lunes, 12 de agosto de 2019

COLUMNA

El privilegio de opinar
Manuel Ajenjo
Un fantasma en Palacio Nacional
Fue en la quinta noche de pernoctar en Palacio Nacional, cuando escuchó ruidos extraños que lo despertaron. Con la creencia que alguien se había metido a Palacio Nacional, salió de la recámara presidencial –la primera recámara de la nación— para buscar la procedencia de los ruidos. Podría ser –pensó— un periodista de uno de los medios que no se portan bien, en busca de información oficial y secreta que él supone encontrar en una de las computadoras de mi oficina, sin saber que el verdadero disco duro donde están las acciones gubernamentales que se van a implementar lo teng
o en mi cabeza. También podría tratarse –infirió— de uno o varios campesinos de los que están de plantón en el zócalo —pueblo bueno pero mal informado y manipulado por mis adversarios.
Salió del departamento que, dentro de Palacio Nacional, mandó construir Felipe Calderón –se ignoran los motivos sobre todo porque el sitio carece de bar— el mismo que le mostró Peña Nieto cuando, queriendo quedar bien con él, le enseñó todos los rincones del recinto. Imagino el diálogo: Y ahora, Andrés Manuel, le voy a enseñar un lugar donde podrá vivir tranquilamente con su familia, tal y como usted me va a dejar vivir tranquilamente con mi pandilla.
Se encaminó a su oficina de donde parecían venir los ruidos que se hicieron cada vez más perceptibles; eran similares al rodar de un carruaje. Al entrar al despacho cesó el sonido. Una especie de neblina invadió el lugar; un viento disipó la bruma y se hizo visible la figura de un espectro: una cara indígena, con un peinado impecable, un cuerpo, que parecía flotar y se diluía hacia abajo, vestido con una levita negra y chaleco, camisa blanca de cuello subido, con una pajarita negra. El mandatario, lo reconoció enseguida: ¡Don Benito Juárez! ¿Lo estoy soñando o es real? No estás soñando. Tampoco soy real. Soy mi espíritu. Andrés Manuel se acordó de un dicho recurrente en él: Quien no quiera ver fantasmas que no salga de noche; preguntó: ¿Qué haces aquí? Aquí estoy porque aquí viví y aquí morí. Y de vez en cuando me gusta pasear por Palacio, más ahora que tiene huéspedes.
A continuación reproduzco el diálogo que sostuvieron el espíritu de Benito Juárez (BJ) con Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
AMLO: Qué bueno que puedes comprobar que vivo en completa austeridad republicana.
BJ: Eso está bien, vivir, en lo personal, en la austeridad republicana es conveniente, lo que sucede es que puedes confundirte y llevar la austeridad al extremo de no dotar a la población de lo necesario para su seguridad, bienestar, y subsistencia. Yo, ahora puedo decir que no fui el perfecto ser humano que alaba la historia de bronce, la historia oficial; ni fui el réprobo y hereje que mis enemigos, todavía hoy pregonan. Por eso puedo decir que tuve muchos errores y de ellos aprendí. Traté de gobernar de manera moderada, prudente, ordenada y con firmeza. Siempre demostré respeto por la opinión de mis colaboradores, cuyas ideas tomaba en cuenta. No hacerlo hubiera sido mezquino y falto de inteligencia de mi parte. Permíteme decirte Andrés Manuel, de manera franca, parece que tus colaboradores sólo los ves como ejecutantes de tus órdenes, como si ellos no tuvieran el don de pensar. Ser humilde y reconocer los méritos de los demás es parte de la austeridad republicana.
AMLO: Bueno, pero hay que ver la clase de colaboradores que usted tuvo: Vicente Riva Palacio; Ignacio Ramírez, “El Nigromante”; José María Iglesias, Lerdo de Tejada, Mariano Escobedo, Ignacio Zaragoza, Melchor Ocampo, Manuel Doblado, Guillermo Prieto, Manuel Altamirano, Ponciano Arriaga, Matías Romero. Casi todos eran escritores que lo apoyaban con sus publicaciones, como Francisco Zarco y muchos periodistas que lo apoyaban.
BJ: Por lo mismo que eran inteligentes y preparados, escuché y, no siempre, llevé a la práctica sus consejos, tuve tacto político, para llegar a un acuerdo con ellos porque eran bravos defendiendo sus conceptos. No todo el periodismo era liberal, los conservadores tuvieron ideólogos de la talla de Lucas Alamán. El debate entre liberales y conservadores se dio en cuatro periódicos, dos liberales: El Siglo XIX y El Monitor Republicano y dos conservadores: El Universal y El Tiempo. Los periódicos no están para adular gobiernos sino para impulsar ideas. En nuestra época, la prensa ayudó a liberales y conservadores a difundir la noción de país que queríamos. Porque como, en su momento, dijo Mariano Otero, en México no hay ni ha podido haber eso que se llama espíritu nacional, porque no hay nación. Ahora ya hay nación, México es una república federal. Cuando supe de tu idea de centralizar en un solo delegado por Estado, los recursos del Gobierno Federal, recordé, un poco, cuando siendo yo gobernador de Oaxaca, el gobierno de Comonfort, expidió un Estatuto Orgánico que centralizaba la administración pública, al grado de pretender someter a su poder hasta a las policías municipales, por supuesto que no le hicimos caso. Andrés Manuel, no siempre se tiene la razón, no le des oportunidad a la reacción de que aproveche tus errores, tu empecinamiento y tus procedimientos autócratas de gobernar para voltearte el chirrión por el palito. Y ya me voy antes de que digas que soy un fantasma fifí.
Y el espíritu del Benemérito desapareció dejando un fuerte olor a azufre.(eleconomista.com.mx).

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