jueves, 6 de diciembre de 2018

COLUMNA

COSMOS
Héctor CONTRERAS ORGANISTA
-¡ESTAMPAS DE MI FERIA DE CHILPANCINGO!-
UN GRATO RECUERDO-HOMENAJE PARA DON VICTOR ALVARADO SALDAÑA
QUIEN ENSAYÓ POR AÑOS LA DANZA DE LOS DIABLOS PARA LA FERIA LOCAL

-Este tema lo dedico de todo corazón a mis contemporáneos y recordemos juntos la Danza de Los Diablos, que con otras ya desaparecidas, hicieron la delicia en la niñez
Don Víctor Alvarado Saldaña, a quien Dios tenga en su gloria y en el descaso eterno, fue un chilpancingueño de lo más valioso por toda la aportación que hizo en favor de las tradiciones de nuestro pueblo, pero -¡PERO!- lo que siempre sucede: Jamás se le tomó en cuenta para darle algún reconocimiento, algún estímulo: ¡Nada!
Él, por iniciativa propia y porque le gustaba la feria de diciembre, su pueblo, salió en la danza de los diablos, como diablo y como Luzbel y se aprendió todos los sones de que se conforma esa vistosa danza que identifica Pepe Castañón en su canción La Feria de Chilpancingo: “Ahí la muerte
y los diablos y el mismito Satanás; los moros y los Santiagos también van a bailar”.
Sabemos que la tradición chilpancingueña que se expresa por medio de las danzas y de manera particular de la de Los Diablos. Debe en gran parte su preservación a don Víctor Alvarado Saldaña quien nació en 1933 y por muchos años la ensayó en su domicilio de Heroínas del Sur, en el Barrio de San Antonio.
Quizá su mayor auge fue cuando fungió como gobernador del estado el doctor Raymundo Abarca Alarcón, según lo explicó en su momento, anotando don Víctor que él comenzó a participar en esa danza desde cuando tenía 13 años de edad.
Para la historia de nuestras tradiciones destacó los siguientes datos: “La Familia Jorge fue la que comenzó a ensayar la Danza de los Diablos, enseguida la tomó don Abundio Morales y luego don Chencho Flores”.
Apenas tendría unos doce años de edad cuando don Víctor salió de danzante, “de diablo y de Luzbel, y en la misma danza de Los Diablos me aprendí el bailado de todos los de la danza”.
Cierta tarde de hace ya algunos años, sentado en una banca en las afueras de su casa, nos platicó con mucha sencillez que “hubo una ocasión que siendo gobernador el doctor Abarca, el señor don Chencho Flores, que sacaba la danza de Los Diablos y de Los Tlacololeros, me dice: Oye tigre, porque así me dicen de mal nombre, ¿no habías de querer la danza de Los Diablos? Y le dije que sí. Me pasó el bailado y todo, y yo los estuve ensayando”.
Luego explicó que invitaba a los muchachos de San Antonio y de San Mateo para participar en la danza y hubo hace años un paisano que salía de muerte, Héctor Tapia, que vivía por la calle Cuauhtémoc. Rómulo Tapia también salía de muerte.
Los Diablos usaban antes en la danza un tramo de madera, como garrote y lo labraban los propios danzantes. “Pero ahora todo quieren que uno les dé, tienen güevera de ir al campo a cortar uno.
Dijo con satisfacción que contaba con todo el ajuar de cabelleras con cuernos de venado; “yo se los daba a los muchachos para que los ocuparan y se los llevaron, ya no me los entregaron.
Tenía unos cuernos de diez ramas, y se los llevaron. De tantos que salían no supe ni quién se los llevó. Y para no estar haciendo corajes con ellos ahora les hago las coronas de alambre para que se las lleven, si quieren”. 
Don Víctor trabajó en el ayuntamiento, en el departamento de limpieza. Recordó que don Abundio Morales ensayaba las danzas de Los Ocho Locos, Los Siete Vicios, Los Diablos y Los Mudos. Ensayaba frente a su casa, localizada en la calle Guadalupe Victoria. También ensayaba Los Espueleros. Las danzas las trajo a Chilpancingo de varias comunidades de la montaña.
Otro señor que le decían Evencio trajo a Chilpancingo las danzas de Las Mulas y Los Siete Vicios, “creo que de Chilapa”.
Los muchachos cobran ahora, pero en el Patronato nos dan lo que quieren, nos dan cuatro mil pesos, pero con ese dinero, ¿qué va a hacer si un solo vestido vale como mil doscientos pesos?
El traje más caro es el de luzbel porque va forrado, doble trapo, y aparte la guitarra, máscaras, cajas, quijadas.
Las quijadas las compran en la universidad, o se las llevan a Pancho Alarcón, ¿qué les hará? ¿quién sabe? Y las paga bien, a cien, a ciento cincuenta. Y a mí me las traía un muchacho de Mochitlán, más baratitas.
Tiene más de cuarenta años que comencé a ensayar.
Nosotros empezamos a ensayar en el mes de noviembre.
Yo ya no veo bien con mi ojo izquierdo, por eso los está ensayando mi sobrino. Aunque la verdad es que la tradición ya se acabó, porque ahora el bailante todo quiere: medias, zapatos, paliacates, el vestuario y aparte su paga”.
Las relaciones de Los Diablos
Antes de darnos a conocer de las relaciones de la danza de Los Diablos, una de las más vistosas de la Feria de Chilpancingo, don Víctor Alvarado Saldaña, acomodado en una banca de cemento al pie de su casa, en la calle Heroínas del Sur, alguna tarde reciente nos platicó de varias actividades que hizo en su juventud, todo dedicado a la Feria de Chilpancingo.
Recordó que don Abundio Morales ensayaba las danzas de Los Ocho Locos, Los Siete Vicios, Los Diablos y Los Mudos.
Ensayaba frente a su casa, localizada en la calle Guadalupe Victoria. También ensayaba Los Espueleros. Las danzas las trajo a Chilpancingo de varias comunidades de la montaña.
Otro señor que le decían Evencio trajo a Chilpancingo las danzas de Las Mulas y Los Siete Vicios, “creo que de Chilapa”.
En otro orden, también nos habló de algunos detalles que la mayoría de las veces, para los chilpancingueños, pasan desapercibidos. Por ejemplo, la hechura de las boas de pino.
Nos dijo que desde su juventud iba con otros amigos al campo, a los llanos de Tepoxtepec, por allá por Petaquillas a buscar cucharas de sotol, las que tenían que extraer con mucho cuidado. Servían como cucharas para el pozole y también para hacer arcos que se colocaban en la puerta principal de la iglesia de la Asunción y en los templo de los barrios.

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