónima” escrito por la maestra Beatriz Hernández García, reseña que su padre tenía una lancha a la cual puso por nombre “El Corobel”, que utilizaba para dar paseos atravesando la laguna, a las parejas de novios, mediante una módica “cooperación”.
Y también detalla que venía una avioneta de la Ciudad de Cuernavaca, la cual también daba paseos a los enamorados y al público en general circunvolando el valle. Por cierto, era la misma avioneta que en otras ocasiones lanzaba desde el aire, publicidad de películas de artículos para el hogar, y el “Cancionero Picot” que contenía las canciones de moda.
En las planicies de los sembradíos se acomodaban las “eras”, que así se llamaban los tendidos de mazorcas y de frijol que se ponían a secar al sol. Luego se desgranaban las mazorcas, y se azotaban las plantas de frijol para obtener esos preciosos granos que son la base de la alimentación, para luego guardalos en “trojes” para irlas consumiendo según las necesidades familiares, o para su venta.
Estas escenas bucólicas, han ido poco a poco desapareciendo, para dar lugar a nuestro mundo extremadamente tecnologizado y comercial. Como lo vaticinó el cancionero del pueblo José Alfredo Jimenez: “Las distancias apartan las ciudades, las ciudades destruyen las costumbres”.

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