jueves, 22 de noviembre de 2018

COLUMNA

COSMOS
Héctor CONTRERAS ORGANISTA
HOY FESTEJAMOS A SANTA CECILIA, PATRONA DE LOS MÚSICOS
Por eso este día en todas las ciudades, pueblos o urdes, los filarmónicos abren un espacio especial para reunirse con sus colegas, los católicos, como en Chilpancingo, desde temprana hora se dan cita en el templo del Barrio de San Mateo donde junto al altar se coloca una imagen de Santa Cecilia, se le colocan flores y ahí todos los artistas le cantan las tradicionales “Mañanitas”.
Por fortuna este día va cobrando importancia entre quienes se dedican a la música, en especial aquellos artistas que cantan en bares, cantinas, centros nocturnos y músicos que a veces tocan solos con sus órganos o pianos, otros en grupos musicales y otros más conforman un mariachi y de esa manera, tocando aquí y tocando allá se ganan “la frita” para sostener a la familia.
Chilpancingo, hasta donde la flaca memoria alcanza, ha tenido la suerte de contar con músicos nacidos en esta tierra bendita de Dios, como el maestro Carlos Quiróz Rodríguez, quien por muchos años fue director de la Banda de Música del Gobierno del Estado.
La querida e inolvidable maestra Isabel Guevara Catalán fue de lo mejor al piano. Cuando era jovencita, se platicaba en su familia, era muy bonita, muy graciosa y fue alumna del maestro Man
uel M. Ponce, de Zacatecas, aquel músico que compuso la hermosa obra “Estrellita” y también hizo “Las Mañanitas”.
Se dice que cuando el inolvidable maestro Margarito Damián Vargas venía de Tixtla a Chilpancingo, no tocaba hasta en tanto no llegara a las audiciones que iba a ofrecer, su hermosa musa: Chabelita Guevara Catalán.
Su hijo Alberto Ruz Guevara, un excelente y excepcional periodista con quien tuve la fortuna de trabajar reporteando y redactando cuando refundamos el periódico el Diario de Guerrero con don Héctor García Cantú y Hugo Mendoza Rickalde en 1969, me platicaba que un día él llegó a su casa donde por su ancianidad doña Isabel ya no salía.
Llevó un caset de Richard Clayderman, un pianista famoso, y lo colocó en el reproductor para escucharlo. Ahí estaba su mamá quien cuando terminó de oírse la “Quinta Sinfonía de Beethoven” dijo a su hijo el periodista: “Alberto, tráeme ese caset. Alberto o Beto se lo entregó. La maestra Chabelita se levantó de donde estaba sentada y se dirigió al basurero donde echó el caset que había recién comprado su hijo, y le dijo: “Este señor Clayderman es un gran pianista pero un mal músico: Los genios como Beethoven, no necesitan que se les corrija o altere en nada su música”.
Hemos tenido otros genios en la música como Jesús “Chuchito” Linares (músico invidente) quien dio cátedra de su ejecución musical en el órgano melódico. En la celebración de un aniversario de la estación de radio de la XEPI, de Tixtla, que se realizó en el auditorio de la Cámara de Diputados, ahí donde Fernando Méndez acaba de realizar un gran homenaje al genio de la guitarra Cleofás Villegas, tocaron varios maestros ejecutantes del órgano quienes vinieron de la ciudad de México.
Fueron invitados por don Andrés Peyron, el dueño de la radiodifusora de Tixtla y vinieron porque él era un diestro en la reparación de órganos. Era tan diestro en esa actividad que don Andrés daba mantenimiento al órgano monumental de la Catedral Metropolitana en la ciudad de México.
Vinieron en ese entonces un grupo de representantes de la Marcha Yamaha de órganos melódicos y llevaron un modelo a la Cámara de Diputados donde un japonés ejecuto bellísimas melodías. Me tocó fungir como maestro de ceremonias en ese evento y bien atrevido que soy, sin que estuviera en el programa pero sí en el auditorio, invité a Chuchito Linares a que pasara a tocar el nuevo y novedoso instrumento.
Subió acompañado por su querida esposa y acarició el teclado, tocó los aditamentos del órganos y comenzó a tocar como si al instrumento lo conociera de toda la vida ofreciendo un concierto de música guerrerense y latinoamericana y le aplaudimos mucho. Los japoneses se miraban unos a otros sorprendidos y sonrientes y los paisanos de Chuchito Linares, felices.
Recuerdo que al terminar el evento, le pregunté a Chuchito sobre el tema hermoso que había ejecutado: “Siboney”, que es una melodía muy bella. ¿Qué es Siboney?, le pregunté. Y entonces él me dijo que “los siboneyes, en Cuba y otras islas del Caribe, fueron una raza como en México los aztecas, que fundaron esa isla y era muy creativos y muy valientes”, palabras más, palabras menos del gran Chuchito Linares a quien rendimos un merecido homenaje este día de santa Cecilia.
Hay muchos más músicos a quienes de niño conocí cuando tocaban en la Banda de Música, en grupos “norteños”, en mariachis, en tríos, y me ha gustado tanto la música que llevo cuatro volúmenes (libros) dedicados a los músicos guerrerenses: “Compositores Guerrerenses”, “El Cancionero Guerrerense”, “Así se Canta en Guerrero” y “Guerrero Canta”.
Tuve en suerte que uno de mis maestros de primaria fuera un gran músico, el maestro Leonel López Vega, que en paz descanse, quien tenía un grupito musical: “El Son Anáhuac”, que como símbolo tenía un gallo y éramos alumnos los que le hacíamos ruido con güiros, maracas, cencerros, tarolas y tumbas mientras él tocaba la guitarra de manera magistral en los eventos escolares, ahí cantaba mi sobrina-prima y herma Esthela. Se “reventaba” las que estaban de moda: “El Yerberito”, de Celia Cruz y otras no menos populares.
No sé de dónde me salió eso de hacerle la lucha a tocar la guitarra, que nunca he podido, pero me gusta, y escribo dizque canciones como algunas que me han grabado el trío LunAzul, Tiburcio Nogueda y otras bellas artistas y gratos amigos cantantes o músicos y tengo la dicha de que hoy compartimos nuestras vidas con una excelente cantante: Berza Azabay Ortiz, quien soporta que a veces toque la guitarra y muy mal, y en otras ocasiones le apoyo en sus ensayos de los disco que graba o lo que practica para las actuaciones donde la contratan a cantar. Gracias Bersa.
Me queda mucho en el tintero sobre una cantidad de artistas. Esta vez no quiero concluir mi texto de hoy sin platicarles que hace muchos años, como sesenta años o más, los músicos, que jamás han sido bien remunerados en lo económico, tenían que buscar donde trabajar para avenirse algunos centavitos más y algunos se reunieron y fueron a pedir trabajo allá con don Federico Gómez, “El Puro”, que en la calle de Omilte administraba una casa de las llamadas “non sancta”.
Lo músicos tenían que avenirse algunos centavos extra, y cuando llegaba un cliente pudiente a divertirse bebiendo y bailando, el trompetista tocaba una fanfarria que de hecho era una llamada de atención al público: Tatatatatatá: “Danzón dedicado al señor fulano de tal y putas que le acompañan”, toda la concurrencia aplaudía, el señor se levantaba a bailar en el salón con una de las “chicas de tacón dorado”, que en ese entonces era una novedad y tenía que invitar las cervezas o una botella a los músicos y ofrecerles algunos centavos…
Entonces, pues, feliz día de santa Cecilia.

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