miércoles, 16 de enero de 2019

ARTÍCULO

Como acaban
Los Tiranos
Apolinar Castrejón Marino
Muy delicadito el gobernador Héctor Astudillo, no le gustó que le mentaran la madre en el acto político que protagonizó en días pasados, el presidente López Obrador en Tlapa, Guerrero.
Creíamos que ya tenía la piel dura, después de tantos años de andar en la política, y después de tantos trastupijes que se le han denunciado. Porque  realmente le salió barata su visita a la montaña guerrerense, en un acto organizado sin sus acarreados y matraqueros priístas. Y porque ahí no estaban sus “funcionarios” que siempre mencionan que “…por instrucciones del señor gobernador”, o que “…el señor gobernador está muy preocupado por…”.
¿Creerá que la gente no se da cuenta, del dispendio de recursos económicos del erario para promover su imagen en los actos que frecuentemente realiza? Actos que además de costosos, son completamente innecesarios, pues como dicen sus partidarios seudo periodistas, “No aportan na
da al estado”.
A todos esos corifeos que se encuentran indignados por el rechazo manifiesto que el gobernador ha empezado a cosechar por su mal gobierno, les vamos a recordar cierto pasaje histórico en que las cosas “se salieron de control” para un mal gobernante.
Ciertamente sucedió un tanto lejos de aquí, pues fue en Francia en 1754, pero las razones son demasiado cercanas. Los historiadores señalan que Luis XVI era influido a nivel político por su mujer María Antonieta de Austria, y sus cómplices.
Y sus medidas económicas eran rechazadas por el pueblo francés, lo que en poco tiempo, provocó una crisis interna. Los primeros afectados fueron los más pobres, pues no tenían margen de acción para evadir la política de recaudación forzada, para mantener el dispendio del rey y la nobleza.
Pero al poco tiempo, la clase media presentó una gran oposición para mantener los privilegiados de la sociedad en torno al rey. Y la situación tomó tintes de tragedia cuando el “Tercer Estado” se sumó a la ola de descontento.
El “Tercer Estado” era una asamblea de representantes del pueblo, que se componía de la población carente de privilegios. El Primer Estado representaba a la nobleza, el Segundo Estado al clero, y el Tercer Estado a la burguesía. Pero cuando se incorporó el campesinado, la servidumbre, los comerciantes y mercaderes, y la plebe urbana, adquirió una fuerza superior a la de los 2 estados de los ricos.
En 1789, cuando decidieron terminar con la opresión del rey, los nobles y el clero, fueron superados ampliamente. Se constituyeron en Asamblea Nacional para obligar al monarca a aceptar una Constitución que eliminaría el absolutismo, y daría paso a una monarquía constitucional, que limitaría el  poder de la corona.
El rey quiso oponerse, y ordenó una intervención del ejército contra los revolucionarios. Pero las masas parisinas decidieron apoyar a la asamblea, y tomaron las armas, para asaltar la Bastilla, edificio emblemático y estratégico de la monarquía. Luego fueron contra el rey, quien trató de escapar, pero fue interceptado y hecho prisionero. Como no podían eliminarlo, lo obligaron a vivir cautivo con su familia en el Palacio de las Tullerías.
La cosa no terminaría ahí, pues luego una revuelta popular, se organizó para instaurar una comuna, y asaltó el palacio donde se encontraba el monarca y la familia real. Tras cuatro horas de combate, los insurgentes tomaron la prisión, y mataron al Marqués Bernard de Launaya gobernador del palacio.
Luego la multitud se dirigió al Ayuntamiento, y ahí acusaron al alcalde Jacques de Flesselles de traición, y un dirigente le dio un balazo que lo mató en el acto. Como la violencia estaba desatada, cortaron su cabeza, para exhibirla en la ciudad clavada en una pica, como ejemplo de lo que sucedería a los nobles y ricos.
Por orden de la comuna revolucionaria se suspendió la realeza, y Luis XVI fue juzgado por traición, bastando pocos argumentos para condenarlo a la guillotina.
El 21 de enero de 1793, fue ejecutado en la Plaza de la Revolución de París. Luis XVI se despertó a las 5:00 horas y se vistió con la ayuda de su valet Jean-Baptiste Cléry. Se reunió con el cura Henry Essex Edgeworth de Firmont para confesarse y oír su última misa, y luego ordenó sus últimas voluntades.
A las 9:00 horas subió al cadalso. Le ataron las manos con su pañuelo, le cortaron su cabello de la nuca, y fue tumbado en el quicio de la guillotina. Intentó pronunciar un discurso, pero no pudo ser escuchado debido al sonido de los tambores. Solo le permitieron pronunciar unas últimas palabras: “...muero inocente de todos los crímenes atribuidos a mi cargo; perdono a los que han ocasionado mi muerte”.
Según los informes forenses, la cuchilla no cercenó el cuello, sino que cortó a través de la parte posterior, del cráneo y la mandíbula.

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