martes, 2 de abril de 2019

ARTÍCULO

Cuaresmal
Apolinar Castrejón Marino
Tu paz, ¡oh paz de cada día!
y mi deber que es inmortal,
se han de casar amada mía
en una noche cuaresmal.
 
Quizá en un viernes de dolores
cuando se anuncian ya las flores
y en el altar que huele a lirios
y el casto pecho de María
sufre por nos siete martirios.
 
Mientras la luna, amada mía
deja caer sus tenues franjas
de luz de ensueño sideral
sobre las místicas naranjas
que por el arte virginal
de las doncellas de la aldea
lucen banderas de papel
e irisaciones de oropel
sobre la piel que amarillea.

Encontramos este bello poema en el libro La Suave Patria, y Otros Poemas, de Ramón López Velarde, escritor que nació en Jerez, Zacatecas el 15 de junio de 1888.
Provenía de una familia acomodada, y su padre decidió que debía ser sacerdote. En esa épo
ca, los padres se atribuían el derecho de decidir la vida de sus hijos.
Su padre lo inscribió en el seminario de Zacatecas, pero como Ramón era muy rebelde, se escapó del internado. Estaba al tanto que su padre también había tratado ser sacerdote, pero le ganaron los impulsos naturales y se casó muy joven, por lo cual tuvo que abandonar el seminario donde estudiaba. Con el paso del tiempo, lo único que pudo hacer fue poner una escuela católica.
Ramón insistía en que quería ser abogado, y su padre aceptó que se inscribiera en la facultad de derecho. Logró terminar la carrera de abogado, pero también tenía inquietudes poéticas, y empezó a escribir versos. Así consiguió trabajo en la revista “Bohemio”, donde publicó sus primeras poesías.

Me arrancaré, mujer, el imposible
amor de melancólica plegaria,
y aunque se quede el alma solitaria
huirá la fe de mi pasión risible.
 
Iré muy lejos de tu vista grata
y morirás sin mi cariño tierno,
como en las noches del helado invierno
se extingue la llorosa serenata.
 
Entonces, al caer desfallecido
con el fardo de todos mis pesares,
guardaré los marchitos azahares
entre los pliegues del nupcial vestido
 
También es autor de muchas poesías de corte nacionalista:
Suave Patria: te amo no cual mito,
sino por tu verdad de pan bendito;
como a niña que asoma por la reja
con la blusa corrida hasta la oreja
y la falda bajada hasta el huesito.
 
Patria: tu superficie es el maíz,
tus minas el palacio del Rey de Oros,
y tu cielo, las garzas en desliz
y el relámpago verde de los loros.
El Niño Dios te escrituró un establo
y los veneros del petróleo el diablo.

En 1914 se trasladó a la Ciudad de México, y ahí consiguió trabajo como abogado. Al poco tiempo, consiguió un empleo en las oficinas de gobierno. Posteriormente consiguió trabajo como profesor de literatura, y entonces pudo dedicarse a la poesía. También incursionó en la política, pero solo consiguió ser diputado suplente por las siglas del Partido Católico.
Cuando estoy contigo, dueña del alma
cuando contemplo a veces
que plegando los labios enmudeces
mi adoración pretende en su locura
bajar hasta tu paso lento
y sorprender en su mansión oscura
como nota de luz, tu pensamiento.
 
Cuando me miran
oh, mujer tus ojos luminosos
cual sol de primavera
por oír anhelante
las pulsaciones de tus nervios flojos
y el rumor de tu pecho palpitante
en mi pasión quisiera
el misterioso oído de los magos
que en las nocturnas sombras escondidos
escuchan a la orilla de los lagos
hasta sus más recónditos murmullos.
 
A pesar de la mala relación que tuvo con su padre, le compuso un sentido poema.
¡Oh infinita bondad la de los padres!
los ojos muertos de tu faz piadosa
que me vieron por último con lástima
en las orillas de la negra fosa.
Los cirios compañeros de velada;
la madre y los hermanos, todos juntos;
el ataúd que sale de la casa;
el sollozante oficio de difuntos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por leer La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, Realice su comentario.