lunes, 17 de diciembre de 2018

COLUMNA

COSMOS
Héctor CONTRERAS ORGANISTA
LA DERROTA DE LA CRUZ
-Dicen que le dijo su mamá: “Ay, hijo: Al paso que vas acabarás siendo periodista”-

Cuando dos fuerzas se miden en una disputa-espectáculo comercial de inimaginada cosecha económica, a favor de sus patrocinadores, disfrazada de deporte, que no es más –según opinión de algunos de sus propios sacerdotes oficiantes- que la práctica de “briznas” mediocres de desplazamientos que debieran pertenecer a la fuerza y a los vientos de un “huracán”, y los espectadores –cuya condición de tales es mejor conservar en el silencio- no consiguen obtener más que una catarsis que al final, sea como sea, les brinda un binomio extraño pero real de confrontación populachera de satisfacciones y frustraciones, el resultado deriva inconscientemente en un: “¡Somos Campeones!”, como si todos sus adherentes hubiesen participado en la disputa del dominio, a la hora del torneo. Pero cuando sus favoritos son derrotados, la palabreja y el sentimiento es vacío, hueco, de sentencia: “¡Perdieron!” (no de todos, porque también hay leal
es, de a de veras).
Paco Ignacio Taibo, o mejor sea escrito, su ya famosa frase, arrancada del modo de hablar de los habitantes de tenebrosos callejones de las ciudades perdidas “de las grandes metrópolis”, de las cantinas, del caló de barriada, de las piqueras y de lo más nauseabundo del lumpen, salta en estos asuntos análogos de política y “deporte”, como sapo de charco puerco: “¡Somos Campeones!”.
No hay aquí necesidad de repetir lo que el popular escritor públicamente dijo y después, en las mismas condiciones de auditorio, pidió perdón, “para no parecer homofóbico”. Y Andrés Manuel, en un acto presuntamente piadoso, propio de la candente picardía tabasqueña al estilo del inmortal Pagés Llergo, determinó que sí, que sea encargado del Fondo de Cultura Económica.
Algunos opinadores, de esos que escriben por kilo las columnas en los “diarios nacionales”, sugieren que fue un acto presidencial de profunda y doblada sutileza, ya que, suponían, al final, que el único que sintió en forma directa la dispensa oficial de la cuarta transformación, en esa doble envergadura de escándalo internacional, es el autor de cientos de obras literarias, a cual más interesante, valiosa e histórica. O sea, una especie de analogía de aquel axioma que dicen que dijo aquel que les platiqué: “Pero se la…ensucié”, que es la misma que el domingo la oncena perdedora, cosechó en la cancha.
La lección dominguera no debe ni puede omitirse.
En el caso de los políticos, menos.
¿Cuándo se gana?
Cuando hay, entre otros elementos, a cual más valiosos: Disciplina en el conjunto, unidad, calidad de acciones no personalizadas sino de grupo; amor a la camiseta.
Más disciplina. Obediencia, humildad. Idea de conquista. Inteligencia; más disciplina.
Creatividad. Respeto a su historia. Respeto al adversario. Análisis. Acción…y “no hay que llegar primero, pero hay que saber llegar”.
¿Qué ganan los simpatizantes? ¡Catarsis! Liberación de bilis, respuestas contundentes a los padecimientos crónicos de frustraciones de tercermundistas o de clasemedieros, y la satisfacción de un algo que no es suyo pero que lo sienten en el comentario como cariño salido del corazón:
“¡Ganamos!”, o repiten y repiten la frase Taibo.
¡Se les llena la boca y...lo disfrutan!
¡Sí, como en la lucha libre, como el súper bowl, como en el porrazo de tigres: “¡Ganamos!”.
¿Y ahora?
Pues que Paco Ignacio Taibo, en lugar de repetir frases malditas como si fuera cualquier presidentillo municipal de pueblo ingrato y pobre, jodido y olvidado, que se ponga a producir libros: Aunque ya sean muchos los que exitosamente ha escrito.

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