viernes, 21 de diciembre de 2018

COLUMNA

COSMOS
Héctor CONTRERAS ORGANISTA
OTRO AÑO QUE SE VA Y LA ESPERANZA EN EL QUE VIENE
Decía el gran Renato Leduc: “Sabia virtud de conocer el tiempo. A tiempo amar y desatarse a tiempo. Como dice el refrán: dar tiempo al tiempo, que de amor y dolor, alivia el tiempo”. Y en su anticipación al poema rezaba: “Aquí se habla del tiempo perdido que como dice el dicho: Los Santos lo lloran”.
Estamos a unos días de que el año de 2018 termine y recibamos el año 19 del nuevo siglo, del nuevo milenio.
Las esperanzas del mundo siempre han estado cifradas en el inicio de un nuevo año, de una nueva centuria, de un tiempo nuevo. Esperanzas para que el mundo cambie, se transforme, progrese y se logren muchas cosas importantes.
El mundo comenzó a cambiar tal vez desde el descubrimiento formidable de la utilización de la rueda. Antes ya había sucedió la efectividad del arco y la flecha y la caza de animales prehistóricos para alimento de los cazadores y sus familias y para protegerse de las inclemencias del tiemp
o, con pieles.
Ha sido un proceso de siglos para llegar a la computadora, a las técnicas modernas, a la comunicación celular, al uso de robots que casi actúan como humanos, y, sin embargo, esa “mala levadura” en el hombre de la que habla en el poema “Los Motivos del Lobo”, Rubén Darío, persiste en el ser humano.
Los sentimientos, de un modo u otro se han labrado merced tal vez a las religiones o principios filosóficos, pero no se apartan de aquel ejemplo de Mr. Jekyll y el señor Hyde. Y eso ha seguido como acción generalizada en diversos puntos del mundo.
México, por ejemplo y porque nos interesa, al fin sufrió un cambio en cuanto a la dirección política del país. El partido tricolor dejó de gobernar cuando fue relevado por el partido azul pero lejos de suceder algo positivo, se movió hacia la violencia y desde que ellos gobernaron se ha multiplicado todo tipo de atrocidades y crímenes que hundió a nuestro país en uno de los más violentos y peligrosos en el mundo.
En este fin de año se han fincado esperanzas para que la paz, la seguridad y el bienestar regrese a las calles y a los hogares, y que el eje económico alcance otros niveles de seguridad para los mexicanos, que se organice el beneficio de la Salud Pública y haya mejores niveles de apoyos a los jóvenes para que estudien y se proteja económicamente a los que nada han tenido para que su nivel de vida sea distinto y prevalezca un mundo real de beneficio para las mujeres, la niñez, los ancianos y los minusválidos. Existe, pues, ese tipo de esperanzas para el año que viene,
Donde no se ven muy claros los cielos es, lamentablemente, en el municipio de Chilpancingo. Cuando una administración de ese nivel “trabaja” a la buena de Dios, como ha demostrado en sus primeros días, porque suponen que “gobernar” es sólo administrar el recurso económico que les envían la federación y el estado y no se trae programa municipal del cómo gobernar, no hay manta que alcance para cubrir las más ingentes necesidades de un municipio tan destrozado como históricamente lo ha sido Chilpancingo. Y a ese paso, ningún milagro podrá manifestarse porque para que haya barbacoa, lo primero que se necesita es el chivo o el borrego.
En lo que a casa corresponde, debemos nuevamente de felicitar a nuestro compañero periodista y editor, Javier Francisco Reyes quien ha rebasado con creces hacer cotidianamente LA CRÓNICA/Vespertino de Chilpancingo, un periódico cuyo prestigio y presencia sociopolítica alcanza niveles sobresalientes en el mundo de la información guerrerense.
A Su Majestad, el Lector, nuestro agradecimiento por su apoyo en la lectura diaria de nuestro querido medio de comunicación, quien además de la información oportuna y veraz, tiene por meta la convicción de socialmente seguir sirviendo con ética y profesionalismo, a la sociedad guerrerense.
Feliz Navidad y un bendecido año 2019.
 “Aquel amor a quien amé a destiempo, martirizóme tanto y tanto tiempo, que no sentí jamás correr el tiempo tan acremente como en ese tiempo. Y hoy que de amores ya no tengo tiempo, amor de aquellos tiempos, cómo añoro: La dicha inicua, de perder el tiempo”.

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