viernes, 15 de febrero de 2019

COLUMNA

COSMOS
Héctor CONTRERAS ORGANISTA
TORONJIL y SEMITA
Tema dedicado con profundo y fraternal cariño a nuestro gran paisano y amigo Gustavo Ayala Guevara y a su querida familia allá, en los Estados Unidos de Norteamérica:
Mi tierra, cuenta por fortuna, con una buena cantidad de tradiciones que es lo que da la característica especial de vida distinta a una población tan querida como es Chilpancingo.
Podrán otras poblaciones disputar que son la cuna del pozole, de las danzas, del fiambre, de los moles, los tamales, los atoles, etcétera, pero donde esas artes culinarias y dancísticas alcanzan su culminación, gloria y fama es ni más ni menos que en Chilpancingo, que en totonaca quiere decir: ¡Pueblo Hospitalario!
¿Dónde más existe el Porrazo de Tigres?
¿Dónde se venera con tanta solemnidad y festejos populares el Nacimiento del Niño Jesús?
¿Dónde hay otra Feria de Diciembre como la que se originó en San Mateo hace muchos años y que es el festejo popular más antiguo del país?
Chilpancingo tiene eso: Es Original.
Así de sencillo y simple: Un pueblo Original.
Y la Naturaleza ha contribuido tanto en ello para que los presumidos chilpancingueños causemos envidia a muchos, que nos regaló en sus campos, cerros, barrancas y llanuras una infusión deliciosa, sabrosa y aromática, un té único que desde hace siglos se conoce como Toronjil.
“Quien lo prueba, siempre vuelve a mi ciudad”, reza en un párrafo “Mi Tierra Chilpancingo”, canción de Héctor Contreras Organista.
El Toronjil, ya lo tomaban los abuelos en las madrugadas cuando llegaban a sus parcelas, o a sus tlacololes, a sus potreros cuando iban a la ordeña o abrir surcos con el arado, a cortar leña o simplemente a campear.
Las abuelas ya habían atizado en casa las hornillas o el bracero y ponían a hervir el agua con ramitas de Toronjil que aromatizaba todo el hogar. Olor y sabor únicos, deliciosos, abrazadores, y también medicinales.
¡Ah!, pero debía tener su complemento exacto.
Y un muchacho, de esos chilpancingueños traviesos y entusiastas quien comenzó a trabajar en una panadería modesta en Chilpancingo, quería saber mucho más sobre cómo hacer pan de calidad. Y se aventuró, como otros muchos paisanos, a irse a la ciudad de México en busca de conocer a fondo el oficio de elaborar pan, y lo logró.
Pero no culminó su aprendizaje con los grandes maestros panaderos de la capital del país, quería hacer más, algo original para deleitar a sus paisanos y lo logró: Inventó las Semitas de Requesón con panocha que, al comenzar a venderlas en Chilpancingo, la gente encont
ró que la mejor combinación para comerlas era combinarlas con el sabroso y aromático té de Toronjil.
¡Vamos a cortar Toronjil!, decían, y las familias en romería iban a los alrededores de los campos chilpancingueños, que en aquellos entonces abundaban en belleza y llevaban consigo sus ollas de barro, carbón, guitarras y muchachas y muchas ganas de divertirse en esas tardeadas de ensueño alrededor del hervor del toronjil en ollas de barro en el campo y las canastas iban repletas de semitas de requesón.
Ya se escuchaban las canciones del paisano Arturo Neri: “Cariño, por qué no viene a mis brazos, si tengo el alma hecha pedazos, por la crueldad de tu desdén”, o las viejas y muy populares canciones que grabaron Los tecolines: “Toda una vida, me estaría contigo, no me importa en qué forma, ni cómo ni cuándo pero junto a ti”, etcétera.
Y por allá, alrededor de la presa de Cerrito Rico que construyó el general Rafael Catalán Calvo en 1942, cuando era gobernador, iban las familias a nadar, a cantar, a tomar el Toronjil y a celebrar unas tardeadas bohemias, típicamente chilpancingueñas y de ahí surgieron romances, matrimonios y familias, y el Toronjil contribuyo también a elevar el número de habitantes en la capital guerrerense.
Chilpancingo, por si no lo han notado todavía, cuenta con una luminosidad muy especial, a diferencia de otras ciudades. Además de hospitalaria está llena de colorido, de canciones bellas y de poesía, pero más que nada de tradiciones. El Toronjil y la Semita son de las más valiosas.
Lo que pasa entre nosotros es que a veces no valoramos lo que tenemos como tradición y se nos hace ya común o como un tema de “relleno” hablar de ello, pero debería tal vez ser tan significativo y motivo de orgullo que podría buscarse cómo preservar lo nuestro, como pueblo.
Fue don Raymundo Organista Organista, el creador de la Semita de Requesón, su familia siguió hasta donde pudo, conservando la tradición, pero los hijos se dedicaron a otras actividades.
Don Raymundo Organista Organista fue, además, el gran impulsor de otra tradición muy bella: Los Santiagos de Tablado, que prácticamente se hacía en diciembre, en la feria de Chilpancingo con la participación de un buen número de panaderos de Chilpancingo y otros paisanos muy queridos y siempre bien recordados. Pero, también se acabó.
Hay muchas cosas, pero muchas cosas que se pueden hacer por Chilpancingo para que la ciudad conserve su esencia, sus virtudes, sus tradiciones, su calor abrazador y su hospitalidad. Pero para lograrlo, hace falta una cosa, nomás una: Tenerle Amor a Chilpancingo.

1 comentario:

  1. Debes poner notas actualizadas, sal y busca la noticia,esas déjalas cuando ea aniversario de la persona.

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