viernes, 26 de octubre de 2018

ARTÍCULO

Día de muertos y
ofrendas en Copala
César González Guerrero
En memoria de todos nuestros fieles difuntos.
Como en todos los pueblos de México y Guerrero, los días  1 y 2 de noviembre de cada año, son de fiesta y de tristeza, de recuerdos y celebraciones, de alegría y dolor, de sufrimiento y felicidad. Son momentos de contrastes, inolvidables, principalmente por que se conjugan las tradiciones y costumbres de un pueblo que se resiste a perder estos valores huma
nos.
A pesar de los siglos y años que han transcurrido, se mantiene viva la cultura de nuestros antepasados, ya que en Copala, región de la Costa Chica, tampoco aceptamos cambiar los sentimientos más genuinos de nuestros padres por otras costumbres y modas extranjeras.
Tal vez se observan algunas variaciones, con respecto a otros pueblos, regiones o entidades, en cuanto a los ritos y formas de celebrar el Día de Muertos, de instalar los altares y ofrendas de muertos, pero en el fondo las ideas son las mismas: recordar a nuestros fieles difuntos y continuar cumpliendo con sus enseñanzas, y honrarlos como se merecen.
Para empezar, en Copala, por lo regular familias completas acuden con anticipación a realizar trabajos de limpieza, pintura y arreglos de sus panteones.
Otros prefieren hacerlo el mismo día de esta celebración, y claro también se encuentran varias tumbas abandonadas. Todo en virtud de que algunas autoridades no se preocupan por hacer o promover estos trabajos de limpieza en lo general.
En seguida, antes de las doce del día 31 de octubre, se acostumbra instalar un altar, mismo que consiste en la colocación de una mesa, o algo parecido, que sirva de base para todos los elementos que forman parte del ritual, que por regla general lleva un mantel blanco. El tamaño y la forma varían de acuerdo con las posibilidades de cada familia, y van desde una modesta caja de cartón, caja de madera, hasta un altar con todas las formalidades del caso.
Por muy humilde que sea la familia no faltan en la mesa del altar los tamales nejos, el pipían (no confundir con el mole verde), la bebida que acostumbraba el difunto (aguardiente, cerveza o bebida de cola), el vaso con agua, la fruta de la región, el pan auténticamente del pueblo, arroz con leche (llamado arroz de leche), cigarros o puro (si era fumador) con sus respectivos cerillos, calabaza (cocida con piloncillo, es decir la llamada panocha), comida preferida por el difunto ( tortilla o memela gruesa hecha a mano, mole de puerco, frijol, etcétera).
Complementando todo lo anterior no puede faltar el incienso de copal, las velas (cirios) y veladoras, tanto para los difuntos pequeños como para los grandes, una imagen religiosa, así como la fotografía, en algunos casos, del difunto, las flores de terciopelo y cempasúchil que adornan el altar, esta última que también sirve para construir, simbólicamente, el camino por donde llegan los difuntos hasta el altar para disfrutar de la ofrenda servida en su honor.
Vale la pena señalar que el pipían se elabora de manera muy especial, utilizando manteca de cerdo, de preferencia con carne de puerco, semilla de calabaza molida en metate con la respectiva mano de metate, para que su olor y sabor sea autentico. De lo contario no tiene el mismo valor y mensaje que se le envía a los difuntos.
Lo mismo sucede con la elaboración de los Tamales llamados nejos. Estos deben ser elaborados con masa de maíz, ceniza de la leña que se utiliza en el comal para hacer las tortillas y nixtamal de niscome, al término se hace la forma del tamal y se envuelven en hojas verdes de plátano.
El ritual de esta comida, para los difuntos, es una tradición que se ha ido perdiendo aunque, afortunadamente, algunas familias continúan luchando por mantener viva esta tradición.
Ojalá que las autoridades de los tres niveles de gobierno: municipal, estatal y federal, promuevan en sus planes de gobierno, programas y planes de estudio, con el apoyo de padres de familia y maestros, el rescate y fortalecimiento de nuestra cultura. Deben aprovechar que aun viven hombres y mujeres que conocen las costumbres y tradiciones populares, dispuestos a coadyuvar en ello, ya sea proporcionando las recetas especiales y originales, o bien brindando asesoria a los jóvenes estudiantes. Esperamos que alguien promueva estas actividades.

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