miércoles, 20 de marzo de 2019

COLUMNA

COSMOS
Héctor CONTRERAS ORGANISTA
Don Roberto Catalán Mancilla
-El Güero Sol-

Los personajes callejeros del tipo de Pito Pérez en un pueblo como Chilpancingo o como cualquiera otro son siempre importantes porque forman parte del anecdotario popular criollo, y porque son quienes “dan color” especial a las épocas que les toca protagonizar. Se trata de gente sui generis de quienes las nuevas generaciones tienen alguna referencia por las charlas que escuchan de sus mayores.
Don Roberto Catalán Mancilla es, en nuestra modesta opinión, el personaje popular más importante que en el siglo pasado dejó huella en la memoria del pueblo de Chilpancingo.
Algunos recuerdan a ese hombre alto, albino, vistiendo un pantalón y un saco anchos y sucios, camisa desabotonada, zapatos viejos y sin agujetas, y un sombrero de palma mal colocado en la cabeza, caminando por las calles lentamente, y de vez en vez levantando la pierna derecha, palmeándose el muslo interior al tiempo que decía: ¡Cuidado con la pintura! o ¡Golpe de verija!
Con frecuencia se le veía sentado en alguna banca del jardín “Cuellar” o el “Bravo”, leyendo el periódico, sostenido el ejemplar de cabeza debido a problemas ópticos producto de su condición albina y que le hizo ganarse el apodo de “El Güero Sol”.
Algunos dicen que fue nuestro “Pito Pérez”, otros aseguran que “El Güero Sol” tuvo rasgos quijotescos. Lo cierto es que el periodista don Humberto Ochoa Campos, antes de fundar el diarismo en el estado de Guerrero, publicó en Chilpancingo un semanario con el titular de “El Güero Sol”.
“El Güero Sol” era frecuentemente conducido por los gendarmes a la cárcel debido a su alcoholismo y también a que constantemente exhibía ante los ojos de la ciudadanía su órgano sexual gritan
do ¡Viva la Color de Rosa!
Cuando entraba a la cárcel, los reos le gritaban desde las crujías:
¡Ese Güero Sol!, ¿qué anda haciendo por aquí?
¡Vengo a ver a mis inquilinos!, respondía, al tiempo que cuidadosamente bajaba las escaleras de la prisión, siempre llenas de aserrín y viruta, producto del trabajo de carpintería que realizaban algunos internos.
Dicen -quienes lo vieron- que cuando iniciaba una nueva administración estatal, a la entrada del Palacio de Gobierno llegaba cargando una bolsa llena de huesos que conseguía en el mercado y los entregaba a todos los políticos que presurosos iban al besamano del nuevo gobernador.
Eso le mereció también ir a la cárcel, donde en alguna de sus paredes, según lo narró el doctor Rodrigo Vega Leyva en la “Revista UAG”, El Güero Sol escribió lo siguiente:
            En esta cárcel sombría,
            donde reina la tristeza,
            no se castiga el delito,
            se castiga la pobreza.
Otra socorrida anécdota es aquella en que le ofrecieron diez pesos “de aquellos” si le mentaba la madre al gobernador.
Se platica que El Güero Sol se colocó frente al balcón de la casa del gobernador y dijo: ¡Chingue a su madre el gobernador del estado!
Inmediatamente salieron a la puerta los pistoleros para detener al Güero Sol, fue entonces cuando de nueva cuenta gritó:
¡Eso dicen sus enemigos! ¡Yo digo: Que Viva mi gobernador! (fulano de tal)
Sin duda que esa referencia la habría de usar Ochoa Campos para titular su periódico semanario El Güero Sol, porque en el ejercicio de la libertad de expresión son indispensables esos elementos: Inteligencia, audacia, elegancia, picardía y personalidad, y todo eso ¡y más!, lo tenía, y de sobra, don Roberto Catalán Mancilla.
Hace algunos años platicando con la profesora Lucía Luna, nos comentó varios detalles de su hermano, El Güero Sol quien tuvo su domicilio en las calles de Altamirano. En la década de los años 50 por ese rumbo lo conocimos. Casi siempre se hacía acompañar por alguna botellita de mezcal metida en la bolsa trasera del holgado pantalón.
Casi nadie se preocupó por tomar fotografías de El Güero Sol.
Tal vez existan otras, pero la única que pudimos conseguir es la que presentamos en este espacio y que generosamente nos fue proporcionada por nuestro amigo de toda la vida, don Javier Castillo Villanueva.
En la entrevista hecha el 10 de septiembre de 1992 a la Profesora Lucía Luna, hermana de El Güero Sol, nos dijo lo siguiente:
“Tuvo la mala suerte mi hermanito de que no estudió casi ni la primaria, nada más estudió hasta el segundo año de primaria porque en la época de la revolución se suspendieron las escuelas. El creció y se dedicó a aprender el oficio de telegrafista y estuvo trabajando en Telégrafos. Empezó repartiendo telegramas y poco a poco fue quedando ahí. Después, cuando empezó a adquirir ese vicio de tomar, una tía mía lo llevó a Puebla a que lo atendiera un especialista porque a nosotros nos llamaba mucho la atención, yo era chica, pero me llamaba mucho la atención que él no leía normalmente. Leía perfectamente pero no se acomodaba el periódico ni los libros sino atravesados. Entonces mi tía pensó que algo tendría en la vista y lo atendieron varios doctores en Puebla y en la ciudad de México. Los doctores dijeron que no tenía nada, que era albino y él se acomodaba de acuerdo con la sombra que le daba a lo que estaba leyendo, y así siguió leyendo. Hubo un doctor alemán que dijo que era un superdotado porque el cerebro y el cerebelo los tenía unidos, y entonces trabajan al unísono y él era muy inquieto y trataba de escribir todo lo que sentía desde pequeño, aunque fuera su letra mal escrita. El aprendió a leer a la edad de cinco años en un libro que le obsequió una señora de apellido Peñaloza, mamá de Ezequiel Padilla. Ella le enseñó a leer en el libro “El Mártir del Gólgota”, ahí aprendió a leer y lo aprendió muy bien. Todo lo demás lo aprendió por su cuenta, yo no sé cómo ni dónde. Pero él sabía hacerlo todo. Llegó a ser corresponsal de los periódicos El Ahuizote, El Heraldo, La Prensa, Excélsior y El Universal. El llegó a ser corresponsal de esos periódicos. No puedo precisar los años, yo era estudiante, debe haber sido como en el año 28”.
¿Quién le puso el mote de El Güero Sol a don Roberto?
“El solo, él solo se puso El Güero Sol y decía: Aquí viene el Güero Sol, él solo se bautizó”.
¿A qué edad?
“Muy joven. Como él era güero, rojo, él solo se puso El Güero Sol.
¿Cómo se llevaba con ustedes, con la familia?
“Tenía muy buen carácter. Cuando él estaba bien, que no tomaba, nosotros podíamos acercarnos y platicar con él. Era muy bromista y nos contaba muchos chistes, algunos que hasta le llamaba la atención mi mamá y nos llamaba. Decía: vénganse, no estén oyendo a ese boca de diablo. Y él le contestaba: ¡No madre, los estoy preparando para su vida futura! Tenía muchos dichos pero no copiados de nadie. Tuvo una letra preciosísima, muy bonita, una ortografía envidiable y nosotros lo admirábamos. Yo lo seguiré recordando porque fue un ejemplo de persona que solo se formó”.
¿Dejó escrito algo?
“No dejó escrito nada, porque cuando tenía coraje todo lo rompía. Yo guardaba un diario de él pero todo se refería a sus asuntos con las diferentes librerías, porque vendía también libros, pero no se dónde se perdieron las cartas que él hizo. Cuando yo tuve la idea de que se tirara la casa en que vivíamos, se perdieron muchas cosas, pero él tuvo muy buen carácter, él nunca ofendió a las personas, él gritaba pero nunca ofendió a las personas».
¿Tuvo algún amor, alguna novia?
“Que yo haya sabido, no. A mi mamá le decían que tenía una novia en aquél entonces que por la alameda, le llamaba Chapitel, pero no la conocíamos y de por allá no salía, que por allá vivía la novia, así es que no la conocimos”.
¿Y sus papás?
“Mis padres siempre estuvieron aquí, los de él no porque él fue hermano nada más de madre, del primer matrimonio de mi mamá, él fue mayor que yo como 14 años o más, pero él llevó muy buena amistad con mi papá”.
¿Por qué decía por desgracia soy Mancilla?
“Decía: Por desgracia soy Mancilla y por orgullo Catalán porque el general Catalán Calvo siempre lo quiso bastante, él le ofreció un empleo, no sé que empleo en el hospital, pero como le gustaba tomar él le dijo: Tres te voy a dispensar, ya la cuarta no. Entonces, como tomó las tres veces, ya la cuarta no se presentó, pero el general Catalán le siguió pasando su sueldo. Entonces él lo quería mucho y porque también era Catalán. Mi abuelita fue Catalán. Y no fue igual con el general Baltazar R. Leyva Mancilla, no sé pero no se trataron bien, esa es la razón, pero Roberto decía: Por desgracia soy Mancilla, por orgullo Catalán, pero no era que odiara a mi mamá ni a los Mancilla, lo hacía por ofender al general pero el general nunca le hizo caso, ahí le gritaba, frente al palacio”.

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