martes, 11 de diciembre de 2018

NOTA CON FOTOS Y SUMARIO

Misterio en los ojos, su historia
y las apariciones de la Guadalupe

El relato del Nican Mopohua que significa “Aquí se narra”  o “Aquí se relata”, es el manuscrito más antiguo en el que se cuenta, en idioma náhuatl, la aparición de la virgen de Guadalupe al indio Juan Diego. Según el historiador Siguenza y Góngora, se le atribuye la hechura de este relato al indio Antonio Valeriano, iniciado por parte de los frayles franciscanos en la escritura y artes en castellano, y quien por cierto fue alumno y profesor del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco.
Actualmente existen tres versiones del manuscrito en la Biblioteca pública de Nueva York pero hasta el momento se ignora cuál es el original. Investigadores del texto concluyen que está escrito bajo el auto sacramental, una especie de drama litúrgico muy famoso del siglo XVl, el cual presentaba escenas religiosas para evangelizar a los espectadores, en este caso a los indígenas, ya que éstos solían transmitir su historia de forma oral, y una representación teatral cumplía con éxito la misión de los franciscanos.
LA VIRGEN PREHISPÁNICA
Antes de la conquista española existía un templo de adoración a la diosa Tonantzin, (nuestra madre) a la que acudían pobladores de todo el país del Anáhuac como se le llamaba a la federación de tribus. Historias recabadas por los frailes españoles dan cuenta de esto: los mexicas y otros pueblos nahuas creían que en la cima del cerro del Tepeyac se aparecía la madre de los dioses.
La religión azteca contaba con un misterioso sincretismo que los investigadores no han podido resolver: la mutación de tonantzin en diferentes nombres pero con mismo significado. Así bien, consideraban a Tonantzin, Coatlicue, Cihuacóatl o Tetéoinan como “la madre divina” o “la de falda de serpientes”. Algunos antropólogos creen que bajo el nombre de”Cihuacoatl “La Mujer Serpiente”, también fungía como protectora de las mujeres.
Uno de los historiadores más famosos, Miguel León Portilla sostiene que hay una relación entre la Virgen de Guadalupe y Tonanztin en su libro Tonantzin Guadalupe, y supone que los evangelizadores se basaron en la diosa para favorecer la conquista de la entonces Nueva España
LA ORIGINAL VIRGEN DE GUADALUPE ESPAÑOLA
En el siglo Xlll en la provincia de Cáceres España, y a orillas del río de Guadalupe –palabra de origen moro (árabe) que significa “río de lobos”–, se desarrolló una leyenda la cual cuenta que el vaquero Gil Cordero encontró una estatuilla morena de la virgen Maria, la cual se dice obró varios milagros en aquella comarca. Años después durante la conquista de América fue designada por los reyes católicos como protectora de los indios del Nuevo Mundo al ser de tez morena.
Hernán Cortés, gallardo conquistador de Tenochtitlan, cargaba con su estandarte de la virgen extremeña de la cual era fiel devoto ya que el procedía de la región guadalupana. El historiador mexicano  Edmundo o´ Gorman advierte en algunos de sus apuntes que por el año de 1530 los frailes franciscanos construyeron una ermita dedicada a la virgen española intentando sustituir un rito pagano, por uno católico.
Según la leyenda, a los 53 años tuvo la aparición milagrosa que daría inicio a la adoración de la Virgen de Guadalupe en México. La historia fue así: Juan Diego vivía con su mujer y su tío Juan Bernardino en Tulpetac, lugar donde no había iglesias por lo cual tenían que ir a misa hasta Santa Cruz de Tlatelolco.
LA APARICIÓN DE LA VIRGEN DE GUADALUPE A JUAN DIEGO
El sábado 9 de diciembre de 1531, Juan Diego se encaminaba hacia ahí y al pasar por el cerro del Tepeyac oyó un canto que no era de esta tierra. Se detuvo a gozar de él y cuando miró arriba vio un sol resplandeciente y en medio a una señora en actitud de oración (1a aparición), él fue a saludarla y ella le dijo que era su deseo que le labrase un templo en ese llano y le encomendó también que le comunicara ese deseo al señor obispo.
El día del “milagro”
El lunes, día de la cita, se enfermó de cuidado el tío Juan Bernardino y hasta el martes pudo salir Juan Diego que se dirigió a la ciudad a buscar a un sacerdote para que le administrara los últimos sacramentos.
Iba por ahí, ese día 12 de diciembre, cuando al pasar de nuevo por el Tepeyac se le volvió a aparecer la Virgen (4ta aparición) y le preguntó qué le pasaba. Él le contó lo de la enfermedad de su tío y ella le dijo que no se preocupara porque su tío ya estaba sano, después le pidió que subiera al cerro a recoger unas flores.
Fue Juan Diego y en efecto encontró muy bellas rosas de las que no era temporada y que nunca se habían dado allí. Ya con ellas en su ayate, la Santísima Virgen dijo que las llevara donde el señor obispo pero que no desplegase su ayate ni lo mostrara a nadie más. Así lo hizo Juan Diego.
Después de conseguir entrar en el obispado, le dijo a Zumárraga, el obispo, que ahí le llevaba la prueba que le había pedido. En ese momento soltó su ayate y apareció en él pintada “como por los ángeles”, la imagen de la Virgen de Guadalupe.
EL MISTERIO EN LOS OJOS DE LA VIRGEN DE GUADALUPE
Los ojos de Guadalupe constituyen uno de los grandes enigmas para la ciencia, como han constatado los estudios del ingeniero José Aste Tönsmann, del Centro de Estudios Guadalupanos de México.
Este graduado en ingeniería en sistemas ambientales por la Universidad de Cornell estudió durante más de veinte años la imagen impresa de la Virgen en ese tosco tejido hecho con fibras de maguey de Juan Diego, el indígena que recibió las apariciones que cambiarían decisivamente la historia de México.
Si bien sus dimensiones son microscópicas, el iris y las pupilas de los ojos de la imagen tienen impresa al menos la imagen sumamente detallada de trece personajes. Las mismas personas están presentes tanto en el ojo izquierdo como en el derecho, con diferentes proporciones, al igual que sucede en los ojos de un ser humano que refleja los objetos que tiene en frente.
El reflejo transmitido por los ojos de la Virgen de Guadalupe es la escena en la que Juan Diego mostraba al obispo fray Juan de Zumárraga y a los presentes en la estancia el manto con la misteriosa imagen. Era el 9 de diciembre de 1531.
NO ES PINTURA
Según las conclusiones del estudio, reveladas por Aste Tönsmann, nos encontramos ante una imagen “que no ha sido pintada con mano de hombre”.
Ya en el siglo XVIII varios científicos realizaron pruebas científicas que mostraban cómo era imposible pintar una imagen así en un tejido de esa textura. De hecho, con el pasar del tiempo, las fibras del “ayate” o “tilma” que utilizaban los indios se degradan. Normalmente no deberían durar más de veinte años. Sin embargo, la imagen está impresa desde hace casi 500 años.
SIN COLORANTES NATURALES
Richard Kuhn premio Nobel de Química, recordó Aste Tönsmann, hizo análisis químicos en los que se pudo constatar que la imagen no tiene colorantes naturales, ni animales ni mucho menos minerales. Dado que en aquella época no existían los colorantes sintéticos, la imagen, desde este punto de vista, es inexplicable.
PREGUNTAS SIN RESPUESTA
En 1979 los estadounidenses Philip Callahan y Jody B. Smith estudiaron la imagen con rayos infrarrojos y descubrieron con sorpresa que no había huella de pintura y que el tejido no había sido tratado con ningún tipo de técnica.
El ingeniero peruano explicaba que “Cahallan y Smith han mostrado cómo la imagen cambia ligeramente de color según el ángulo de visión, un fenómeno que se conoce con el término de iridiscencia, una técnica que no se puede reproducir con manos humanas”.
El investigador comenzó a desarrollar su estudio en 1979. Agrandó los iris de los ojos de la Virgen hasta alcanzar una escala 2.500 veces superior al tamaño real y, a través de procedimientos matemáticos y ópticos, logró identificar todos los personajes impresos en los ojos de la Virgen.
En los ojos de la Virgen –revela– se encuentran reflejados los testigos del milagro guadalupano, el momento en que Juan Diego mostraba el ayate al obispo. Los ojos de la Virgen tienen así el reflejo que hubiera quedado impreso en los ojos de cualquier persona en esa posición. (lasillarota.com).

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