jueves, 3 de octubre de 2019

ARTÍCULO CON FOTO

“Ché” Guevara
 en Bolivia
Apolinar Castrejón Marino
A las 12:00 hrs del 9 de octubre de 1967, llegó a La Higuera el piloto de la Fuerza Aérea Boliviana, Jaime Niño de Guzmán, a bordo de un helicóptero para trasladar a un prisionero muy importante, que había sido capturado por Rangers bolivianos, con la ayuda de los “boinas verdes” norteamericanos. Se trataba del Ché Guevara, pero no le habían dicho si lo llevaría vivo o muerto. 
Luego de aterrizar y despojarse de sus accesorios de piloto, se dirigió a la escuela del lugar, que los militares habían tomado como cuartel. Ahí llamó su atención un grupo de gentes conversando, y que miraban de soslayo hacia el interior, donde estaban los ofic
iales de mayor rango, y un prisionero “muy peligroso”.
Al asomarse miró a un hombre amarrado, con las manos por detrás, rodeado por efectivos del Ejército Boliviano, al mando del coronel Joaquín Zenteno Anaya, y un agente de la CIA. Era una espera tediosa, porque nadie hacía, ni decía nada, pues aguardaban órdenes superiores, de cómo debían proceder con el cautivo. 
El oficial Félix Ramos, se acercó al prisionero para hacerle algunas preguntas, pero al escuchar su acento cubano, Ché Guevara lo escupió en la cara, y le dijo “¡yo no hablo con traidores!”.
Niño de Guzmán se sintió impresionado por el lamentable estado del cautivo, que estaba herido en una pierna, con la cabellera sucia y despeinada, y la ropa ensangrentada. Preguntó a los soldados quien era, y le contestaron que era el guerrillero, llamado “Ché Guevara”. Ernesto Guevara de la Serna, de origen argentino, líder de la revolución cubana y que a la vuelta de los años, se convertiría en el ícono para encabezar todos los movimientos de protestas.
Guzmán estaba admirado del estoicismo del guerrillero, a pesar de estar seguro que no llegaría vivo al día siguiente. Su actitud y sus palabras parecían un reto de muerte.
En plan amistoso, se acercó para ofrecerle tabaco al prisionero. El Ché le señaló que la tenía en el bolsillo de su camisa, y Guzmán pidió permiso a los oficiales para sacar la pipa. La sacó y le puso el tabaco, la encendió y se la puso en los labios al Ché. Empezó a fumar, y esto pareció tranquilizarlo un poco.
El Ché le ofreció una mirada de agradecimiento, y el piloto aprovechó para preguntarle si necesitaba algo. El prisionero le dijo que solo quería que se supiera que se levantaron en armas y se declararon luchadores anti-imperialistas, después de ver agotadas todas las posibilidades de lucha pacífica. 
El Ché dijo que su idea original era iniciar la guerrilla en Perú, no en Bolivia, pues las condiciones eran más propicias, y también dijo que en la actual situación valía más muerto que vivo, tanto para los militares bolivianos como para Castro.
Quiso aclarar que lo había derrotado, porque no recibió ayuda de Cuba ni del Partido Comunista Boliviano. El presidente boliviano René Barrientos decidió que el guerrillero debía ser ejecutado, y mandó la orden, que fue recibida por el agente Félix Rodríguez.
Mandó llamar al Sargento Mario Terán para encargarle: “…hay instrucciones de su gobierno de eliminar al prisionero” [ ]…tírele del cuello para abajo pues se supone que este hombre murió de heridas en combate”.
Todos los soldados habían sido desalojados del salón, y el Ché quedó solo, sentado en un banco. El Sargento Mario Terán llegó con la ametralladora colgada al hombro y le dijo que se pusiera de pie. El Ché notó su turbación y le dijo: “¡Póngase sereno y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!”.
Terán se levantó el arma y lanzó una ráfaga. Por su nerviosismo, solo le dio en las piernas, pero cayó al suelo, contorsionándose y regando mucha sangre. Recordando su entrenamiento, el sargento disparó nuevamente impactándolo en el hombro y el pecho. Dos balas alcanzaron el corazón, y quedó muerto.
Dos horas más tarde, soldados bolivianos trasladaron el cadáver a Vallegrande, pero decidieron que no tenían por qué llevarlo en el interior del helicóptero, y lo amarraron como si fuese un bulto en el patín de aterrizaje del aparato.
Al llegar, lo llevaron al hospital Nuestro Señor de Malta, ahí recibieron la orden de lavar el cadáver para exponerlo a la población.

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